55. Una bendición de los dioses.

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Los Reyes del sur habían regresado a salvo a su Reino, pero las malas noticias que le alertaron a su pueblo sobre la amenaza no eran gratas por obvias razones, los templos adoraron a los dioses en busca de misericordia.

— La Reina no tiene malas intenciones Comandante. — Hablaba Khalid a Lucius, pero este simplemente apuraba su paso, quería llegar a las fronteras con el sur de inmediato de ser posible. — No hay que temer por las decisiones que tomé. — El Rey negó.

— No tengo miedo por las decisiones que tome, o por lo que realmente desee, son otras cosas las que me preocupan. — Habló con sinceridad. — Sólo venguemos el honor de la Reina y el nuestro, y sólo entonces regresemos a nuestro Hogar. — Khalid estaba de acuerdo con ello.

Sorpresa fue para el Rey que en los días posteriores ningún tipo de ejército los esperaba al menos no con armas de guerra, la sangre no fue derramada. Porque los dioses no lo querían, el Reino del sur se rindió por completo ante el Reino Dorado.

La única sangre que se derramó fue la de un príncipe insolente que por su culpa casi trae la miseria a todo el Reino y el Rey Mosi fue asesinado por la misma corte de su Reino quién se enteró de su actuar en el exterior, ellos mismos sabían que no podrían seguir a alguien que no pensaba por el bien de su Reino.

Los ancianos betas y Alphas de la corte del Reino del Sur recibieron a Lucius con honores, habían escuchado del ungido de los dioses. Del favoritos de los dioses, y que mejor que rendirse ante su Reino a morir por sus manos.

— Parece que los dioses nos han sonreído y regresaremos una Luna antes. — Enhorabuena contestó Lateef.

— La Reina estará contenta. — Afirmó Khalid.

— Es más, seguramente nosotros le demos una sorpresa. —

Los ejércitos no avisaron de su regreso al palacio Real por lo que la gente que los veía marcar al palacio los saludaba y aplaudían contrariados, pero felices de corazón por su pronto regreso, por el hecho de que todos los soldados volvían con sonrisas en sus rostros.

— ¿Y la Reina? — Preguntó por los servidores que los recibían y su Omega al parecer estaba ausente en el palacio.

— Fue a adorar al templo a los dioses con sus cachorros, Majestad. — Le informó uno de ellos.

El Rey frunció el ceño, no sabía que su esposa salía del palacio en su ausencia.

— ¿Mandó a llamarla, Comandante? — Preguntó Lateef a punto de enviar a uno de sus hombres y un carruaje. Más el Rey negó.

— Iré a sorprenderla. — Ellos asintieron, su escolta Real lo acompañaría al templo después de todo también verían por la seguridad de su Reina.

Le molestaba un poco al Rey que el templo estuviera lleno de tantas personas, sabía de la adoración y admiración de la nación por su esposa, pero no sabía que muchos venían al templo de los dioses sólo para verla. Pasó las gradas, así como de las muchas personas que se reunían cerca de las columnas, pero la mayor concentración de personas era en la plaza dentro del templo, entre las fuentes.

Mujeres bailaban y la muchedumbre acompañaba su danza con cánticos, mujeres tan hermosas como lo era su nación. De inmediato el Rey se vio hipnotizado por la Omega que cubría su hermoso rostro con un velo que sujetado a su largo cabello con broches y monedas de oro aun así dejaba resaltar sus preciosos ojos.

Repasó con su mirada su voluptuoso cuerpo, digno de una diosa. Sabías que era la Reina no sólo por las piezas, joyas de oro y cristales que vestía, sino por la manera en la que se movía, por su aroma a amor que se desprendía de su piel tersa y perfumada.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now