11. Generosidad.

39.7K 3.8K 518
                                    

Por un orificio del carruaje Nephthys y Kyla se admiraban de la ciudadela, la gente se entretenía en las calles. No todas las mujeres cubrían su rostro. Y las construcciones parecían más grandes a medida avanzaban. Nephthys se maravilló al ver no sólo los lugares sino también nuevas especies de bordados cerca de un mercado y los lugares más concurridos, estaba segura de que sola caminando por ahí podría perderse.

Por otra parte cuando sintió los ojos de la guardia Real sobre él, supo que debía actuar. Khalid no era ningún tonto, sabía de la envidia del Rey a su General. No era que irrespetara su reinado, pero el Rey no tenía el favor de los dioses, cosa que su General sí.

Por un momento los soldados se miraron extrañados cuando Khalid les pidió que se adelantaran al palacio que seguramente ya estaba en posesión del General Lucius otra vez.

Le confió a Lateef que llevará a Nephthys en su caballo al palacio no sin advertirle antes que si algo le llegaba a ocurrir a la beta los dioses se los demandarían, y el General Lucius los mataría.

En otros caballos, tras de Nephthys y Lateef, iban un par de soldados más, con Kyla también. Khalid entonces apuró su camino y entró a un burdel de la ciudadela donde contrató a simples betas que vendían su cuerpo.

Khalid seguiría su camino al palacio del General Lucius, pero si algo ocurría en el camino podría evitar contratiempos estando seguro de que la beta había llegado al palacio o eso esperaba.

Tal y como los dioses hicieron desconfiar del Rey a Khalid su carruaje fue interceptado de camino al palacio del General Lucius, y este sólo se dejó guiar al palacio del Rey. Agradecido a los dioses de que le hubieran hecho desconfiar del Rey.

Ishap recibió en uno de sus jardines reales con una sonrisa en el rostro a Khalid, más este sólo podía ocultar su verdadero desagrado ante la vil envidia del Rey a Lucius.

— ¿Estas son las mujeres del Gran General Lucius? — Preguntó Ishap con un poco de burla cuando vio salir a las hermosas, pero simples betas del carruaje.

— El regalo de parte de los dioses al General escapó en el alba mientras sus padres se descuidaron. — Simplemente ocultó el resto de la historia. El Rey río por la mala suerte de su primo, al parecer los dioses no le sonreían siempre, pensó que quizás era tiempo de que los dioses le sonrieran a él también.

— Bueno llévenlas con las mujeres de mi Harem. — Ordenó sin siquiera voltear a ver a las mujeres, a pesar de ser muy corrientes, quería ver si podía provocar la ira de su primo y así manchar su honor y su admirable autocontrol.

Cuando llegaron al palacio Nephthys no pudo evitar observar con total admiración el exótico lugar, había más vida, más plantas y agua en un rincón de aquel lugar que en su propia posada.

Cuando los guardias del lugar abrieron ante ella un hermoso paraje que las esperaba con árboles que antes no habían visto ni de cerca. Kyla se maravilló de inmediato al ver las resplandecientes copas de unos árboles con grandes hojas palmeadas. El jardín que se decoraba con hermosas flores y rosas de colores maravillaron a ambas mujeres por la exótica belleza del lugar.

— ¿El General...? — Nephthys se sintió tímida otra vez cuando pensó en que lo vería otra vez, y está vez no sólo iba a pensarlo o a recordar su aroma.

— No se encuentra en el palacio hoy, fue a entrenar con unos soldados hace tres días cuando supo que no vendrían tan pronto. — Respondió uno de los Guardias del palacio, todos veían con curiosidad a ambas mujeres, pero los ojos marrón-durazno de la que traía el velo llamaban la atención, así como su suave aroma dulce y su tierno parecer.

— El General Lucius vendrá mañana o hasta pasado. — Habló una servidora mayor del palacio bajando las gradas, contenta de que el regalo del General Lucius hubiera llegado al palacio sana y salva. — ¿Y Khalid? — Se atrevió a preguntar.

