45. Promesas

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La Omega pronto entraría en celo, o eso decía su tentador y exquisito aroma, uno en el que el Rey le gustaba disfrutar casi tortuosamente. Ella acariciaba con cariño a su cachorro mayor que alimentaba tiernamente en su pecho, sintiéndose avergonzada porque su Alpha estaba desquiciándose en su aroma sin siquiera haber salido del todo el sol de la mañana, parecía que no había bastado el que la anudara la noche anterior cuantas veces quiso, o que le dejara cuantas mordidas había querido en su cuello y hombros.

Su Alpha estaba acostado sobre su regazo, disfrutando del aroma a fertilidad de su Omega, que aunque la había anudado muchas veces la noche anterior, aún no podría dejar sus cachorros en ese precioso vientre, al menos no hasta el celo, pero y mientras tanto sólo le quedaba degustar ese aroma fértil, cremoso y lechoso, que pronto se haría aún más tóxico para él.

Atsu seguía durmiendo junto a su padre cerca de los muslos de la Omega, el Alpha quién abrazaba con ternura a su cachorro y también las piernas de la Omega, estaba sonriente a buena mañana, los dioses habían sabido jugar sus cartas para bien, porque muy probablemente Lucius estaría haciendo en ese momento guerra a otros territorios en nombre del déspota de su primo de no ser por su pequeña y muy linda Omega que le había dado a dos herederos al trono.

Un gruñido hambriento de Atsu, quién le mostraba las encías a su padre en una sonrisa hizo reír a la Omega.

— Ah no... Luego sigo yo. — Le decía su padre cubriéndolo con su aroma, haciendo ruborizar a su Omega que amamantaba en su seno a su otro cachorro. — Yo tengo más hambre. — Dijo su esposo, con esa mirada fija en su Omega quién río nerviosa.

— Primero l-los cachorros. —

— Yo soy El que provee aquí, ¿Tengo derecho a comer bien, verdad? —

— ¡Alpha! — Murmuró avergonzada, haciendo reír a Lucius quién realmente sólo jugaba con ella.

— Tranquila, yo comeré bien, de último, y comeré mejor. —

Por el vínculo tan íntimo que compartía con su Alpha, sabía lo que él pensaba con sólo verlo a los ojos, y se vio avergonzada cuando supo de lo que su Alpha tenía hambre. Su cachorro mayor soltó su seno, dándole señas a su madre con una sonrisa mostrándole sus encías y un pequeño diente que ya estaba por crecer que estaba completamente satisfecho.

— Tu turno Atsu, Siéntete afortunado. — Decía su padre pasándole el otro cachorro a su madre, mientras recibía a Jahi, quién recostado en el amplio y fornido pecho de su padre, soltaba eructos luego de recibir un par de palmaditas suaves en la espalda.

— ¡Rey Alpha Lucius! —

Un par de golpes en la puerta le llamarón, más sin embargo él soltó un gruñido de molestia, debía pasar más tiempo con su propia familia, pues sabía que el instinto de su Omega estaba sufriendo, ese instinto que le tenía preocupada por sus cachorros, por su Alpha, y sobre todo ahora que tendría dentro de poco su celo.

— Más tarde. —

— Es urgente. — Susurró la voz de Khalid al otro lado de la puerta. La Omega suspiró, y tocó el hombro de su Alpha.

— Estoy agradecida por ser tan devoto a su familia, Mi Gran Rey. Pero no debe dejar de lado sus responsabilidades. Sé de sus nuevas y más fuertes responsabilidades con su pueblo, además de que ahora es el Comandante en jefe de los ejércitos, la seguridad de la nación está en sus manos, una nación que sus cachorros disfrutarán en el futuro. —

— ¿Qué sería del pueblo si su Reina fuera una egoísta? Ellos y yo no te merecemos. — Besó su Alpha con ternura sus manos, ella sonrió. Besó a sus cachorros con amor, dejando su aroma en sus pequeñas mejillas regordetas. — ¿Dónde podré verte en la tarde? — Preguntó, y su Omega lo pensó un momento.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now