27. Descendientes directos.

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Ahora sí que muchos Alphas estaban pecando por desear a la mujer de Lucius. Su belleza y aroma los orillaba a eso, porque poco podían hacer sin poder ir contra su instinto queriendo tener la atención de la preciosa joya del General Lucius.

— Creo que lo necesitaba. — Admitió la Omega embriagada del aroma de su Alpha. Uno que la relajaba y la hacía centrarse en un lugar tan lleno de diferentes aromas que sólo la hacían perderse y sentirse muy insegura.

— Los cachorros seguramente comenzarán a molestarte con sus síntomas. — Ella asintió con una sonrisa realmente orgullosa por eso, y aún más cuando su Alpha paseo una mano sobre su vientre realmente orgulloso por tener todo lo que le importaba en ese lugar.

— ¿Lo considera Majestad? —

— Claro que sí. —

— Intentaré no ser una molestia. — Decía su Omega preocupada por ello.

— Te he dicho que nunca serás una molestia. Es más, me encantará mimarte. — Cuando del orgullo del Alpha Lucius se hablaba, él no podía engañar a nadie, estaba orgulloso de haber sido el Alpha escogido para poner sus crías en ese lugar tan perfecto para que crezcan sanos y fuertes, placer era lo que verdaderamente sentía cuando se detenía a observar a su Omega en cinta esperando que pronto ese vientre crecería, para traer al mundo a sus primeros cachorros.

— Eso dice ahora. — Susurró apenas inaudible la Omega. Y su Alpha río en su lugar.

— Lo prometo. — Susurró sobre su oreja causándole escalofríos, y temblores a la Omega que verdaderamente disfrutaba.

— Majestad. — Murmuró avergonzada la Omega, recordándole que habían muchas personas viéndolos intensamente, porque a pesar de que las muestras de amor en público no fueran del todo mal vistas, si era todo un espectáculo ver sonreír al Alpha más correcto y honrado.

El espectáculo empezó, los fuegos y los bailes a los dioses dieron comienzo, los cantos y adoraciones también, los espectáculos de caballos y en la noche las transformaciones de algunos de los Alphas más merecedores y honorables que mostraban su verdadera forma y naturaleza.

Nephthys se estremeció asustada entre los brazos de su Alpha porque nunca había visto a lobos de ese tamaño, los dioses bendecían a esos Alphas, lo notaba por su aura imponente en esa forma animal.

— ¿Nunca los habías visto? — Le preguntó su Alpha al oído, y ella negó concentrada y admirada en las grandiosas criaturas, eran lobos enormes.

— No, había escuchado de ellos, pero no... — Se quedó sin habla cuando entre ellos comenzaron a imponerse. — ¿Van a hacerse daño? — Preguntó con preocupación. Lucius sonrió negando.

— Están contando la historia por medio de movimientos y teatro, está todo planeado. — Ella frunció el ceño por el misticismo. — Relatan por qué los dioses bendijeron a algunos animales para tomar forma humana. —

— ¿Ellos antes eran animales? — Preguntó realmente sorprendida.

— Los Alphas cambiantes lo eran. Podrían haber sido cualquier tipo de animal. — Ella no lo entendía.

— ¿Ah? — Él río por su preciosa Omega confundida.

— En la antigüedad los dioses vieron la avaricia de los humanos normales, y que los llevaría a su propia destrucción, decidieron cambiar el mundo para que las cosas buenas no se perdieran. Así que permitió a algunos animales llenos de las cosas que los dioses más aman como bondad, lealtad, inteligencia, valentía y liderazgo tomar forma humana, entre estos existían los lobos y otras grandes bestias que entendían la naturaleza de la preocupación de los dioses. —

— ¿Por eso es que los Alphas sangre pura pueden cambiar a forma animal? —

— Son sus descendientes directos. Así es... — Admitió el Alpha.

Pero su Omega no había prestado atención a todo porque si no sabría que quien la sostenía y resguardaba no era sólo un Alpha sangre pura o el Alpha más correcto, honorable y honrado, un líder por naturaleza, uno que no tenía que demostrar ser el Alpha porque él ya estaba seguro de que lo era y sólo sus verdaderas acciones debían demostrar su verdadera naturaleza, sino que también la sostenía un Alpha descendiente de esas grandes y enormes bestias que hasta la fecha los hombres más les temían.

— ¿Disfruta del espectáculo, Alteza? — Se acercó una doncella con una charola llena de una copa de vino, y un poco de bocadillos antes del banquete de la cena con la Luna brillando en lo alto. Su Omega estaba por inclinarse a tomar un poco sólo por cortesía, más su Alpha fue más rápido.

— ¿Disfrutarías tu primero de lo que le ofreces a Mi Esposa? — Él observó a la doncella que venía de parte de la hermana del Rey, como tembló de inmediato ante su aura porque si, había escuchado como desde lejos habían pedido envenenar su Plato.

— No creo merecer el honor. — Su Omega vio como la doncella temblaba ante el aura molesta de su Alpha.

— Esta bien lo comeré así. — Negó para que no regañaran a la doncella, porque no quería que la chica pasará un mal momento.

— Nephthys. Eres demasiado ingenua. — Negó su Alpha porque sabía que no había maldad en el corazón de la Madre de sus cachorros.

— Ve y acércate al balcón iré pronto contigo. Acompáñenla. — Pidió y las propias servidoras del General Lucius fueron tras de la Omega, así como su amiga Kyla, quien ahora tomaba el lugar no de una criada sino de la mano derecha de la Omega, quién al igual que las servidoras de Lucius cuidaban que su Omega no resbalara o que otras servidoras con malas intenciones se le acercaran.

Observó a Khalid quien estaba en un rincón en el palco.

— Has lo que debas hacer. — Pidió y Khalid sabía qué hacer. — Y quiero que cortes la mano de la persona que enveneno la comida para mi Omega. — Pidió porque era lo correcto, si había peste entre los que resguardaban a la realeza debía destruirla de raíz antes que contaminará al resto, así tuviera que destruir el espíritu de unos cuantos.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now