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Mudarse se sentía como un gran paso en sus vidas, una nueva aventura. Si tan sólo no fuera porque el Pelirrojo invadiría los pocos metros cuadrados de ese pequeño departamento en todo momento. A Buggy se le humedecieron los ojos de solo pensar en lo sofocante que iba a volverse ese infierno desde ahora, comenzó a llorar. 

Rayleigh lo vio y le hizo cariño en la cabeza, despeinando su brillante cabello azul. Sus chicos estaban creciendo, era triste tener que dejarlos ir pero como padre ya había hecho todo lo que podía por ellos. Ahora solo debía ver si les había enseñado bien y aguardar a la distancia para poder apoyarlos. 

—Está todo bien. Lo harán genial— le animó mientras su muchacho lloraba silenciosamente. Y es que él tenía plena confianza que lo haría increíble.

Shakuyaku estaba con Shanks saludando a los vecinos de los demás departamentos. Lo que fuera necesario para demostrar que esos niños no estaban solos. Mientras, Rayleigh y Buggy terminaban de bajar las cajas. 

A pesar de que los padres estuviesen dejando que ellos se fuesen, se encontraban allí para hacerles saber que siempre contarían con ellos. Como en ese momento.

Buggy se limpió rápido los ojos, borrando su delineado y desparramando el maquillaje en su cara, se giró y lo abrazó. —¿Puedo ir los fines de semana?

—¡Claro! Es tu casa— le abrazó de vuelta. 

Ese era su muchacho. De hecho siempre supuso que sería el primero en irse por lo independiente que demostró ser desde pequeño, aunque era relajado y prefería una vida sin deberes, se volvía muy dedicado cuando se emocionaba genuinamente. Por otra parte, lo que no esperaba era que Shanks se aferrara a Buggy de esa manera, supuso que protestaría y mostrándose de un humor odioso por unos cuantos días, ya que era demasiado apegado a su hermano. Aún así, Rayleigh no imaginó que Shanks lo manipulara para irse también con él. Como resultado, ahora sus dos hijos más pequeños estaban mudándose en busca de su independencia. Solo esperaba que Shanks aprendiera un poco de autosuficiencia, y de esa forma ambos pudiesen partir rumbo a sus propias aspiraciones.

—Recuerda que si Shanks te causa algún problema solo tienes que hacer una llamada y nos lo llevamos de regreso. 

El chico de cabello azul alzó su vista con sus ojos brillantes. —¿En serio?— Eso era mucho poder y a él eso le encantaba. Tener el control. 

Su padre se rió brillante, podía hacerse una clara idea de lo que pensaba el muchacho, pero sabía que aunque tentadora fuese la idea, no acabaría tomando decisiones arbitrariamente. Aunque en su cabeza se imaginara fervientemente que se deshacía de su hermano. —Claro— Él los habría criado a ambos después de todo, y los conocía como la palma de su mano. 

Después de aquel reconfortante abrazo echaron un vistazo al departamento. Debían revisar que no tuviera fallas e imprevistos, con las ventanas abiertas para ventilar el aire a encierro, todo parecía estar en orden. Shaky volvió con Shanks e hicieron un recorrido breve, ya que el departamento solo poseía un recibidor, baño, cocina-comedor, una sala muy pequeña y dos habitaciones. 

—Era un precio económico, ciertamente— concedió Shaky. Para el precio no estaba mal pero aún así con lo cómoda y amplia que era su hogar, no le agradaba la idea de que sus chicos vivieran en un lugar tan limitado como ese. 

Ray la tomó de los hombros —Así son los departamentos para estudiantes, Shaky. No vivirán acá hasta los treinta años. 

Una cosa por otra. Era obvio que sus muchachos, quienes estaban bien encaminados, saldrían de ese lugar al terminar sus estudios. O tal vez volverían a casa para estar más cómodos y terminar allí de formarse académicamente, lo que fuera. Ambos padres confiaban en que algo así sucedería. Shaky suspiró. Bueno, sus tres pichones volaron del nido al mismo tiempo, quién lo diría. 

Custodia compartida.(Efecto mandela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora