04. Miradas que derriten (II)

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Sobresaltados, nos volvimos casi al unísono hacia el origen del reclamo.

A apenas unos metros, sobre el asfalto todavía humeante, acababa de aparecer otra anomalía física mayúscula. Una espiral de algún líquido brillante giraba sobre sí misma, como si alguien hubiese quitado el tapón del espacio-tiempo y la realidad se escapase por aquel punto concreto.

¿Suena difícil de imaginar? ¡Y a mi qué! No soy escritora y, aún si lo fuese, a saber cuántas podrían describir con precisión algo completamente ilógico.

En todo caso, lo más preocupante del asunto era que mi sobrecalentado pretendiente había recuperado la seriedad de golpe, volviendo a escudarme tras su espalda. Eso hizo saltar de nuevo todas las alarmas de mi mente (si es que todavía quedaba alguna sin vociferar hasta reventar).

Puse todos mis sentidos en aquel fantasmagórico torbellino esperando verlo convertirse en el Big Crunch que destrozaría mi universo de una vez por todas (en cierto modo, lo era). Sobre su superficie no tardó en tomar forma una figura femenina que se desprendió del líquido elemento como si de una segunda piel se tratase.

Sus ojos atraparon al instante toda mi atención: Dos balas resplandecientes de acero pulido que apuntaban con furia al mundo recién abierto ante ellos.

El gesto malhumorado de sus labios tampoco prometía ser portador de buenas noticias, por muy bien que luciese cincelado en un rostro de absoluta belleza marfileña.

Después de depositarla en el callejón, la espiral misteriosa se quedó gravitando sobre sí misma mientras ella se dirigía hacia nosotros con el paso resuelto de un superdepredador impreso en sus piernas bien torneadas.

 Desde luego, su atuendo dejaba menos a la imaginación que el del recién presentado Drake Redfang. Vestía un traje ceñido sin mangas y con unas perneras cortísimas de algún material tan oscuro que hasta la luz parecía negarse a posarse sobre él. Eso creaba un fuerte contraste con su piel nívea pero, en conjunto con el peinado de su cabello -también negro y con las puntas erizadas-, le daba un aire entre gótico y punk bastante particular.

Para añadirle un toque todavía más intimidante, las llamas que todavía ardían por doquier arrancaban siniestros destellos de las botas y brazales que llevaba puestos, así como de un broche que afianzaba dos cinchas cruzadas sobre su pecho. Un pecho bastante generoso, por cierto. No era ninguna exageración, pero no pude evitar... (¡Eh! Un momento ¿Por qué diablos estoy hablando de eso?)

Vale, admito que su apariencia me dejó de piedra. Ya lo he dicho, yo tenía un físico medio y tanto ella como el energúmeno cuya mirada escarlata se iba tiñendo de puro pavor cuanto más se acercaban daban la impresión de participar en el reparto de algún blockbuster (el tipo de películas, no el videoclub).

—¿Se puede saber qué está pasando aquí? —Curiosamente, yo también quería conocer la respuesta a esa pregunta.

Su voz transmitía la inquietante sensación de una espada desenvainándose. No usaba un tono elevado (todo lo contrario) y, aun así le bastaba para imponerse a cualquier otro sonido.

—¡S-Schwarz! —Vaciló horrorizado Drake— V-verás, había un portal irregular y-.

—Ya le contarás tus razones a otra—lo cortó la chica— Saca tu culo de esta maldita Esfera de Ouroboros mientras todo pueda resolverse con una bronca del Director y un buen castigo.

—Pero...

Pese a que frente a frente, la altura de ambos era más o menos la misma (me sacaban los dos unos cuantos centímetros) la presencia de la tal Schwarz empequeñecía todo a su alrededor. Y una vez estuvieron tan cerca, no le hizo falta más que seguir una leve vacilación en los ojos del chico para advertirme.

Fue entonces cuando nuestras miradas se cruzaron. Estaba acostumbrada a usar choques similares para intimidar a los demás, eran una buena forma de diferenciar a la gente que iba en serio de los cobardes. Sin embargo, cuando sus iris metalizados se posaron sobre mí me sentí avasallada por completo. Sólo con la fuerza impresa en aquel acto mi voluntad pasó de estar petrificada mientras luchaba por mantenerse firme a derretirse por completo.

