32. La ley de Murphy.

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NARRA SOFIA

Mi vida se resume en algo como: la ley de Murphy. Para los que no la conocen, esta ley anuncia que, "si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal".

La verdad es que constantemente, todo lo que hago, si puede darme problemas, me los da. Toda decisión que tomo y que tenga sus represalias, de una manera u otra, acabo sufriéndolas. ¿El porqué de ello? Ni yo misma lo sé.

Por eso cuando Dylan ha pronunciado esas palabras donde me ha dejado bastante claro que quiere tener una cita conmigo, he sentido un gran escalofrío recorriendo cada mínima parte de mi cuerpo.

Estoy segura de que si acepto, el mundo me hará una jugada maestra en donde algo terminará pasando para que mi cita se arruine. Sin embargo, si por miedo dejo de hacer las cosas que quiero, nunca llegaría a salir ni de mi casa.

Yo quiero tener la cita con Dylan y no es porque me guste y fuese mi amor platónico antes de que se declarara, sino porque quiero darle la oportunidad y conocerle mejor.

Quiero ver si la belleza que refleja su exterior es igual a la de su interior.

—¿Sofia? —Dylan me llama, buscando una respuesta.

Zarandeo mi cabeza y vuelvo a la realidad, en donde tengo a un chico castaño y de ojos azules en frente mía, esperando a que conteste a su pregunta.

—Sí, claro, me encantaría —Estoy tan nerviosa que las palabras que pronuncio salen atragantadas y apelotonadas. Como cuando presentas en clase y hablas rápido para quitarte la presión que ejerce el estar delante de todos tus compañeros y el profesor.

Al oír mi respuesta, Dylan sonríe, formándosele un pequeño hoyuelo en sus mejillas.

—Entonces como has aceptado, no nos demoremos más —Sin esperar a que le responda, agarra mi mano y tira de ella, llevándome hasta la salida del internado.

—P-pero, ¿vamos a irnos de aquí? —expreso entre tartamudeos.

—No tengas miedo Sofi, será poco tiempo —Dylan acaricia mi mejilla y deposita un beso en ella—.  Espera aquí un momento, iré a hablar con John —añade, alejándose de mi y perdiéndose en la oscuridad de la noche.

El hecho de escaparme del internado no es de mi agrado. No obstante, si Dylan consigue que nos den el permiso para ello, no me importaría. Cambiar de aires y salir de este sitio nunca está mal.

Otra vez, la zona por la que se encuentra mi estómago vuelve a darme un dolor punzante, el cual ignoro al ver a Hunter, caminando hacia el interior del internado.

Él parece no haberse dado cuenta de mi presencia, tal vez sea porque su mirada está enfocada en el suelo, así que decido acercarme por mi misma. Por lo menos de esa manera no estaré sola mientras espero a Dylan.

Además, hace tiempo que no hablo con él.

—¡Hunter! —pego un grito ahogado al darme cuenta de que no debo llamar tanto la atención.

El rubio, extrañado, voltea en mi dirección y parece sorprenderse al verme. A pesar de ello, comienza a caminar en mi dirección hasta quedar en frente de mi.

—¿Qué haces aquí sola? —curiosea arrugando su frente.

Antes de responderle jugueteo un poco con mis dedos pensando si contarle la verdad o mejor soltar una mentira piadosa. Finalmente, como buena niña que soy (cuando quiero, obviamente), opto por la primera opción.

Cumpliendo los catorceWhere stories live. Discover now