• 𝙇𝙊𝙎 𝙈𝘼𝙍𝘾𝘼𝘿𝙊𝙎 •

•『74』•

               Consumida
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El viaje de regreso al refugio me resultó mucho más rápido y llevadero que el de ida, caminé tan rápido que incluso parecía que no pisaba el suelo.
Descarté la idea de perseguir las armas, de todas maneras ya poseo una y no me sirvió de nada.

Me siento poderosa, llena de vitalidad, como si miles de marcados me hubieran brindado su fuerza, con la energía de haber descansado por mínimo un mes.

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Al llegar entro por la puerta secreta que aloja a los marcados que se salvaron. Al bajar me encuentro con un cuarto mediano con un par de lámparas colgando de techo y no más que eso, es como un refugio dentro del refugio.

Alana me recibe con un gran abrazo al verme entrar, hay al menos diez personas aquí dentro, de las cuales al menos cinco son niños muy asustados y posiblemente huérfanos. La anciana guía se encuentra sentada en la única silla del lugar y al verme llegar se levanta con ayuda de un chico no más grande que yo.

—Volviste demasiado pronto...—dice ella al llegar a mí.—No tienes todas las armas.

—No, tengo una, pero no me acepta, no se porqué, se supone que debe recibirme, ¿soy una Malectus no?—expreso sacando la pequeña espada de mi mochila y entregándosela.

La anciana la acepta con confusión, debe pensar en que demonios está pasando, se ve igual de extrañada que yo, pero luego sus ojos dejan de ver la espada y pasan a ver mi mano, la quemadura en ella.

—¡¿Cómo te hiciste esto?!—exclama desesperada, por un momento todos a su alrededor se sobresaltan.—¡Dime Nisha!

—¡Pasó cuando toqué la espada!—respondo sobresaltada por sus gritos.
¿Qué le pasa?

—La espada te rechazó, tus ancestros te rechazaron... No puede ser... Estamos condenados...

—¿De qué habla?, ¿Por qué me rechazarían?

Ahora Alana hunde las cejas en confusión y habla.

—Abuela, es imposible que eso suceda, a menos que...

—A menos que haya manchado sus manos con sangre—suelta la mujer mirando a Alana negando con la cabeza repetidas veces.

—Nisha, mírame,—la última mencionada toma mis manos y me fuerza a qué la mire—¿has asesinado a alguien?.

Un vacío toma mi pecho otra vez y el dolor regresa, los recuerdos regresan y mis palabras tiemblan en mi boca...
¿Debo decir la verdad?

—Mi... Mi padre adoptivo...

—Lo mataste—Alana termina por mi la oración y eso me saca un peso de encima, no estoy lista para decirlo en voz alta, jamás lo estaré.

Asiento.

—Ya no importa, si los ancestros te rechazaron no hay nada que se pueda hacer, no podrás contra ellos sin esa fuerza.

¿Qué?, ¿Se rinden así de fácil?

—Siempre se puede hacer algo, no voy a dejar a mi familia morir, no importa si me destrozan en la batalla al menos moriré sabiendo que lo intenté.

—Nisha, sin tus poderes al máximo solo seremos suicidas—dice Alana rindiendose, dando por hecho que moriremos.—Ven, siéntate un momento, probablemente volverán por nosotros en cualquier momento.

¿Cómo pueden estar tan tranquilas cuando sus amigos están en peligro?, ¡Su maldito hermano está allí!.

—¡No!, ¡No me toques!, ¡No voy a qedarme aquí a verlos morir!—suelto un grito que no soy capaz de controlar, todo mi cuerpo se tensa. Todos me miran aterrados, como si vieran al mismísimo demonio. Me miro las manos y estas tienen  venas negras que suben hasta mi pecho. ¿Qué me sucede?

Oigo a las personas susurrar.

—su cara... Es...

—Un monstruo—termina otra persona.

No soy un monstruo, no lo soy, ¿no haré daño o si?

—Mi niña, ¿haz tocado alguna cosa en tu viaje?, ¿Te sientes diferente?—la anciana me pregunta al ver mi expresión asustada.

—He... He encontrado un lugar, había seres oscuros... Ellos me lastimaban y yo solo me defendí...

—Absorbiste su energía... Absorbiste su oscuridad.

—¿Eso es malo?, ¿Qué debo hacer?—comienzo a desesperarme. ¿Y si esto puede causarles daño a Alex, a Kylan o a Lionn? No me lo perdonaría.

—No hay nada que yo pueda hacer querida, ahora la oscuridad te ha consumido y sin tu Malectus opuesta jamás podrás volver a ser lo que eras antes.

Siento como si un balde de agua helada me cayera en la cabeza y bajara lentamente por mi espalda. Soy un caso perdido, me dejé llevar y ahora ya no puedo volver. Me he convertido en todo aquello que repudio, en esa maldad que quise eliminar de mi vida y que ahora simplemente dejé entrar.

—Tiene que haber una forma, yo no quiero hacer daño, ¡no quiero más muerte en mis manos!—las lágrimas caen por mis mejillas como fuego y ellas intentan acercarse a mí, sin embargo se frenan en el instante en el momento en que noto que mi corazón se acelera y mi cuerpo comienza a soltar la oscuridad en humo calor negro que lentamente va llenando el lugar.

—Es un monstruo...

Escucho las voces de todos los presentes en mi cabeza, pero ellos no han dicho nada aún, son sus pensamientos, es lo que sus mentes piensan de mí.
La ira crece en mi sistema y aunque intento pensar en otra cosa, en entenderlos y aguantar, lo que vive en mí, ese enojo descomunal no me obedece y solo se magnífica.

—¡No soy un monstruo!—grito tan fuerte que mi garganta duele, la oscuridad sale con él y se lanza hacia la multitud en forma de púa filosa que va directamente hacia una chica con una pequeña bebé en brazos.

Todos abren sus ojos de par en par por lo que está por suceder, pasa en cámara lenta. Escucho como la púa se estampa contra algo y pienso en la bebé, pero cuando levanto la vista para ver mi desastre, veo a una niña de unos diez años que me mira fijamente mientras sostiene entre sus manos la púa, clavada en su pecho. El aire deja mis pulmones en cuanto la veo, la niña cae al suelo sin vida, todo se vuelve llanto y desesperación.

La niña había salvado a la bebé interponiendose entre ella y mi arma, mí arma, yo la creé, yo la maté...

—¡Nisha espera!—Exclama Alana al ver cómo me alejo corriendo del lugar, rápidamente salgo del cuartito. Por primera vez en mi vida tengo claro lo que debo hacer, tengo que ponerle fin a esto, debo parar mi oscuridad para mantener a mi familia con vida.

Se necesita un monstruo para destruir a un monstruo.