—¡Ah! —Comenzó a excusarse Drake al verse descubierto— Ella es-.

—¡Ni una palabra! —Se vio interrumpido de nuevo por un quiebro de voz que se me antojó capaz de cortarnos la cabeza a ambos— Esto es un desastre.

El aspirante a dragón erigió un tembloroso muro con sus manos, como si eso fuese a protegerlo de algo:

—Escucha, sé que parece una humana y eso es una cagada monumental, pero tal vez el Tratado-.

—Exacto, el Tratado —resopló Schwarz, quien parecía haber encontrado la solución a aquel embrollo incomprensible— Las normas son las normas, incluso para nosotros. Mátala o bórrale la memoria y sácala de aquí. Me da igual qué opción elijas, luego volveremos a casa e intentaré que tu castigo no se salga de los límites de la tortura traumática.

—¡Eh! ¡Un momento! —Intervine. Lo de sacarme de allí me sonaba a gloria y el asunto de la tortura, aunque siniestro, no podía importarme menos; pero la moneda al aire entre mi muerte o un borrado de memoria no me hacía gracia alguna.

Antes de poder continuar mi intento de defensa, Drake me puso un dedo en los labios para silenciarme con un "Sígueme el juego" casi mudo antes de reafirmarse en su posición:

—¡No pienso hacer eso! —Me quitó las palabras de la boca.

Su terca negativa pilló de improviso a la joven de negro, pero no tanto como la frase que la siguió:

—Ella es mi pareja.

¡Oh, no! Ése juego no iba a seguirlo. Traté de morder el índice que estaba empleando para silenciarme en señal de protesta (si hubiese mordido una tubería de plomo mis dientes se habrían resentido menos), sólo conseguí que pasase a taparme la boca con la mano completa (una mano que, si bien ya no ardía de forma literal, seguía manteniendo una temperatura febril inhumana).

Y mi reacción resultó comedida en comparación con la de Schwarz: Su expresión facial no varió, seguía siendo una máscara impenetrable de indignación, pero bastó un único rictus de sus dedos para que un escalofrío invisible agitase la atmósfera a nuestro alrededor. Mis rodillas amenazaron con derrumbarse, e incluso juraría haber visto tambalearse a mi resuelto defensor. Nada comparable al efecto sufrido por el callejón, barrido por un soplido que apagó cada rastro de fuego todavía activo.

—Déjate de idioteces. Jamás pensé que, precisamente tú, bromearías con ése asunto, Redfang ¡Además, es una humana! —Escupió esa última palabra con un asco poco disimulado.

—No me importa —Drake se mantenía en sus trece, para la incomodidad creciente de quien lo reprendía— Es mi compañera, pienso llevármela conmigo.

De improviso, un cegador rayo de sol descendió sobre nuestras cabezas interrumpiendo momentáneamente la discusión. El cielo nocturno (o lo que fuese) se estaba deshaciendo de forma similar al fotorgrama quemado de un proyector. La antinatural noche se devoraba a sí misma, creando un hueco cada vez mayor por el que comenzaba a penetrar el astro rey.

—Mira por dónde, la esfera se está desvaneciendo—Comentó Drake con la confianza de quien ya ha vencido—A mí no me importaría quedarme aquí con ella —afirmó (aunque yo no opinaba lo mismo)—, pero no creo que a ti te guste esa opción.

Schwarz se mordió el labio inferior en un inesperado gesto de obvio fastidio que reveló un colmillo superior más de lo que cabría esperar. Incluso tuve la impresión de que se planteaba alguna opción poco beneficiosa para mi integridad física al verla apretar el puño, pero luego lo abrió y alzó su mano hacia mí.

Algo resplandeció bajo uno de sus brazales metálicos mientras Drake dejaba de interponerse entre ambos con expresión complacida. 

Sin mordaza que me silenciase, traté de preguntar qué narices estaba ocurriendo. Tarde. Antes siquiera de poder abrir la boca, la vorágine de agua brillante que había materializado a Schwarz cobró vida y fluyó sobre mí como una cascada horizontal.

Así salí al fin del callejón sin salida. Me habían encerrado, atacado, intentado comer viva, casi incinerado, propuesto matrimonio, amenazado de muerte y, finalmente, secuestrado. Un día completito...y todavía no había terminado.


Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Where stories live. Discover now