47. Mi Gran Rey.

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El camino de regreso al Palacio había sido largo. O al menos así había sido para el Rey que pronto tendría su celo, y podía sentir la sangre su esposa arder con ansías por volverlo a ver. La extrañó como nunca aunque nunca lo dijo en voz alta sus pensamientos viajaban a la comodidad del nido y su lecho junto a su Omega y sus cachorros.

Su ardua obra lo mantuvo entretenido, pero pudo terminar y cumplir las promesas a la provincia rebelde del sur que había despedido a su Rey con gran agradecimiento, enviándoles incluso regalos a la Reina y los príncipes.

— Haz cambiado mucho Comandante. — Afirmó un amigo del Reino, que lo acompañaba. Porque pronto serían nuevas fiestas a los dioses por el cambio de la estación, y siempre recibían visitas de Reinos extranjeros para ser testigos de la grandeza del Reino Dorado.

— Habría sabido yo que tu coronación había sido un par de soles atrás, me habrías tenido en tu palacio sólo para ver el Gran espectáculo y a los dioses bendiciéndote Gran Rey. — El Rey Lucius asintió, él sabía que había cambiado mucho, no había quedado ni la sombra de aquel hombre solitario.

— Mi Reina me ha cambiado supongo. — Admitió y Khalid asintió en su lugar, aquello era cierto.

— Estamos ansiosos por conocer a la Reina del Gran Reino Dorado. — Decía su amigo, pues todos habían escuchado de su belleza, su amabilidad y gracia, pero pocos creían que de verdad fuera escogida por los mismos dioses para el general como se escuchaba decir, seguramente las personas del Reino Dorado sólo alardeaban.

— Pronto tendremos la dicha y el honor de verla. — Habló el Rey Lucius, porque él más que todos estaba ansioso por volver con su familia, con su linda Omega que tendría su próximo celo.

— Podría llevarle un par de regalos a ella y los cachorros de su parte Majestad. — Aconsejó Khalid.

— Ya lo había pensado. — Asintió Lucius, pues no mentía, quería llevar un par de regalos como ofrenda a su esposa que seguramente lo esperaba con paciencia y amor. El resto de la familia Real que lo acompañaba del sur, lo miraban atónitos, ellos no sabían de los príncipes.

— ¿Cachorros? —

— Dos varones, que nacieron hace un par de estaciones. — Asintió con orgullo Lucius pensando en sus fuertes cachorros Alphas.

— Pensé que habías desposado a la Reina días antes de tu coronación. — El Alpha sangre pura negó con su rostro blando.

— No habría asumido el trono sin saber que la persona que reinará conmigo no es la correcta. — Su amigo río un poco, pues él cabalgaba a su lado y también era Rey.

— Ishap no sabía con quién casarse tampoco. — Mencionó Mosi, el Rey de la nación vecina del Sur.

— Y ahora descansa en el más allá por su soberbia. — Negó Lucius, el viaje se le estaba haciendo más que aburrido. Ellos se quedaron helados.

— ¿Qué hay de Kazem? — Preguntó el hermano menor del Rey Mosi.

— ¿Mi otro primo? Él dedicándose junto a mis tíos a lo que lo llena de dicha. — Lucius mencionó sin importancia, que aquello se trataba de despilfarrar dinero del pueblo que Ishap les había obsequiado antes de morir, pero Lucius no les daría ni una sola mota de oro sin que se la ganaran.

— Puedo saber algo más. — Lucius volteo a ver al Rey Mosi.

— Claro. —

— Las mujeres del Harem del Rey Ishap ahora te pertenecen, supongo. ¿Quería saber si tendría el honor de llevarme unas cuantas Omegas? — Lucius sabía que estás se criaban en el palacio, pero poco le importaban, porque no era de su responsabilidad.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now