9. Tienen ordenes.

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Nephthys se la había pasado casi encerrada en la posada durante esa semana, su padre no le había permitido salir. Apenas dejaba que le ayudará aunque no lo necesitaban, las monedas que le había dado el General eran demasiado, pero ellos no querían atenerse a ese dinero.

— ¿Sigue molesto conmigo? — Le preguntó Nephthys a su madre por su padre mientras tendían las sabanas en la terraza de la posada.

— No es que esté molesto. Está asustado, y debes comprender. — Nephthys entendía que sus padres solo habían hecho todo eso porque la amaban.

— Lo sé, yo no estoy diciendo lo contrario. — Decía su hija, porque en serio los comprendía.

— Dime algo. — Nephthys le prestó atención a su madre. — ¿Te gusta el General? — Ella simplemente volteo su vista al suelo, pero decidió ser sincera con su madre.

— No lo sé. — Admitió. — Solo sé que tiene un aroma delicioso mamá, huele a seguridad y algo que nunca he sentido antes. — Su madre comprendió, claro que lo hacía, sabía que tal vez los dioses habían puesto bajo su responsabilidad a la que quizás sería el regalo de los dioses para el General Lucius, que aunque no le agradaba tampoco le desagradaba.

— Si él regresa o manda a llamarte así como dijo que haría, ¿Irás con él? — Le preguntó curiosa su madre. Nephthys lo pensó un momento, y luego quiso reírse de su propia ignorancia.

— Madre el General es un hombre honorable estoy segura que no me recordará. —

— Pues que yo recuerde él es un Alpha de palabra y lo prometió. —

— No iré madre. Me quedaré aquí. También temo por nuestra vida ¿Lo recuerda? — Decía con una sonrisa la pequeña Beta.

— Claro que lo sé. — Sin embargo su madre comprendía que su hija era una Omega, una que necesitaba de un Alpha, uno que cumpliera con todos los caprichos y necesidades que tendría la pequeña como una verdadera Omega.

Al cabo de los días una discusión se hacía presente con el dueño de la posada y Khalid un General de alto rango en la región.

— Es mi única hija. — Se repetía el padre de Nephthys, en realidad su padre la quería, pero ahora la pequeña como Omega resultaba ser un gasto para ambos padres, uno muy grande si hablaban de las plantas y especias caras que compraban para suprimir todos los celos de su hija.

— El General la quiere en su palacio. — Su madre estaba cerca de ambos escuchandolos hablar.

— Mire yo no sé las intenciones del General con mi hija, ni siquiera sé si la llevarán a salvo. — Khalid quiso reír ahí mismo.

— Nadie intentará hacerle daño, el General nos mataría y los dioses nos castigarían. — Decía el soldado con sinceridad.

— Entienda que no sé de la travesía, no sé de su destino. —

— Su destino es al lado de mi General. — Dijo simplemente Khalid. — Y no quiero recordarle quién es él. — Claro que el padre de Nephthys no quería atenerse a las consecuencias. — Pueden acompañarnos si quieren, pueden enviar a alguien con ella. — Decía Khalid, porque tendría que llevar a la beta como el regalo de los dioses a su General.

— No es eso. — Habló la madre de Nephthys.

Porque aunque quisieran acompañarla en el camino bien el segundo al mando o el General iban a enterarse de la condición de su hija como Omega. Y entonces ellos no estarían seguros o a salvo. Con una mirada a su pareja la beta madre de Nephthys le advirtió a su padre que no podían interferir en el camino que los dioses le habían puesto a su hija.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now