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—¿Qué ocurre contigo y esa cara de bobo?— Preguntó la ceñuda mujer del cabello rosa pálido. 

Shanks sonrió más abiertamente. —Ah, solo es el amor. 

Ella hizo mueca pero luego le dio una calada a su cigarro. El pelirrojo tenía razón. —El amor es una batalla que ya hemos perdido. ¡Lo importante es seguir atacando!— Declaró con la figura de un hombre en el reflejo de sus lentes oscuros. —¿Cómo va el proyecto?— Preguntó a sus nuevos esclavos. 

La mujer de cabello negro y lentes estaba concentrada haciendo las ilustraciones para el libro de imágenes. Asintió sin decir nada. La mirada de Hina se dirigió esta vez hacia Bartolomeo, quien extendió su trabajo en su dirección, aquel doujinshi EreMin. 

Hina lo tomó, apagó su cigarro y se sentó. —¿Dónde está closetero con cabeza de balón?

El pelirrojo le dio vuelta a la pagina de un manga que lo tenía medio interesado. —Dando exámenes recuperativos.

—Qué mediocre— Masculló Hina antes de internarse en la lectura. 

Al terminar, Shanks se puso de pie y como el presidente del club fue a la pizarra. Golpeó con el plumón rayando en un calendario, eran sus fechas límites. —Un momento por favor— todos levantaron la cabeza de sus ocupaciones. —Gracias a la señorita Tashigi pudimos inscribirnos satisfactoriamente al Comiket de invierno. Llevaremos a cabo los dos doujinshis de los que tienen el manuscrito terminado, más el portafolio. En total son tres proyectos para vender en ese evento. Hay que cumplir las fechas para que la imprenta tenga las copias listas y esa sería nuestra mayor preocupación. 

Hina levantó la mano —¿Dos doujinshis? ¿Cuándo pasó eso?— ¿Por qué ella no estaba enterada?

—Ese día que no asistimos al club, se me ocurrió otra idea en la casa del superior— Respondió Barto, esperando que la mujer no le estallara por incluir otra pareja rival de su ship.

Shanks retomó la palabra —Fui a preguntar al club de manga cuántas copias podíamos incluir pero ellos no fueron cooperativos. Supongo que como somos un club nuevo, no nos tienen en estima. 

—Son gente mala— Agregó Tashigi, ya que ella fue a todos los clubes antes de inscribirse en ese. 

—¡Son unos desgraciados, es lo que son...! En fin, tendremos que improvisar— No tenía sentido matarse por ello, pensaron todos en realidad. Hina apretó los puños de la rabia.

—Lo que queda por ver es cómo vamos a invertir para pagar las copias— el pelirrojo miró a Bartolomeo —nosotros teníamos planeado hacer que Helmeppo haga la contribución y luego solo se le retribuye el préstamo del dinero. Con las ganancias podríamos financiar el resto de los proyectos en el futuro. 

Tashigi se inquietó. ¿Acaso estaba bien hacer que una sola persona corriera con todos los gastos? Y más alarmante todavía, iban a continuar haciendo ese tipo de proyecto más adelante. Enrojeció perdiéndose en la ambición de dibujar más y más cosas pervertidas y poses prohibidas de sus animes favoritos. —¿Está bien eso? 

Todos se miraron y alzaron la mano a la vez. —¡Qué el otaku closetero pague todo!— Dijo fuerte y claro la fumadora. 

Nadie sintió culpa por ello, todo el club pensaba igual. Helmeppo iba correr con toda la financiación otra vez. 

Tashigi se replegó con Bartolomeo, siendo su compañero dibujante ella quería saber cómo había hecho para conseguir esas fabulosas poses para sus dibujos. De pronto el dibujo de Barto mejoró explosivamente. A Hina le brillaban lo ojos. —¡Esto es excelente! ¡Las manos... Dios, es lo mejor!— Jugó en la silla emocionada hasta que recuperó su aspecto fiero. Carraspeó —muy bueno, esto se va a vender definitivamente. Ahora, ¿Cuál es el otro?— Extendió la mano emocionada por otra dosis de material.

Custodia compartida.(Efecto mandela)Where stories live. Discover now