3. Ojos bendecidos por estrellas.

44.3K 4.1K 372
                                    

La mirada ansiosa de la beta la delataba. El segundo al mando del general la observo con molestia.

— ¿Puedes ayudarle mientras traen al curandero? — Ella asintió de inmediato, tal vez si era útil podía regresar a tiempo y su madre no se enteraría de que casi se queda sin brazo.

— Sí. Necesitaré agua tibia. — Pidió, porque primero tendría que lavar su herida, y luego aplicar el ungüento que prepararía con un par de plantas del desierto que crecía cerca de ahí.

— Aquí tienes. — Le trajeron un par de cuencos. Ella decidió subir un poco las mangas de sus ropajes.

— Pónganlo ahí por favor. —

Pidió que movieran el cuerpo de un general desmayado cerca de donde lavarían su herida casi dentro de la carpa. Abrieron las sabanas de la carpa para poder ser todos testigos de que si ella intentaba hacerle daño al general la matarían al instante.

— Sabanas limpias. — Ellos atendieron la indicación con rapidez. Ella con cuidado fue limpiando su herida, siendo observada por los ojos de los preocupados soldados.

— La planta. — Pidió de manera que atendieron pronto.

Con un poco de dolor por las espinas de la planta tuvo que aplastarla con su delicada mano, a pesar de que los soldados intentaron limpiarla para dársela, esta planta había dañado las delicadas manos de la beta.

Ninguno dudo que en sus ojos se reflejó el dolor que sintió al aplastarla con una de sus manos. Cuando se aseguró que la planta no dañaría al general colocó sus extractos en su hombro derecho con cuidado de no lastimarlo.

Al momento de sin querer sentir su piel bajo sus dañados dedos, soltó un jadeo de preocupación por el extraño escalofrió que la recorrió de pies a cabeza, los soldados seguían observando sus movimientos, pero pareció seguir con su simple tarea ignorando las miradas y el escalofrió en su piel al sentir la piel del general junto a la suya.

El cuerpo del general parecía aliviarse al sentir el contacto de la compresa fría en su hombro lastimado. Casi pareció relajarse de inmediato, ella tomó un simple trapo y lo fijó como pudo alrededor de su hombro, así como también mojó otro para colocarlo en su frente y que su alta temperatura descendiera.

— Eso es todo lo que puedo hacer. — Comunicó intentando ocultar la molestia en su voz por no mostrar el dolor en su mano.

— ¿Cómo podemos pagarte? — El segundo al mando del general pregunto, ella negó.

— Dejarla con vida es suficiente pago. — Habló otro soldado.

A punto de irse estaba cuando sintió personas caminar fuera de la carpa, una Kyla apurada con el curandero y apresurada miraba alarmada a Nephthys si su madre o su padre se enteraba que había estado sola rodeada de soldados no la dejarían salir otra vez y todo sería culpa de Kyla.

— Aquí está el curandero. — Nephthys estaba por levantarse, pero la mano del general atrapó su túnica con rapidez, impidiéndole que se fuera. Ella vio alarmada a su amiga que a pesar de que tenía el rostro cubierto podían ver en sus ojos sus expresiones.

El curandero observó lo que la beta había hecho y él pensaba hacer lo mismo, pero al tener más experiencia en su oficio no se habría lastimado con la planta.

— La herida se ve bien. — Fue lo único que dijo.

— Yo... ¿Puedo irme? — Le preguntó al soldado. Este tragó fuerte al ver que el general aún tenía la túnica de la beta retenida entre sus dedos.

Todos casi soltaron un suspiró de asombro al ver al general sentándose sobre su lugar otra vez, como si no hubiera estado inconsciente momentos antes.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now