48. Palabras.

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Un carraspeo se escuchó a sus espaldas, y la Reina río avergonzada en su lugar, pues primero tenía que cumplir con el protocolo antes de perderse en el aroma de su Alpha.

— Bienvenidos a nuestra morada Altezas. Espero que el viaje por nuestro Reino haya sido placentero. — La Omega hizo una reverencia muy sutil, sin faltarle el respeto a la promesa de su Alpha de no arrodillarse ante nadie más.

Los dos Alphas frente a ella se quedaron sin habla ante su sublime belleza, aquella que en definitiva también adornaba su corazón. Los Alphas no sabían ni siquiera como actuar correctamente ante tan magnífica criatura.

— Muy largo y poco placentero. — La esposa del Rey Mosi, Sacmis bajo de su carruaje adolorida y un poco molesta. El rostro de preocupación de la Omega hizo hablar al Rey Mosi con rapidez.

— No escuché a mi mujer, Alteza. Al contrario, tuvimos el honor de ser testigos del próspero Reino que ahora les pertenece mi señora. —

Tomó una mano de la Reina que estaba a su alcance besándola en el proceso, siendo testigo de su piel tierna, y suave, antes que Lucius hablará molesto a ese Alpha por tocar a su esposa, Nephthys sonrió agradecida retirando su mano ligeramente avergonzada.

— La nación no me pertenece, Señor. Más sólo tengo el enorme privilegio de proteger los intereses de mi Reino, y cuidar de mi pueblo. — Decía la Reina alejándose humildemente. Porque por la mirada que le lanzaba el otro Rey, estaba segura que la mujer a su lado seguramente era muy infeliz, no quería pecar por habladurías o malos pensamientos, pero no le agradaba la mirada que la otra Reina le lanzaba.

— También para mí ha sido un placer conocerla mi Señora. — El príncipe Kaeem simplemente hizo una exagerada reverencia sorprendiendo a su hermano mayor y al Rey Lucius.

— Ni las palabras más exuberantes y recatadas serían suficiente para describirla, y las maravillosas vistas que nos ha ofrecido su Reino sólo pueden ser comparadas con usted, señora. —

Aquello hizo teñir de rojo las mejillas de Nephthys con sincera vergüenza ante las palabras tan hermosas que le decía el príncipe, pues no se creía tan hermosa.

— Grato escuchar palabras tan... — El Rey Lucius la interrumpió.

— Pueden entrar luego de su largo viaje. La escolta Real los guiará en su camino. — Apuntó a sus servidores y soldados que los llevarían al otro lado del palacio, Lucius no los quería ni cerca. Aunque el príncipe Kaeem estaba por hablarle otra vez a la hermosa Reina Lucius volvió a hablar y su aroma imponente los hizo callar.

— Nos veremos a la luz de la Luna en el banquete a los ejércitos. — Aunque la Reina Sacmis estaba por protestar también cerró la boca ante el aroma de molestia que rondaba el aire y claramente era el aroma del Rey Lucius.

La Reina se quedó en su lugar pues debía recibir con una sonrisa y gratitud a los soldados. Sin saber que había hecho enojar a su Alpha volteo a verlo, y aunque sus cachorros parecían querer jugar con su rostro o su armadura, su rostro serio no le daba la explicación de porqué su molestia.

— ¿Algo no es de su agrado mi señor? — Le preguntó su linda esposa, sujetando uno de sus cachorros en sus brazos, pero sin dejar de hacer las reverencias y dejar de sonreír, si había hecho algo mal rezaría más tarde.

— ¿No he sido yo capaz de expresar cuán hermosa eres con las palabras más adecuadas que he tenido a mi alcance? ¿He pecado de ignorante por no saber adularte? — La Reina supo de la molestia del Rey Lucius contra las palabras que habían dicho los otros Alphas, y la hizo querer reír.

— Es aún más grato saber Majestad. Que el padre de mis hijos, Mi Rey, y Mi esposo, no sólo es un hombre de palabras sino de hechos. — Decía con una pequeña sonrisa en el rostro, haciendo feliz al Alpha sangre pura a su lado.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now