02. Me acosa un callejón (II)

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Ni las carreras sordas entre los cubos de basura (seguramente producidas por ratas), ni el agitarse de las escaleras anti-incendios fruto de las corrientes de aire, me habían producido la más mínima inquietud debido a la costumbre, pero sí la oscuridad. Aquella ausencia de luz tan profunda como repentina era una absoluta anomalía.

Levanté la vista, más curiosa que sobresaltada, para encontrarme con un cielo nocturno totalmente fuera de su horario asomando sobre las cornisas de las azoteas ¿Se había tomado la tarde unas vacaciones? Porque apenas era mediodía y no había rastros del astro rey o sus rayos. Era cien por cien imposible que la noche cayera a tal velocidad, ni siquiera aunque hubiese tenido lugar un eclipse del que no me hubiera enterado (Algo poco probable. Esos asuntos solían estar en boca de todos).

Por simple precaución (ya he dicho que esos lugares sí eran peligrosos si no podías tener controlados tus alrededores) apreté el paso, encontrándome así de frente con otra sorpresa. Más allá del callejón, en la calle en la que desembocaba, el sol lucía con tanta fuerza como lo había hecho unos segundos atrás.

Volví a mirar hacia arriba. Sobre mí, el cielo seguía más apagado que un túnel del metro.

En una calle era de día y en otra noche cerrada. Raro como mínimo.

«Será alguna especie de nube», intenté convencerme a mí misma.

Por supuesto, se quedó en un intento. Algo iba mal, no sabía qué, pero algo iba mal. Estaba convencida de ello. Por eso apreté el ritmo para salir cuanto antes de allí hasta que llegué al extremo del callejón y vi la avenida, cálida y resplandeciente ante mí.

Entonces volví a respirar con normalidad. Todo había sido una paranoia fruto de malas experiencias pasadas.

Una bien marcada línea separaba la oscuridad y la inquietante sensación que transmitía el siniestro callejón, de la luz, el bullicio y el transitar habitual en una avenida cualquiera de la Gran Ciudad. Puse un pie al otro lado sintiéndome una estúpida por aquel repentino accésit de pánico irracional y entonces todo mi mundo se dio la vuelta

Ojo. Cuando digo que "mi mundo se dio la vuelta" no me refiero sólo al cambio paradigmático que comencé a asimilar a base de golpes a partir de ese preciso instante, sino a que se "dio la vuelta" de una forma totalmente literal. La visión se me revolvió como si alguien me hubiera metido en una lavadora gigante y no pude ni moverme hasta que mis deportivas tocaron al fin el suelo como si no hubiera pasado nada. Pero sí había pasado:

No sólo seguía dentro del mismo callejón (a pesar de estar segura al cien por cien de haber salido), sino que además estaba en la boca por la que había entrado.

Una graciosa mueca de incredulidad invadió mi rostro con un ataque relámpago que afortunadamente nadie vio. Traté de sacármela de encima y aclarar mis ideas con un par de sacudidas desconcertadas de cabeza.

Lo que acababa de pasar era imposible.

Con el corazón en un puño, me di media vuelta y deshice mis pasos. Aquel sitio comenzaba a ponerme los pelos de punta, quería largarme de allí y me daba igual hacerlo por un lado que por otro.

Para mi desgracia, sí que importaba poco mi elección de una escapatoria, pues hiciera lo que hiciese, obtenía el mismo resultado: En cuanto ponía un pie fuera del grisáceo callejón mi cuerpo ni siquiera tocaba la cálida acera iluminada por el sol, sino que era enviado de viaje (junto al resto de mí). Un vuelo sin escalas en una especie de montaña rusa con recorrido de un solo segundo que me dejaba en la desembocadura contraria de la misma calle.

Una podía haber crecido desde pequeña en las calles de Nueva York, pero eso era en las calles normales, las que seguían las leyes de la lógica, no en... bueno, en lo que quiera que fuera aquello. No pude evitar sentir una punzada de miedo clavándoseme cada vez más profunda en el estómago.

Para evitar a toda costa ser presa de aquel temor atenazante decidí pasar al Plan B. Siempre es reconfortante mencionar que existe algo llamado "Plan B", aunque en realidad no exista tal cosa. Así pues, mi improvisado Plan B se basaba en eso de "A la tercera va a la vencida".

