25. Charla paternofilial (II)

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Me alivió tanto que volviésemos a nuestro statu quo habitual como que mantuviera presente la negociación posterior a su brillante idea de adoptarme. Porque no nos engañemos, la conversación no había terminado con la firma de mi adopción. Había sido necesaria toda una maratoniana jornada de tensa discusión hasta alcanzar un entendimiento satisfactorio para ambos que cubriese también el asunto del estúpido amor enfermizo de Drake.

El primer asunto de debate (no por ello el más grave) estaba en que, para empezar, nunca me había interesado ser adoptada. A ver, puede que durante mis primeros once o doce años de vida fantaseara con la idea de encontrar una familia en la cual ser una hija más y todo el rollo, pero tras suficientes decepciones había tomado la decisión de que la única persona con relevancia en mi vida debía ser yo.

Ese contra lo subsanó el pro de que el apellido Weiss incluyese entre funciones la de ser un buen "Escudo Anti-Drake". No literalmente (aunque ojalá), pero servía para mantener su libido draconiana dentro de unos límites: Mientras el mundo me viera como la hija del director del Palacio Cristalino él no podría llevar su obsesión a terrenos pantanosos sin arrastrar por el fango el buen nombre de su familia.

Así pues, dicho obstáculo se subsanó sin problemas.

A lo que había hecho referencia con mi pregunta era al segundo punto de discrepancia:

Porque habría a quien le sonara a gloria la posibilidad de dejar la Tierra atrás, pero yo sabía defenderme en ella y no me hacía gracia que me sacaran de allí contra mi voluntad, como quien coge un muñeco de una grúa de feria, para colocarme en otro mundo que no comprendía en lo más mínimo.

Además, no nos olvidemos de que si mi educación tenía el éxito que Weissman esperaba, yo sería calificada automáticamente de "No Humana" y por tanto me vería sujeta a la cláusula del Tratado de Paz que impedía el acceso al planeta azul.

Era una faena a muchos niveles:

Básicamente, debía sacrificar todo lo que conocía para vagar sin rumbo conocido por un universo extraño a cambio de nada.

Peor aún: ¡Sacrificar todo lo que conocía para vagar sin rumbo conocido por un universo extraño a cambio de nada y con un dragón enamorado acosándome!

Y como no existía una solución directa a esa disconformidad con mi sino Weissman me ofreció una indirecta: Al graduarme, reconocida ya como una miembro del Clan Blanco, me daría acceso a todo el Mar de Esferas, incluidos mundos donde los dragones no eran bienvenidos.

Poder vivir bajo mis propias normas era todo mi anhelo en la vida, el lugar en sí no era tan importante y aquella sonaba como una buena forma de librarme de cierta molestia con patas. Así pues, acordamos eso también. 

Y eso nos lleva directos al "Asunto Espinoso Nº3": Tener que estudiar en el Palacio Cristalino.

A ver, aunque nunca me había interesado demasiado el tema, sería estúpido no admitir que todo el asunto de la magia sonaba interesante. Sin embargo, mi paso por los centros públicos no me había convertido precisamente en una fan de la enseñanza. Cualquiera que me conociera sabía que no me gustaban los institutos, no me caían bien los profesores y de los exámenes ya ni hablar. Así mismo se lo había hecho saber a Weissman en su momento, quien dictaminó que esperase un tiempo antes de firmar esa sentencia en referencia a su centro.

Lo cual nos devolvía al punto de partida:

—¿Contestará ahora a mi pregunta inicial o seguirá dándole vueltas? —Resultaba hasta irónico que hablase él de darle vueltas a un asunto— ¿Qué opina de mi humilde escuela tras probar sus mieles?

La aplicación de la palabra "humilde" al Palacio Cristalino casi me hizo reírme en su cara, pero opté por contenerme.

—Que es una casa de locos—dije en su lugar.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Where stories live. Discover now