— Nos separamos porque sabía que lo reconocerían, quizá venga más tarde. — Dijo Lateef. Los ojos de los servidores que venían al encuentro de los soldados se posaron en ambas mujeres.

— ¿Ella es? — Lateef asintió. — Será mejor que te preparemos para la Bienvenida del General Lucius en unos días. — Decía contenta una servidora, maravillado de ser la primera en recibir a la que suponía sería la primera concubina del General Lucius, pero ella no sabía los verdaderos planes de Lucius.

La Luna pronto subiría a alumbrar el cielo con su esplendor y bañar con majestuosidad las ciudades y los templos de los dioses en el reino.

Así fue como a medida que las servidoras ayudaban a Nephthys a bañarse entre velas aromáticas y agua con aroma a rosas en las piscinas privadas del enorme palacio, se daban cuenta de porque el General Lucius suspiraba cada vez que veía las estrellas y recordaba a aquel regalo.

Los dioses no sólo fueron generosos con el General Lucius, las servidoras percibieron el aroma no sólo dulce de la beta, supieron de su naturaleza Omega y de su fertilidad cuando observaron sus curvas seductoras bajo aquellos harapos, y fueron testigos de su seductora naturaleza tímida.

— No se lo digan al General Lucius por favor. — Pidió avergonzada de que la descubrieran sin llevar en su piel el aroma a otras especias que no fueran su olor natural. Las servidoras se rieron entre ellas.

— Señorita estamos seguras de que al General Lucius no va a importarle. — Decía la más mayor de todas cuando le ayudaban a enjuagar su largo cabello y peinarlo con cuidado.

— ¿Ustedes saben porque él quería que viniera? — Las risas divertidas de las mujeres que la ayudaban ahora, no sólo a secarse bien si no a colocarle sus nuevos atuendos de manera adecuada lo decía todo.

— No lo sabemos. Pero eres la primera mujer de su Harem. — Decía una servidora y todas las servidoras murmuraban entre risas, ante la mención Nephthys volteo a ver a Kyla que ya estaba haciendo planes para escapar en el ocaso.

— Yo creo que están... — Quería decirles que ella no era de las mujeres Omegas que se dedicaban para eso, ella apenas podía hacer los quehaceres, ni siquiera sabía llevar una conversación de manera adecuada y menos con alguien de la realeza, no sería buena compañía.

— Hablamos más tarde que seguramente merecen una buena cena luego de esos largos días en carruaje. — Decía la señora. Un par de servidoras las guiaron al comedor. Les sirvieron tanta comida que Kyla se sentía en el paraíso.

— Come todo lo que puedas antes de escapar. — Le susurraba Kyla a Nephthys quien apenas tenía apetito.

A la entrada del palacio mucho tiempo después y con una sonrisa en el rostro Khalid regresaba para asegurarse de que la chica estuviera a salvo en el palacio con los hombres de confianza del General Lucius.

Los soldados y las mujeres que venían con ellos en el largo viaje comían, todo parecía tan natural y a gusto. Los soldados de vez en cuando levantaban el rostro para ver por el rabillo del ojo el precioso parecer de la beta que olía mucho más dulce que antes, un aroma muy atrayente. Cuando terminaron de comer Nephthys se sentía en extremo cansada como si el sólo viaje la hiciera sentir molida.

— ¿Podría indicarme donde dormiremos? — Preguntó Nephthys a una servidora amablemente y está sonrió.

— Ella dormirá cerca se nuestros aposentos. Y usted tendrá que dormir en los aposentos del General Lucius. — A la Omega le temblaron un poco las rodillas y se sintió nerviosa, asustada y ansiosa al mismo tiempo.

— Seguramente lo ofenderé con mi presencia. ¿No puedo dormir en otro lugar? — Preguntó con ligereza y sus ojos llenos de ternura irradiaban súplica.

La servidora negó. Ellas sabían que últimamente el General Lucius casi desesperada por querer tenerla con él. Así que suponían que les agradecería.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now