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*narra Maria*

Me desperté a la mañana siguiente, echaba de menos a Pedri pero necesitaba tiempo para mi. Mi familia me pregunto por el viaje y por cuando iban a poder conocer a Pedri, les dije que bien ya que no quería que se enterasen de lo de Marcos, ellos lo conocieron y para ellos era un buen chico.

— ¿Y Marcos? No sabia que el también iba ¿que tal con el? -dijo mi madre-
— Bien
— ¿Sois amigos verdad? Es un buen chico que te quería mucho lo único que puedes hacer es ser su amiga
— Si mamá somos amigos

En realidad era cierto éramos amigos aun que yo no esté de acuerdo con eso. Subí a mi habitación tras desayunar y me di una ducha y me vestí, no me acordaba de que aquí no tenía ropa así que tuve que ponerme un chándal que me compré una vez pero que nunca me llegue a poner.

No me puse lentillas porque estaba demasiado perezosa, otro secreto de mí que nadie sabe a parte de que odio ir en chándal es que tengo gafas.

Tras despedirme de mi familia fui a casa de los chicos de nuevo, el camino andando fue tranquilo y me hizo pensar en muchas cosas como por ejemplo en las palabras de Pedri. Era cierto que él se había comportado como un cabron pero tenía razón, Marcos me amenazaba y yo acababa cediendo a cualquier cosa que él me pedía.

Llegue a la casa y abrí la puerta viendo a un Gavi sorprendido mirándome, era el único que estaba despierto por lo que se ve y no sabía si hablar con él o no

— Hola -dije entrando-
— Hola -dijo el mirándome- ¿desde cuando utilizas gafas y vas en chándal? ¿Quien eres tú y que has echo con María? -me reí-
— Desde los 4 años pero siempre llevo lentillas -dije y él se acercó a mi-
— ¿Como estas? -me preguntó-
— Bien -suspire- aunque he tenido mejores momentos la verdad -dicho esto él me abrazo y le devolví el abrazo, lo necesitaba en ese momento-
— Estamos solos tranquila -dijo- no puedo seguir fingiendo más ni quiero que te alejes de mi -suspire- María tienes razón en que delante de Lucia deberíamos de comportarnos como lo estamos haciendo pero cuando ella no está no tenemos porque ser desconocidos
— A mi tampoco me gusta estar así contigo -dije, aún estábamos abrazados-
— Pues entonces volvamos a ser los que éramos
— Está bien -sonrei, al fin había solucionado al menos esto-
— Te quiero -dijo dándome un beso en la cabeza antes de separarnos-
— Y yo -sonrei-
— Te quedan bien las gafas, estás muy guapa -dijo- ahora sí que pareces nuestra profesora -me reí-

Lucia bajo mirándome con cara de incertidumbre

— ¿En que momento te has puesto un chándal y te has puesto tus gafas? -rei-
— No se me apetecía
— ¿Te apetecía ponerte un chándal? -asenti- ay dios si que estás mal -dijo viniendo hacia mi y abrazándome-
— Que estoy bien de verdad solo necesitaba tiempo para desconectar -le seguí el abrazo- ¿y Pedri?
— Durmiendo -dijo Gavi- lo hizo mal ayer pero aún estaba enfadado por el partido no se que le ha pasado esta vez -suspire-
— Es cierto que se lo deberías de haber contado en su momento pero no creo que él estuviese acertado con lo que te dijo -dijo Lucia y todos vimos como un Pedri adormilado bajaba-
— Buenos días -dijo- María quiero hablar contigo -me miro- ¿desde cuando tienes gafas?
— Siempre llevó lentillas
— ¿Y ese chándal? Si tu nunca te has puesto un chándal
— ¿Vas a hacerme un interrogatorio de lo que llevo puesto o vamos a hablar? -dije-
— Nono hablemos -dijo mirando a Lucia y a Gavi-
— Está bien nos vamos -dijo Lucia llevándose a Gavi dejándome sola con Pedri-
— ¿Como estas? -me pregunto-
— He estado mejor -le dije seca y el suspiro-
— Lo siento -dijo cogiendo mis manos- fui un cabron sin sentimientos y en vez de apoyarte te dije eso
— Se que debería de habértelo dicho en el momento que paso pero no me sentía preparada para hacerlo -una lagrima se me cayó al recordar lo de aquella noche- lo pasé muy mal y no sentirme apoyada cuando te lo conté me dolió mucho
— Estaba enfadado porque no me lo contaste en su momento
— Acababa de pasar -empecé a llorar- pensé que si no te lo contaba era como si no hubiese pasado -vino a abrazarme-
— Y yo me comporté como todo un gilipollas -le devolví el abrazo y él me abrazo más fuerte dejándome llorar- como te explico que cada vez que me abrazas lo único que quiero es que no me sueltes nunca -sonrei- lo eres todo para mi y pensar que ese desgraciado te ha -lo frene-
— No digas nada -lo frene- no quiero volver a hablar del tema
— Está bien -me acaricio el pelo- pero quiero que sepas que a partir de ahora voy a estar ahí para ti
— Gracias -le di un beso en la mejilla y me miro haciendo un puchero- ¿que pasa?
— ¿En la mejilla? -dijo y me reí-
— Sigo un poco enfadada lo siento -me separe de él y cuando estaba a punto de irme me cogió del brazo haciendo que estuviésemos otra vez cara a cara-
— Voy a hacer que se te quite el enfado -dijo antes de besarme-
— Puede que ahora esté menos enfadada -nos reímos-

La casualidad Where stories live. Discover now