30. ¿Me amas?

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Lucius sonreía transmitiéndole confianza a su Omega entre los grandes almohadones de sus aposentos. Los velos hacían estorbo en ese momento así como las finas ropas que la preciosa Omega llevaba puestas.

Él fue el primero en quitar su túnica y dejarlo en su pantalón suelto, ella se vio a si misma intimidada, pero sabía qué hacía lo correcto, que debía darle al Alpha todo de ella, porque lo merecía, porque quería dárselo.

Sus manos viajaron temblorosas a las suavemente sujetas cintas de sus vestidos y su Alpha besó con ternura su frente para tranquilizarla y ayudarle, porque hasta la fecha la Omega se seguía sintiendo inexperta para su Alpha e incluso a veces inútil, por su poco autocontrol sobre su cuerpo.

— L-Lo siento. — Decía avergonzada. — Aún soy muy torpe y... — Se vio interrumpida por los besos húmedos de Lucius, su aroma la golpeó y envolvió su cuerpo como una ráfaga caliente, una que le decía que tenía que someterse a su Alpha, y estaba más que dispuesta a hacerlo.

— Aprendamos juntos entonces. — Sonrió el Alpha pues sabía que era también inexperto en tratar con mujeres, pero su simple instinto lo guiaba siempre para tratar con cuidado de su Omega.

— Usted no tiene que... — Murmuró la Omega justo antes de que su Alpha se arrodillara frente a ella, levantando su vestido y ayudándola a quitárselo.

Se sintió envuelta en su aroma otra vez al sentir ese ardor en su nariz que le decía que estaba feliz, su Alpha estaba complacido al verla en esas prendas transparentes de las que pronto se desharía, al verla entre tantas joyas que él le había obsequiado como muestra de su amor y cariño, estaba más que complacido al olfatear su vientre y saber que allí había vida gracias a él, que era el culpable y el responsable.

— Yo siempre tengo que. — Murmuró su Alpha con una sonrisa antes de empezar a repartir suaves besos en su vientre y comenzar a descender.

— A-Alpha. — Alcanzó a murmurar justo antes de que el resto de su ropa fuera rasgada sin lastimarla y su intimidad fuera invadida por el aliento de su Alpha. — Ma-Majestad no h-haga e-eso. — Susurró avergonzada por completo cuando lo sintió olfatear antes de hundir su nariz en su intimidad, oliendo la fuente de vida, y un aroma tan seductor que haría cualquier cosa que su esposa le pidiese.

— ¿Hacer qué? — Preguntó Lucius con picardía en su voz, no iba a negar que la ternura en su Omega o su carita sonrojada, con su cuerpo siendo cubierto nada más que por joyas de pies a cabeza, tenía a su entrepierna como una roca.

— S-Sabe de qué hablo Majestad. — Murmuró con sus mejillas ardiendo cuando su Alpha hizo que sus piernas descansarán en sus hombros, y besara sus tobillos.

— Di mi nombre Nephthys si no, no podré tomarte en serio. — Decía él a punto de sonreír y dar un largo lametazo disfrutando en extremo de ese manjar que era suyo. — Tan delicioso como la miel. — Saboreó entre sus labios, era un completo manjar que los dioses le habían permitido probar sólo a él. Y la Omega cubrió su rostro luego de soltar un jadeo.

Jadeos y gemidos que escapaban de su boca, que él quería escuchar aún más, eran un sonido del cual él nunca tendría suficiente, del cual se sentía orgulloso de escuchar. Así que sin pedir permiso, hundió su lengua en esa entrada apetitosa, y desbordante, hambrienta por ser llenada, y él iba a darle todo, y más de lo que necesitaba.

Disfrutó como nunca saborear ese paraíso, uno que sólo era suyo, uno que lo tenía adorándola de pies a cabeza, en cuerpo y alma. Estaba escurriendo a fin de tanto y en vez de parar sólo quería verla estremecerse más entre sus dedos, porque él disfrutaba como nunca su lenta agonía.

Logró encontrar ese delicioso punto cuando su Omega emitió un delicioso gemido seguido de una caricia en su cabello que la tenía en el limbo, lo supo cuando sin querer intentó cerrar sus piernas y él sólo disfruto de abrirlas más para él. Disfrutó de ver a su Omega estremecerse y temblar mientras su respiración se agitaba.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now