capítulo 4

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                  Alana

Hoy me tocó quedarme hasta tarde en la universidad, veo la hora al salir son las 8:25pm, definitivamente será casi imposible agarrar el bus de regreso y no me alcanza para pedir un taxi.

Cuando estoy llegando a la salida de la universidad me comienzo a sentir algo extraña como un mal presentimiento, mientras más camino más se afinca el mal presentimiento, miro a todos lados, todo está oscuro, por la calle no pasa gente y muy pocos carros transitan, se que no me debo poner nerviosa porque eso solo hará el camino más largo así que solo me abrazo a mí misma y acelero el paso.

Es triste como las mujeres nos tenemos que cuidar más al salir o andar solas en la calle, que siempre tengamos que estar alerta y tomando prevenciones. Normalmente no soy nada nerviosa, de hecho, se que me puedo defender sola de ser necesario, no sería primera vez que lo hago. Pero cuando estoy en esos días o momento donde la ansiedad mantiene mis alarmas encendidas por cualquier cosa y esperando algo que probablemente no va a pasar, es complicado mantenerse calmado.

— ¿Como una princesa puede andar caminando solita por estas calles tan solas y oscuras? —Dice una voz burlona.

    Malditasea

Ignoro al hombre y camino aún más rápido, quizás al ignorarlo se aburre... Espero

— ¿Y si nos acompañas, muñeca? —otra voz.

Apresuro el paso.

— Ven, no seas tímida.

    Escucho los pasos mas apresurados acercándose, voy a correr pero no logro ir muy lejos cuando uno de los hombres me da un jalón tan brusco de la blusa que pierdo el equilibrio y caigo sentada al suelo, el otro hombre me agarra del brazo para levantarme mientras me mira con una sonrisa maliciosa y pervertida que me da ganas de vomitar.

Es increíble cómo las cosas pueden cambiar en segundos.

Para empeorar la situación siento como el otro que tengo detrás me pasa su brazo por la cintura para comenzar a olerme el cuello, con su otra mato me tapa la boca.

No llores, no llores, no llores, no llores.

Comienzan a salir las lágrimas sin poder controlarlas, genial.

El hombre que tengo delante mordiéndose el labio agarra mi blusa y de un jalón con ambas manos la rompe completamente por la mitad, dejando ver mi sujetador, ya para este momento el hombre a mi espalda me tiene agarrada de brazos inmóvil y yo ya estoy comenzando a gritar, llorar, patalear.

— Ups...—dice el hombre observándome como a una presa— Vaya, lo que esconde la ropa ¿Que opinas amigo?

— Opino que me la quiero comer.

La desesperación por soltarme o que alguien se percate de lo que está pasando es horrible. Me siento ahogada y creo que mi cabeza comienza a hacerse a la idea de que por más que patalee y grite nada me podrá sacar de esta situación.

El que me tiene agarrada ahora me tapa la boca y pasa su lengua por mi cuello, el otro de adelante pasa su dedo con lentitud desde mi boca, por medio de mis senos, bajando por mi abdomen hasta el botón de mi pantalón, llorando cierro los ojos con fuerza pero en ese momento escucho un golpe fuerte y un quejido, cuando abro los ojos de nuevo veo al hombre tirado en el suelo agarrándose la cara, luego el que me tiene agarrada me suelta para salir corriendo y por último medio borroso por las lágrimas acumuladas veo al chico que me salvo de ellos.... Daniel.

Este sin decir nada se acerca para abrazarme y yo sin poder evitarlo suelto el llanto agarrando su camisa en puños, solo se escuchan mis sollozos que no puedo controlar por más que intento, Daniel acaricia mi cabello hasta que logró calmarme un poco, no me había percatado tan siquiera de que aún seguía en sujetador ya que mi blusa fue destrozada... El miedo se convirtió en vergüenza.

Enseñame a Querer Where stories live. Discover now