Capítulo 24.

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3 días después...

DANIEL.

La luz blanca me ciega cuando trato de abrir los ojos, murmullos a mi alrededor llenan mis oídos, mi cuerpo está rígido y adolorido ¿Que pasa? Los recuerdos de lo que pasó llegan a mi mente y... O por Dios, Diana ¿Mi hermana está bien? ¿Le pude evitar el mal golpe? Por favor que se encuentre bien...

Hago otro intento de abrir los ojos en su totalidad y me consigo con una habitación de hospital y la luz manda pinchazos a mi cabeza, me duele. Trato de sentarme pero un latigazo de dolor se extiende por mi cuerpo y soy rápidamente acomodado de nuevo en las almohadas por unas manos delicadas. Mi garganta duele como si estuviese desgarrandose y quiero agua.

— Tranquilo, amor. — Su voz, extrañaba tanto oírla. — Llamaré al médico, espera. No te muevas.

No pude ser rápido al girar el rostro para verla pero si alcanzo ver su espalda cuando sale rápido por la puerta a llamar al médico ¿Que hora es? Detallo mi cuerpo sin hacer movimientos bruscos: tengo intravenosas puestas, una venda rodea mi torso y cuando llevo una mano a mi frente gimo de dolor al tocar lo que creo que son puntos, lo que me ayudaba a respirar me lo he arrancado sin darme cuenta.

Un médico con dos enfermeras entran por la puerta, más Alana no viene con ellos así que me supongo que no la dejaron entrar o está ocupada. Lo primero que hago es pedir agua y después de tomar comienzan  las revisiones y preguntas.

Me siento cansado a pesar de que me dijeron que estuve inconciente poco más de una semana.

Al rato los médicos salen y Alana entra de nuevo, a paso lento, tranquila y sin despegarme la mirada; analizandome con escrutinio. Le regalo una sonrisa que me regresa: se ve cansada, sus ojeras están marcadas, su cabello algo enmarañado. Quién sabe desde cuándo está aquí... Aún así, me siento como un hombre afortunado de despertar y que sea ella el primer rostro que veo y la primera sonrisa en darme la bienvenida.

— ¿Tú no deberías estar en otra parte del mundo? — Pregunto con mi voz aún carrasposa por el dolor de garganta que a aliviado, pero sigue.

Llega a mi lado por fin y muero por tocarla, supongo lee mis intensiones porque se sienta en la orilla de mi cama y toma mi mano, entrelazando sus dedos con los míos y dejando ahí su mirada. Cuando la cruza de nuevo con la mía no se qué es lo que detecto en ella.

— No, debía esperar por ti y asistir a una boda.

Frunzo el ceño. De todas las respuestas que me pudo dar, esa fue la que menos me esperaba.

— No me digas que Diana en una semana logró amarrar a Andrés.

Ríe con ganas y niega.

— ¿Y quien se casa?

Detecto cierto nerviosismo en ella que me desconcierta, su mirada avellana se vuelve más profunda de lo que ya de por sí es.

— Nosotros... Tu y yo.

— ¿Ah?

No se qué cara de confusión tendré, pero logra arrancarle una carcajada y luego disimula limpiandose una lágrima que ha rodado por su mejilla.

— Cuando estabas... ya sabes. — Suspira y aprieto su mano, llevándola a mi boca para darle un beso ahí. — Pasaron tantas cosas, llegué a pensar en la posibilidad de que jamás te tendría de nuevo y yo, bueno. Prometí que si te despertabas nos casariamos como se debe... Así que ¿Que dices? ¿Nos casamos de nuevo?

Me toma solo segundos procesar sus palabras.

¡Si! ¡Si, si, si, si! De poder moverme ya estaría saltando y gritando a todo el hospital. Pero en su lugar, me mantengo serio, solo para molestarla un poquito.

— ¿Tuve que casi morirme para que decidieras aceptar lo que te pedí unas mil veces?

Veo como en un segundo su sonrojo hace acto de presencia y su nerviosismo aumenta sobremanera.

— No, no, en serio quiero ...

Soy mal actor, así que no aguanto la risa y la jalo un poco hacia mí para poderle sostener el rostro entre mis manos y antes de que diga algo darle un pequeño beso, para responderle tan cerca que nuestras respiraciones se mezclan y nuestros latidos   arman una carrera.

— Porque si es así, hubiese puesto mi vida en riesgo hace tiempo, Ali.

Esa sonrisa fácil que tanto me encanta y de la que jamás me cansaré aparece y se lanza a besarme. Sus labios se sienten tan suaves y acostumbrados a los míos, su lengua se encuentra con la mía e ignoro el latigazo de dolor que me recorre el cuerpo cuando me enderezo un poco. Su apenas perceptible y característico olor a vainilla llena mis fosas nasales y es como una anestesia. Toda ella me hace olvidar que existe un mundo más allá de nosotros, jamás podré cansarme de ella.

Nos separamos cuando la respiración nos falta pero no le permito alejarse mucho. Jugueteo con su enredado cabello entre mis dedos y la contemplo.

— Te amo, Ali.

Sus ojos se ponen llorosos y ríe.

— Yo te amo más que al helado.




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Oliii
Capitulo corto porque el siguiente es el largo jjaajj

¿Opiniones?

¿Ya pueden respirar?

Love pa' ustedes

Enseñame a Querer Where stories live. Discover now