31. La Omega más hermosa.

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La Omega disfrutaba y sonreía el que su Alpha se recreará en su aroma tras el desayuno.

— Ya que no sales mucho te llevaré hoy al campamento. — Ella frunció el ceño sin saber que hacer o decir.

— ¿Desea que haga algo? — Él frunció el ceño.

— ¿Cómo qué? —

— La verdad es que no sé cómo debe comportarse una Omega en esos casos. — Ella sonrió avergonzada entre sus brazos porque no había sido educada para saber cómo comportarse.

— Aunque hubieras sido educada para eso no te dejaría hacerlo. — Ella lo vio confundida.

— ¿Por qué? —

— No pienso ni decírtelo. — Negó él, porque no. No hubiera dejado que su esposa entretuviera a los hombres con bailes sensuales e incluso seductores que las Omega podían realizar casi por naturaleza. — Ve a vestirte y dile a las servidoras que te acompañaran. — La Omega asintió con una sonrisa rogándole a los dioses que no fuera a avergonzar a su Alpha.

Lateef se acercó al General Lucius cuando lo vio en el establo.

— ¿Deseaba algo? —

— Preparen el carruaje para la señora y dile a tus hombres que iremos al campamento. — Para Lateef aquellas no eran buenas noticias, al menos no cuando era el líder de la escolta a la mujer del General.

— ¿No correrá peligro? —

— Yo estaré ahí. Nadie va a atreverse a verla mal sin que reciba un castigo de mi parte. — Lateef asintió.

(•••)

Las personas veían admiradas al carruaje que seguía el General Lucius, se preguntaban quien se trasladaba dentro, aunque muchos lo sospechaban por el aroma que se desprendía en el aire. Porque ahora sabían y conocían de su esposa, y el pueblo estaba fascinado con ello.

Los soldados en el campamento se voltearon a ver unos a otros cuando uno de los carruajes reales iba haciendo su entrada, no era el carruaje del Rey o de la princesa, y el General Lucius nunca usaba carruaje, sólo y más que su acostumbrado corcel.

Todos los soldados en el campamento se arrodillaron cuando vieron a la persona que iba saliendo del carruaje y era ayudada por el mismo General, su belleza era arrolladora y su aroma mismo una delicia a los Alphas que tenían la suerte de tener sus sentidos tan agudos.

Cuando estaba afuera la Omega se hubiera visto intimidada entre tantos hombres que parecían experimentados en la guerra, pero el aroma de su Alpha cerca la relajaba, acarició con timidez su vientre calmando a si misma aquellos extraños síntomas que los cachorros hacían que tuviera. Ella hizo una reverencia también mostrándole el respeto que ella también le tenía a los soldados. Su Alpha sonrió y la llevó a uno de los balcones en una de las plazas de los salones donde se armaban las estrategias.

Su hermosa esposa fue al lugar que le indicó su Alpha seguida de las servidoras y su doncella oficial. Los soldados se sintieron nerviosos de inmediato cuando el General Lucius se quitó su armadura real. Aquello sólo significaba una cosa, iban a practicar algo y estaban seguros que el General los haría sufrir un poco y está vez frente a su esposa.

— ¿Qué pensaba que iba a ocurrir? — Le preguntaba Khalid al General. Porque este estaba muy molesto, sus hombres estaban haciendo el ridículo frente a su esposa. — Lamento ser yo el que le recuerde General, que sus hombres no son más que Alphas que se están dejando llevar por sus instintos. — Hablaba Khalid queriendo reír, porque él delicioso aroma de la Omega estaba distrayendo a algunos de los hombres de Lucius.

Mi Paraíso Contigo. © Où les histoires vivent. Découvrez maintenant