12. Filosofía mágica básica (II)

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No lo negaré, a mis ojos al menos, la situación había mejorado bastante tras desaparecer Drake del escenario. Los alardes de la misteriosa naturaleza a nuestro alrededor y toda aquella situación en general calaban más en mí sin tener que preocuparme por tener a un dragón salido revoloteando a mi alrededor. Pese a ello, ahora tenía un nuevo foco de incomodidad justo en frente.

Resultaba irónico que la presencia de Weissman fuese la fuente de dicho malestar, pues el anciano transmitía una desbordante sensación de paz, sin embargo en mi mente saltaba y rebotaba una pregunta a todas luces de muy mala educación. Y sí, eso no me causaba molestia alguna el noventa y nueve por ciento de las veces, pero hasta yo tenía mis límites.

—Parece que algo le ronda la mente, señorita Diana —me observó mientras alzaba una de las cejas sobre sus ojos dorados— Es usted mi invitada así que, por favor, no dudé en plantear sus cuestiones en voz alta.

«Quizá puede leerme el pensamiento —me convencí a mí misma—. De ser así, sería peor no preguntar ¿no?»

Así que abrí la boca y lo solté:

—¿Por qué va en silla de ruedas?

Tras ponerla en palabras, aquella frase me sonó todavía más fuerte que cuando planeaba entre todos mis demás pensamientos, así que me apuré a añadirle contexto para intentar rebajarla:

—Es decir, no quiero parecer irrespetuosa —todo lo vivido hasta el momento me había llevado a la conclusión de que si iba a respetar a alguien allí, mejor que fuese a él (aunque no entendiese del todo por qué)—, pero usted habló ayer de magias capaces de manipular la Creación, bendiciones y todo tipo de asuntos disparatados, así que...

¿Así que? ¿Así que una discapacidad física no me parecía nada que la magia no arreglase en películas o series? Ni yo me atrevía a soltarle algo así a alguien postrado en una silla de ruedas.

Interrumpió mi batalla interna por terminar de pronunciarme, la repentina risa de Weissman, acompañada de algunas palmadas sobre uno de sus reposabrazos de cristal:

—¿Sólo eso? —preguntó divertido— No se cohíba por algo así. Es una muy buena pregunta.

¿Lo era?

—¿Lo es?

—Lo es, sí —aseguró con expresión expectante—, pues significa que, además de estar más receptiva que ayer, es usted poseedora de una mente despierta.

—Lo que usted diga—Tenía algunos apuntes contra esa afirmación, pero si le daba ese valor a mis palabras en lugar de tomárselas como una ofensa mejor para mí.

—No —contestó en cambio a mi expresión pasota—, lo importante aquí es lo que usted dice.

—¿Perdón?

—Tanto ahora como antes, con su noble intento de proteger al señor Redfang —rememoró—. Puede intentar rechazar todo cuanto la rodea, mas si realmente lo hubiera hecho jamás habría atado los suficientes cabos para deducir que autoinculparse de su fuga aliviaría su castigo.

—Yo no llamaría a eso algo "noble" —Negué. Además, tampoco había sido cien por cien como él aseguraba. Había apostado con la esperanza de que, aunque me castigasen a mí en lugar de a Drake, lo olvidaría por completo en cuanto me borrasen la memoria.

El hombre, disfrutando del desvío por donde dirigía la conversación, se acomodó en su silla apoyando la barbilla sobre una de sus manos enjoyadas:

—¿Prefiere el término "astuto", pues?

—Use las palabras que quiera —rebatí con impaciencia al notar como se iba por las ramas—. No me interesa que me hagan la pelota, sino ponerle fin a esto de una vez.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora