17. La beta será ejecutada.

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Al entrar al palacio central de la ciudad, la princesa Menwi casi subió corriendo las escaleras llevada de furia y colérica. Los sirvientes del Rey se extrañaron cuando se presentó en su presencia sin siquiera pedir una audiencia.

El Rey Ishap era alimentado por una de sus nuevas mujeres con uvas frescas casi recién cosechadas.

— ¿Puedo saber qué es lo que perturba tú espíritu haciendo perturbar el mío? — Preguntó un poco molesto el Rey haciendo que sus mujeres se levantarán de la mesa.

— Hermano mío. Nos han visto la cara ingenuos y han pecado por soberbia. — Decía Menwi intentando regular su respiración por la cólera.

— ¿Quien ha hecho eso que dices? — Preguntó Ishap.

— Nuestro amado primo. — Él elevó una ceja interesado.

— ¿Qué te ha hecho? —

— Él se acuesta con una mujer corriente. Y peor aún se arrodilla ante ella en el templo de los dioses. — La sonrisa de Ishap se ensanchó en su rostro pues tendría escusas por primera vez y en mucho tiempo para castigar y si es posible mandar a azotarlo para que la gente de todo el reino ya no lo tuviera en su más alta estima.

— ¿Qué deseas por esta noticia? — Le preguntó su hermano.

— Quiero la cabeza de la beta en una bandeja de plata. — Su hermano sonrió de inmediato.

— Ella será ejecutada entonces. — Asintió Ishap de inmediato.

La noticia al Rey Ishap no le agradó para nada y como su hermana había pedido la cabeza de la beta, de modo que así haría a primera hora de la mañana cuando encontrará a la beta que traía loco al General Lucius. Su primo se las pagaría todas al cortarle la cabeza a esa mujer ante la que se arrodillaba, porque los de la realeza no tenían que o más bien no debían arrodillarse ante nadie.

(...)

Las servidoras del General Lucius y Kyla supieron del celo de Nephthys por el delicioso y exquisito aroma que emanaba de su alcoba. Las servidoras se presentaron a intentar ayudarla al escuchar sus sollozos fundiéndose en la miseria y depresión al sentir el dolor de necesidad en su vientre bajo. La comenzaron a desvestir con calma y a limpiar con aceites y deliciosos aromas su cuerpo plateado en sudor. Las servidoras entendían a la pequeña y su amiga apenas podía esperar que los dioses la ayudaran.

— ¿Qué es eso? — Susurró cuando le extendieron unas prendas transparentes.

— Su atuendo. — Ella frunció el ceño, eran demasiado provocativas y transparentes.

— Eso no... — Negaron.

— Esto la ayudará. — En realidad ellas sabían que una Omega tenía que vestir así normalmente la mayoría del tiempo, pero no habían querido decirle por su notable inocencia.

— ¿A qué? — Preguntó, ajena a que una Omega no sólo debía seducir al Alpha con feromonas sino también con su apariencia.

— Estar más cómoda. — Susurraron entre risas y ella apenas pudo colocarse ambas, que eran sumamente cómodas a pesar de ser tan obscenas aunque ella no pudiera notarlo.

— ¿El General? — Preguntó en un susurró temblando con sólo recordarlo. — ¿Vendrá? — Preguntó impaciente, porque no se sentía tan bien, no del todo.

— Pronto. — Unas servidoras dejaron jugo de uvas en una jarra plateada así como un par de frutas porque sabían que luego ella necesitaría para reponerse. Apenas pudo tomar un poco cuando se retiraron y la ola del celo se adentró de lleno en lo más profundo de sus entrañas.

Se sintió avergonzada por manchar la ropa que apenas se había puesto en un líquido que no conocía y escurría entre sus piernas. No podía levantarse y volverse a cambiar así que tuvo que cubrirse con las mantas que tenían aroma al General. Tuvo que rozarse nuevamente contra las sábanas y la almohada en busca de algún alivio que calmara ese dolor agónico en su vientre.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now