20. Lágrimas multicolor (II)

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Toqué la pared más cercana activando mi salvoconducto. Me veía ya a salvo y tranquila en el interior del ascensor generado por él cuando Drake saltó a su interior, impidiendo que la puerta se cerrase. No tardó en seguirlo su recién presentada amiga, esta vez con unos movimientos tan alegres que parecía mentira haberla visto llorar de desesperación apenas un minuto atrás.

Me extrañó el repentino cambio de actitud en ella, pero... ¿qué no me extrañaba en el Mar de Esferas? Además, estaba tan muerta de hambre que sólo pensaba en llegar al comedor e ingerir la mayor cantidad de calorías posibles.

Curiosamente, esta vez fue Tessa quien tomó las riendas de la conversación, tan alegre y enérgica que no me habría extrañado si su melena, ahora pelirroja, hubiera estallado en llamas.

—Una pena no haber llegado a tiempo para ver tu prueba de nivel en Ontología —pronunciaba palabras como si respirar estuviera sobrevalorado—. Seguro que sabes un montón de trucos chulos siendo hija de quien eres. He oído que el Director Weissman ayudó a crear el sistema de Esferas de Realidad ¿Tú puedes hacerlas? Si yo pudiera crearía una en la que estar siempre con mi pareja sin que nada nos moleste ¿No sería romántico?, ¿tú qué opinas Drake?

—Eso estaría bien —asintió el dragón, provocándome con ello un escalofrío.

Diablos, ¿nunca se callaba? Era como estar encerrada con dos Drakes y ya había dejado claro que no se me daba bien soportar a ese tipo de personas.

De todos modos, aunque hubiesen estado en Ontología no habrían visto nada. Sí, en teoría cada alumno llevaba a cabo una demostración de nivel mágico pública en su primera clase con Angie, no obstante, por razones obvias, la mía había estado oculta bajo el velo de la Esfera de Realidad creada por la profesora.

En cuanto al resto de sus afirmaciones, iban directas a temas de los que no me apetecía hablar en lo más mínimo. Cuanto menos tuviera que defenderla con mi pobre capacidad para la mentira, más sólida sería mi tapadera como hija de Sydonai Weissman.

—¿Entonces tú y la chica camaleón sois amigos desde hace mucho? —intenté cambiar de asunto.

—¿Hablas de Tessa? —dudó el Drake original— Claro, pero te advierto que Tessa no es un camaleón, sino una Drachenblut. Ahí donde la ves, pertenece a una de las pocas familias con acceso a todos los tronos de los dragones.

—¿También eres una dragona?

¿Por qué me seguían sorprendiendo esas cosas? Vale, se suponía que todos y cada uno de los alumnos del Palacio Cristalino mantenían una apariencia mayormente humana para relacionarse entre ellos en igualdad de condiciones, pero era complicado imaginarse que aquella chica a quien le sacaba una cabeza de altura pudiera ser un lagarto gigante escupefuegos.

—Sí, claro —asintió ella, pausando su alegre bailoteo para hacerle una consulta muda a Drake — Mi familia se mudó a su esfera cuando la emperatriz Redcrown enviudó, por si alguno de los nuestros debía ocupar el trono de la Corona Roja a su lado —continuó al recibir la aprobación del chico—. Y, si bien eso nunca llegó a ocurrir, Drake y yo nos criamos juntos.

—Podría decirse que somos como hermanos.

Las dos suspiramos.

—A veces olvido que tu vida es uno de esos ajedreces de altas esferas —comenté.

—No sólo la mía, la vuestra también —aseguró él guiñándome un ojo— Recuerda que algún día ambas seréis monarcas.

Casi suelto una risotada ante lo desacertado de esa afirmación. No tenía el más mínimo interés en convertirme ni en esa mandataria que él se imaginaba ni en ninguna otra. Con tener el mando de mi propia vida me bastaba y sobraba.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Where stories live. Discover now