Capítulo 066.

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Mis ojos se clavaron en la leña ardiendo en la chimenea. Mordí mi labio cerrando el libro que sostenía en mis manos e hice mi cabeza hacia atrás, soltando un suspiro. Nada de esto tenía sentido, estaba prácticamente perdida en mí misma.

Por un lado tenía toda la felicidad del mundo: Justin me amaba. Pero luego estaba ese lado oscuro y vacío del que tanto quería huir; mamá, las mentiras, las dudas, los secretos, el temor...el temor a perderlo todo. El temor a no merecer nada de lo que tenía. Y era ahí cuando mis ojos se llenaban de lágrimas, recordando mi horrible pasado y preguntándome una y mil veces por qué había tenido que sufrir tanto.

Me levanté del sofá y caminé hasta la guía telefónica. Al abrirla mi mirada se dirigió hacia los pocos psicólogos profesionales que había en la ciudad, y frenó en un apellido que de alguna u otra forma me sonaba: Swanepoel. Se trataba de una mujer que tenía una oficina en el centro de la ciudad, justo frente al parque más transitado.

Tenía dos simples opciones: trataba de resolver por mí misma aquellos problemas y duros traumas que llevaba conmigo o simplemente arrojaba todo por la borda y pedía ayuda. "Dos simples opciones" me repetí, rascando mi nuca con nerviosismo.

Me coloqué mis converse y tomé mi chaqueta, para luego salir de casa directo hacia el patio trasero. Allí estaba mi auto de un color blanco, totalmente nuevo. Recordé entonces cuando Justin había tratado de enseñarme a conducirlo y, aunque no costó tanto aprender, habíamos terminado discutiendo como dos niños. Una sonrisa se formó en mi rostro y le quité el protector que tenía en la parte delantera, para luego sacar la llave de mi bolsillo y adentrarme en él. Aún conservaba ese olor a nuevo que tanto me gustaba, o al menos había comenzado a hacerlo en cuanto papá me lo había regalado.

—Inhala, exhala. —Me susurré, colocando la llave.

Una vez que me encontré segura a mí misma decidí salir, tratando de mantener la calma que había logrado tener. La mayoría de las veces se me hacía tan difícil escucharme, pero luego esperaba, lo analizaba y lo entendía. Aceleré un poco y unos diez minutos después me encontraba frente a un edificio bastante lujoso y enorme. Me quité el cinturón de seguridad y bajé del auto, tomando mi bolso con firmeza. Puse el seguro a la puerta y crucé la calle rápidamente, para luego adentrarme al lugar.

Lo primero que vi fue a un hombre sentado en una silla típica de hospital, y a su lado una niña de unos once o doce años. Ella me observó y le regalé una sonrisa leve, acercándome al mostrador donde se encontraba un chico un poco más grande que yo, quien sostenía entre sus manos varios papeles.

—Buenas tardes. —Saludó.

—Buenas tardes, ¿La señora Swanepoel? —Pregunté, corriendo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—Tiene un paciente en estos momentos... ¿Le gustaría esperarla?

Asentí. —Gracias.

El chico sonrió y me dirigí hacia la sala de espera, jugando con mis dedos torpemente. Jamás había venido al psicólogo, mamá solía decir que nadie necesitaba de ellos. Era curioso porque había terminado internada en un centro de rehabilitación, rodeada de ellos. Y lo último que quería era seguir sus pasos.

Sentí que alguien tocó mi hombro y alcé la mirada, encontrándome con el mismo chico de recepción.

—La doctora Swanepoel la espera en su oficina. —Dijo.

—Claro, gracias.

Divisé el apellido en una de las puertas y toqué dos veces, oyendo la voz de la mujer exclamando un "Pase". Al entrar su raro peinado hizo que apretara los labios, y comenzara a preguntarme por qué estaba aquí.

Invisible »Jb. |FinalizadaWhere stories live. Discover now