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Llegar a casa de sus padres se extendió como el primer evento de la salida a la playa. Uta estaba muy feliz chapoteando en la piscina, era como ver un pequeño pececito precioso de muchos colores. Buggy descargó el equipaje cerca de la puerta, detrás suyo estaba Shanks viajando en el mundo de la fantasía, o mejor dicho perdiéndose en ella.

Shaky lo abrazó y se largó a reír —¿Tenías qué pasar por esa tortura?

—No lo fue, sería más tortuoso para mí comprar un aire acondicionado para ese viejo departamento—. Negó. Sobre mi cadáver. —Gracias a eso nos vamos a la playa, es el primer viaje a la playa para Uta. 

Shaky sonrió muy a gusto abrazando a Shanks que estaba en modo automático y se movió hasta el despacho de Ray, donde estaba su padre. —Me encantaría verlo, aprovecha de sacar muchas fotos y de enviármelas—. Volteó para ver a Shanks —¿Le pasó algo?

—No sé, se le apagó el cerebro en medio del trayecto. Le hablé sobre comprar unas yukatas en el hostal para que todos tengamos para los festivales de veranos y dejó de hablar.

No iba a volver a caer en su juego. Si le ponía más atención de la qué debía lo arrastraría a sus juegos de crío inmaduro como cuando cayó en la treta de la cama en su habitación. Eso fue demasiado embarazoso para volver a repetirlo. 

Después del almuerzo tardío por culpa del horroroso calor húmedo de Japón. Los tres fueron a la estaciones de trenes que salían de la ciudad hasta la playa. Shanks estaba junto a la otra ventana mirando de frente a Buggy, el de cabello azul estaba concentrado sujetando con el cinturón a Uta que había intentado hacerlo por sí misma pero luego que sus manos resbalaran un par de veces fue asistida. Ellos compartieron audífonos para ir escuchando la misma música. 

Sin darse cuenta, en realidad como el viaje era bastante cómodo, tal vez y debido a ellos, los dos pelirrojos estaban durmiendo en tiempo récord. Ambos pudiendo ir mirando por la ventanilla el buen paisaje se quedaron profundamente dormidos. Uta inclinada completamente hacía Buggy y Shanks con la cabeza para atrás del asiento, roncando  y a patas sueltas, mientras otros pasajeros fingían modestia y lo ignoraban. Buggy les pidió disculpas a los más cercanos por los inconvenientes. 

Ni modo, no pienso despertarlo. Está mucho mejor inconsciente o dormido, qué despierto. Se hizo el gil mirando por la ventana. Solo los despertó poco antes de bajar. Tomó a su princesa somnolienta y tallándose sus ojitos y arrastró a Shanks fuera del vagón, los dos pelirrojos tenían un despertar un poco lento.

Saliendo de la estación el sol los asoló nuevamente pero la fresca brisa del mar compensaba. El ruido ominoso del oleaje llamó la atención de Uta que iba con ojos nubosos hasta ahora colgando sin energía del hombro de su padre. Abrió los ojos de par en par impresionada al ver el mar por primera vez, sus violetas se llenaron de azul profundo y brillaron a la vez. Quería ir corriendo de una buena vez.  —¡Papá! ¡Puedo ir sola!— Quería bajarse y correr hasta allá. 

—Primero vamos a caminar un poco hasta que se despierten bien— les dijo a los dos Buggy. Shanks estaba arrastrando los pies detrás suyo, el sol anaranjado de la tarde le daba justo en los ojos. —Antes que, nada el mar no es para llegar y entrar. No es una piscina. 

El pelirrojo dejó caer su cabeza en el hombro desocupado de Buggy y sus manos que caían sin propósito balanceándose por inercia encontraron rápidamente algo que hacer, le tomó la mano desocupada a Buggy, cuando el de cabello azul lo miró este solo entrecerró los ojos con ociosidad, como si estuviera durmiendo todavía. Una lenta caminata los llevó hasta el hostal donde Buggy reservó una gran habitación para tres personas.

El lugar tenía un aspecto tradicional y se veía agradable y cálido. Bajó a Uta, quien ya en el suelo se pegó a su pierna como hacía siempre de estar en un lugar nuevo. Shanks tambaleó a un costado soltándole la mano disimuladamente mientras Buggy los registraba. Ya dentro de la habitación padre e hija recorrieron toda la habitación, abriendo cada puerta y ventana con gran entusiasmo. 

Custodia compartida.(Efecto mandela)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant