25. Un Alpha orgulloso.

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La Omega sonreía con gracia al olfatear a su Alpha satisfecho al dormir a su lado, está vez estaba casi segura que dormía o parecía hacerlo porque estaba agotado.

Le dio gracias a los dioses esa mañana mucho antes de que su Alpha despertará porque había escuchado por primera vez un latido de su cachorro, se sintió dichosa de inmediato. Porque sí, llevaba al heredero del Alpha en su vientre y eso la hacía sentir orgullosa.

En cuanto regresaba a sus aposentos y se quitaba la túnica dejándose en prendas de seda para dormir otra vez, su Alpha sujeto su brazo y la acercó a su cuerpo.

— ¿Cuál ha sido la gracia de los dioses está vez? — Le preguntó al a verse visto despierto de inmediato por su feliz despertar.

— ¿No lo escucha? — Él negó frunciendo el ceño y bostezando sin saber de qué hablaba su hermosa esposa. Prestó atención con sus desarrollados sentidos y casi de inmediato sonrió sabiendo que iría al templo más tarde para agradecerles por eso.

— Es un claro y fuerte latido. — Luego prestó más atención. Eran dos. — Dos cachorros. — Ella sonrió aún más y por primera vez en toda su vida dio el primer paso y se acercó a depositar un tibio y tierno beso en los labios de Lucius, él sonrió de inmediato y ella volteo su rostro a cubrirse con las sábanas, avergonzada. — Que orgullo mi preciosa Omega. —

— ¿Está orgulloso mi Alpha? —

— Estoy más que Orgulloso. — Murmuró besando con ternura su sien. — He hecho bien mi trabajo. — Quiso reír y la Omega lo hizo avergonzada. — Gracias por eso, de verdad. — Confesó el Alpha porque sabía que aún tenía que ganarse el cariño especial de la Omega, asegurarse de que cada suspiró fuera por él, asegurarse de mimarla, darle todo y más de lo que merecía por darle al fin al Alpha una razón de ser.

— Gracias a usted Alteza, por ponerlos ahí. — Él río rodeándola aún más con sus brazos.

— ¿Puedo darle las buenas nuevas a mis padres? — Él murmuró algo.

— Puedes enviarles todas las cartas que desees. — Ella suspiró, realmente le hubiera gustado tener a su madre cerca para decirle la grata noticia.

— Entiendo. ¿Puedo ir al templo otra vez para agradecer? —

— Ten paciencia está vez, te prometo que yo mismo te llevaré. Sólo quiero asegurarme de que no habrá ningún tipo de contratiempo. — Ella asintió de inmediato. — Por cierto la siguiente semana te presentaré oficialmente a la familia Real y al pueblo. — Ella se sintió intimidada como nunca.

— ¿Desea que haga algo especial? —

— Sólo deja tu rostro al cubierto con los velos y usa las joyas que te indique, las calles estarán ataviadas por el pueblo y las fiestas a los dioses que pronto se acercan. — Eso no le ayudaba para nada a su ansia, pero de alguna manera sólo esperaba no avergonzar a su Alpha porque eso es lo que menos deseaba.

— Estarás bien. —

— Como diga Majestad. — Ella confiaba ciegamente en él. Y eso era todo para él.

— Hoy saldré a una de las provincias cercanas, pero aun así el viaje es lejos sino tomamos la mañana. Así que seguramente regrese a la noche. Asintió con una sonrisa a pesar de que por las sábanas no podía verla, pero él sabía que estaba muy feliz.

(•••)

El sol estaba a punto de mostrar todo su esplendor en lo alto, anunciando la gracia de los dioses y toda su aceptación de las fiestas, los días habían sido bendecidos, las cosechas buenas y abundantes, los días largos, y las noches frías, pero satisfactorias.

Las personas acudían a la gran ciudadela en busca del espectáculo a los dioses en el centro, en el gran teatro, los asientos de piedras estaban casi a desbordar.

Las mujeres con sus trajes bailando para entretener al pueblo eran preciosas las más hermosas para danzar a los dioses, los hombres que lo hacían también irradiaban buen parecer, nada les opacaba más que la belleza de la princesa Menwi quien con su acostumbradas prendas de vestir de una princesa deslumbraba a quienes la observaban, sus tíos la miraban asombrados.

Había sido criada para la realeza lo demostraba su elegancia al caminar, sus primos envidiaban a los más allegados que tuvieran la suerte y bendición de que el Rey le cediera la mano de su preciosa hermana.

Los aplausos por la presencia de la realeza no se hacía de esperar, todos había llegado a tiempo, pero nadie en el momento o al menos en el trono no estaba el Alpha correcto. El último carruaje fue retenido y los soldados de la escolta real se vieron entre sí al ver al General Lucius fuera del carruaje con su traje resplandeciente, se bajó con precisión y entregó su caballo a Lateef.

Khalid era uno de los generales que se encargaría de la seguridad ese día porque por primera vez, en mucho tiempo Lucius sería un espectador y entregaría sus respetos a los dioses en uno de sus días de fiestas.

El cuanto la muchedumbre se enteró de la presencia del Gran General Lucius en el gran lugar, los gritos y ovaciones no se vieron ausentes, pues el favorito, el favorecido de los dioses está vez haría acto de presencia como espectador, uno de los anfitriones y no como un general más encargado de la seguridad.

Sabían que los dioses los bendecirían ese día al por fin poder observar la presencia de la esposa del General Lucius, una de la que habían escuchado rumores, pero querían comprobar con sus ojos el regalo de los dioses a su favorecido, al Alpha sangre pura más honorable de la nación.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now