33. Al demonio con todo (II)

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—¿Qué se te ofrece, Weiss? —Se volvió el demonio hacia mí con los brazos abiertos y dejando entrever una vez más la ausencia de cualquier tipo de camisa bajo su chupa de cuero tachonada de metal— ¿Diversión o problemas?

Me puse en guardia y miré a un punto fijo en su frente. Bajo ningún concepto pensaba mirarlo a los ojos, entrar en contacto con esas simas escarlatas me habría hecho pensar en todas las emociones que prefería mantener ocultas y, si íbamos a negociar, lo haría con mis cartas bien tapadas.

—Puedo encargarme de ambos por mi cuenta... —Negué, intentando adueñarme del ritmo de la conversación— ¿Apostáis almas?

—Es la moneda más común entre nosotros—Se encogió de hombros—. Las almas humanas se cotizan bien estando el acceso a ellas limitado por el Tratado de Paz.

Ignoro cómo, logré ignorar el rechazo que me despertaba esa afirmación y ocultarlo bajo una falsa risilla desdeñosa:

—Espero que aceptes otro tipo de pago —dejé a su vez claros mis límites—. Me vendría bien la opinión de un maestro del engaño.

—Por supuesto, ¿de dónde ibas a sacar tú almas humanas? —alzó la comisura de los labios ante un chiste que sólo él entendió— Eso sí, estaría bien dejar claro de antemano que yo no engaño a nadie, esa calumnia te la habrán metido en la cabeza los memos de San Jorge. Es cierto, en los viejos tiempos los míos se acercaban a sus protegidos para ofrecerles nuestros servicios, pero jamás se les engañó; los deseos retorcidos que anidaban en sus corazones y la voluntad de verlos cumplidos eran todos suyos.

Eso tampoco me hacía gracia, lo cual indicaba que cuanto más se alargase aquella conversación, más oportunidades tendría Luke de ver mis intenciones, razón por la cual le seguí el juego: para acelerarlo.

—Bueno, pues si "maestro del engaño" te ofende, lo dejaré en "estratega con visión de futuro".

—Eso ya me gusta más —asintió con una facilidad pasmosa—. Y puesto que me tienes en tan alta consideración, hasta te escucharé sin cobrarte.

—Muy generoso por tu parte —agradecí en marcado tono irónico.

Rodeada de tinieblas en un edificio por lo demás luminoso y translúcido, le expliqué al demonio mis intenciones. Él escuchaba en silencio, sin perder detalle y con una expresión analítica poco acorde a sus habituales aires de insolencia.

Procuré no mentirle, por si acaso su molesta capacidad lectora de sentimientos también pudiera usarse a modo de polígrafo; no obstante, pasé por alto detalles relevantes del cómo y porqué de mis acciones restándoles importancia. Para él debía ser, simple y llanamente, la hija del director pidiéndole su opinión sobre el método más apropiado para acallar a alguien que estaba difundiendo rumores sin fundamento.

Todo parecía ir bien hasta que me lo encontré negando con la cabeza:

—No funcionará —sentenció sin un ápice de duda cuando terminé—. La estrategia es buena, pero tiene un error de base... —hizo una pausa dramática para darle más impacto a su apunte— No entiendes lo que es un semidiós.

Llevaba días dándole vueltas a un olor sin identificar en nuestra trampa anti-Marina, que me señalasen el origen concreto de dicha pestilencia debería haber sido un alivio, pero...

—¿Ése es el problema? —pregunté desconcertada— ¿No es alguien mitad dios, mitad otra cosa?

¿Me había engañado una vez más mi limitado conocimiento mitológico sacado de la cultura popular? Tal vez debería haber hablado más del tema con Weissman... No, era mi problema y yo debía sacarme las castañas del fuego.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Where stories live. Discover now