Atravesé todo el callejón a la carrera procurando no caerme por la mochila que bailaba de un lado a otro en mi espalda y, por supuesto, no tardé en estrellarme con el frío "No hay dos sin tres".

Volvía a estar donde había empezado.

— ¿¡Pero qué narices!? —Grité frustrada.

Esa situación ya era demasiado surrealista para mí ¿Acaso aquella calle tenía complejo de cinta de Moebius?

Los continuos malogros de mis intentos por encontrar una salida comenzaban a hacer aflorar ese instinto por el que (lo reconozco) en ocasiones gozaba de dejarme llevar: el de resolver mis problemas a base de golpes y mala leche. Obviamente, darme de puñetazos con un montón de ladrillos, cemento, metal y asfalto era algo que no podía salir bien (hasta ahí llegaba), por eso pasé directamente al Plan C:

"C" de "Corre y sal de aquí Cuanto antes y Como puedas".

Golpeé, pateé o intenté forzar cada cierre, puerta o verja metálica de los edificios colindantes ¡Que le dieran a la propiedad privada, quería salir de allí!

Nivel de éxito obtenido con dicha estrategia: cero. Ni tenía la fuerza ni la habilidad necesaria para esas cosas.

Así pues, pasé a la siguiente estrategia desesperada: Traté de aferrarme a alguna escalera de incendios para subir hasta las azoteas y escapar por ahí. Como si se tratase de algún chiste sádico, ninguna estaba al alcance de mis manos, que comenzaban a emanar un sudor frío fruto del pánico.

Aquel sitio era un maldito sinsentido. Y lo peor era que comenzaba a darme en la nariz que esa calleja ya nada tenía que ver con el resto de Nueva York, pues el bullicio sempiterno de la gran ciudad, la banda sonora de toda mi vida, no sonaba por ninguna parte.

Cada vez más frustrada observé el "espacio abierto pero cerrado" que me rodeaba mordiéndome con fuerza la lengua. No parecía haber nada fuera de lo normal (aparte del cielo nocturno y la falta de limpieza) entonces, qué era lo que ocurría.

¿Estaba encerrada allí? ¿Por qué? ¿Y por qué en un sitio en el que lo más parecido a algo comestible eran los restos de los cubos de basura?

Buscando algo de desahogo a la mezcla de miedo visceral y desengaño que me recorría de arriba abajo, agarré una lata de Red Bull vacía cercana y la lancé con todas mis fuerzas hacia la invisible barrera que separaba la oscuridad de aquel sitio de un día normal en la Gran Manzana.

Para mi sobresalto, no sólo no apareció por el otro lado (como tantas veces había hecho yo con anterioridad), sino que rebotó en el aire y volvió con fuerza hacia mí. Logré esquivar por poco la inesperada venganza de mi propio proyectil pero, como resultado de saltar sin mirar hacia donde, hice pie en una grieta del asfalto y caí sobre un charco de agua estancada (o al menos esperaba y deseaba que sólo fuera agua).

— ¡Maldita calle de mierda! —Rugí con un grito furibundo agudizado por el miedo— ¿¡Te estás quedando conmigo!? ¡Obedece las malditas leyes de la física y déjame salir!

Por supuesto, le estaba gritando a una calle vacía y nadie contestó...

... Al menos en forma de palabras pues, mientras luchaba por secar mis empapados pantalones vaqueros (sin pensar demasiado en cuál era la sustancia culpable de su estado) se produjo un cambio:

Sin previo aviso cayó a varios metros de mí una enorme gota de algo denso y oscuro, con una consistencia que recordaba al petróleo e impactó con el asfalto provocando un sonido de succión parecido al de una bola de plastilina en una situación similar.

Me quedé rígida y muda mientras observaba esperanzada aquella novedad en mi prisión estática... No tardaría en arrepentirme de esa esperanza.

La misteriosa masa comenzó a cobrar vida propia, a contorsionarse sobre sí misma como si de un Flubber azabache se tratara, mutando y retorciéndose hasta formar una especie de figura de persona goteante, semilíquida, negra y sin rostro, digna de una película de terror de Serie B.

Si esa era la forma de aquel lugar de responder a mi petición de libertad tenía algo muy claro: Habría estado mejor perdiendo el tiempo en el instituto.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Where stories live. Discover now