Atiny day

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Su vientre era tan grande como una sandía. Daría a luz pronto, y apenas estaba procesando la idea de que sería padre.

―¿Me veo como alguien que subió veinte kilos?

Yeosang lo miró.

―San, es normal subir de peso en el embarazo.

―Pero el bebé solo pesa tres kilos, ¿cómo pude haber subido veinte?

Yeosang soltó una risilla y se bajó de la cama para ir hasta su esposo, lo tomó de la cintura y dejó un beso en su mejilla.

―Me gustas.

―¿Y eso que tiene que ver con lo que estamos hablando? ―San frunció el ceño.

―Me gustas, dije que me gustas, ¿puedes pensar en ello? ―dijo Yeosang dándole más besos en las mejillas―. Además, con tu entrenamiento, bajarás de peso enseguida de dar a luz.

San abultó sus labios y dejó caer la cabeza en el hombro de su esposo.

―Los jeans no me suben.

Yeosang apretó su cintura con las manos.

―Haré que te suban ―susurró con la voz gruesa.

―No seas puerco ―se quejó San dándole un golpe en el hombro para reír después―, estábamos pasando un buen momento de pareja.

―No estaba siendo puerco ―Yeosang sopló sobre el cuello de San causándole una risa alta―. Mejor terminate de vestir así nos vamos.

San miró las estrías en su vientre y abultó su labio inferior.

Ambos irían a la fiesta de cumpleaños de su sobrina, pero el viaje era de una hora hasta la quinta que su hermana había alquilado para el festejo.

Yeosang se subió al auto y esperó a que su esposo subiera para encenderlo y salir del estacionamiento. El menor estaba algo irritable y se quejaba de sus pies hinchados de vez en cuando, haciendo que Yeosang le besara la mano de tanto en tanto, mostrándole que estaba ahí para él y que escucharía cada una de sus quejas.

―Falta poco, ¿todavía quieres ir al baño?

―Sí... ―San hizo pucheros―. Me estoy haciendo encima...

Yeosang negó con la cabeza y aceleró un poco.

―Ya pero maneja con cuidado, Toretto, que llevas un hombre y su bebé.

Yeosang soltó una risilla.

―Estás a salvo conmigo, cariño.

―Siempre estoy a salvo contigo. ―Murmuró San guiñándole un ojo a su esposo.

El camino no era tan transitado, por lo que el viaje fue tranquilo. Ambos llegaron a salvo a la quinta y fueron recibidos por sus familiares.

La pequeña cumpleañera corrió a abrazar a su tío a penas verlo en la entrada.

―¡Tío San! Que bueno que hayas podido venir. ¡Mamá me dijo que no vendrías! ―Dijo la niña de nueve años, cruzada de brazos.

―Hola, lindura. Le dije a tu mamá que podría no venir porque me duelen mucho los pies y estoy cansado, pero al final decidí venir. No me iba a perder tu cumpleaños ―dijo San dándole un beso en la frente a su sobrina.

La niña estaba muy emocionada de ver a sus tíos, debido a que había pasado gran parte de su vida con San, siendo este su niñero cuando su madre estaba estudiando ya que fue madre muy joven.

―¡Te enseñaré mis regalos! ¡La abuela me compró una super casa de muñecas!

―Wow, ¡increíble! Pero primero déjame ir al baño.

(...)

San ya había terminado de comer, estaba bastante lleno y por fortuna no había sentido ningún malestar más allá que sus pies.

―Luego te quejas de que estás gordo, mira todo lo que comiste ―le dijo su madre señalando los platos vacíos alrededor de San.

―Mamá, déjame tranquilo.

San había hecho las pases con su cuerpo durante el viaje y se había propuesto comer lo que quisiera sin tener remordimientos.

―Él come por dos así que puede comer lo que quiera ―dijo su primo Minho.

―Es cierto ―señaló San.

Su madre rodó los ojos y se encogió de hombros puesto que no podía hacer nada, más que seguir escuchando las quejas de su hijo.

―Eres perfecto, cariño ―susurró Yeosang dándole un beso en el cuello―. No le hagas caso a tu madre.

Yeosang miró la hora en su reloj y apretó la mano de San para llamar su atención. El menor volteó a verle con curiosidad.

―Se nos hará de noche si no nos vamos ahora.

Ellos eran los que vivían más lejos así que serían los primeros en irse. San no quería hacer el viaje de una hora otra vez, pero no tenía de otra, así que se levantó y siguió a su esposo, despidiendo a todos con reverencias cortas y besos.

―Cuando tenga al bebé iré al gimnasio al menos tres veces por semana.

Yeosang volteó a verlo por un momento.

―Estás bien con el peso que tienes, es un peso saludable.

―¿Qué sabes tú de peso saludable? ―San se cruzó de brazos.

―No mucho. ―Yeosang rodó los ojos―. Pero te ves bien.

San se había olvidado de que hizo las pases consigo mismo anteriormente y ahora estaba arrepentido de haber comido tanto.

―Te ves perfecto, ¿o no te importa lo que piense? ―Yeosang estaba usando una carta peligrosa en ese momento, pero ya no sabía qué decirle a su esposo para que dejara de pensar em su peso.

―Sí me importa ―dijo San haciendo un puchero―. Pero es que... me veo al espejo y pienso que ya no soy atractivo para ti. Sin embargo, me sigues diciendo que soy perfecto y que te gusto... Así que eso me hace feliz.

Yeosang volteó a verlo nuevamente.

―Amor, una vez más, eres perfecto, y vas a tener a mi hijo, las marcas que eso te deje en el cuerpo son la prueba del amor más grande que puede existir. ―Yeosang apretó su pierna con una mano―. Voy a adorar tu cuerpo aun si pesas doscientos kilos (aunque eso no es saludable) y lo seguiré adorando aunque estés lleno de cicatrices. ¿Me entiendes?

San sorbió sus mocos y asintió, llevando una mano a su rostro para limpiar las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos.

―Te amo, ¿sabes? ―Dijo San entre hipos.

―Lo sé, cariño, yo te amo más.

17012024

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17012024

holis, sigue el woo day me parece. Si pinta subo otro, y sino nos vemos mañana

Treasure ⸺ateez。2019Where stories live. Discover now