23. Antes que la Luna brille en el firmamento.

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Las plegarias a los dioses no eran respondidas según la Omega porque su Alpha aún no escuchaba los latidos de su cachorro, por lo que estaba un poco asustada de que a pesar de los días y de sus noches juntos. Su Alpha aún no escuchará latido alguno o un indicio si quiera.

— ¿Puedo ir al templo está noche? — Preguntó a su Alpha esa mañana entre las sábanas, la respuesta fue la de siempre.

— Aún no. Tu carruaje aún no está listo. — Excuso. Ella asintió callada en su lugar dejando a su Alpha dormir aún más.

Claro que no le molestaban las órdenes ni tampoco el hecho de que no pudiera salir, aunque no conocía las verdaderas razones por las que su Alpha no la dejaba salir, porque pudo salir la otra vez en un carruaje sencillo y sin mucha seguridad ¿Cuál era la diferencia ahora? Para ella ninguna. No sabía nada de lo que ocurría fuera.

— ¿Kyla? — Llamó a su amiga quién muy entretenida preparaba especias para la cena.

— ¿Si? —

— Tengo tú favor, ¿cierto? — Le preguntó a lo que su amiga de inmediato asintió. — Podrías ir conmigo al templo. — Kyla no entendía del todo porque, pero ella era buena ayudando a escapar a su amiga desde que ambas eran niñas. Así que irían ambas.

Las ropas de la servidumbre eran tendidas en un patio enorme, los harapos secaban en el día y los recogían a la noche a sí que Kyla aprovecho eso para darle ropa menos llamativa a Nephthys y poder salir a la puerta principal sin levantar sospechas o al menos eso intentarían.

Para suerte de ambas una carreta estaba por salir vacía en busca de más alimento para los animales de los establos y seguramente regresarían en la mañana, ambas subieron a la carreta y la Omega intentaba con absolutamente todas sus fuerzas retener esas feromonas dulces, neutralizar su olor, y lo estaba logrando. O al menos entre el hedor del estiércol que de por si llevaba la carreta.

Nephthys no estaba haciendo nada malo se decía a sí misma, simplemente quería ir al templo y regresar a la cena antes de que su Alpha regresará para que no se preocupará o no se molestará con ella.

Kyla sonreía a su amiga, hace mucho tiempo que no se escapaban y aunque ahora la vida para ambas era más tranquila que en su provincia de alguna manera extrañaban aquello, no como para hacerlas volver, pero si como para sentirse nostálgicas mientras salían juntas.

— ¿Podemos ir al Gran bazar? — Nephthys negó de inmediato, de por sí su Alpha ni siquiera sabía que ambas habían salido.

— Le pediré a mi Alpha cuando él nos dejé salir y le diré que ambas queremos ir. — Kyla suspiró, pero apoyo a su amiga.

— Entra tú yo quemaré incienso. — Decía Kyla a Nephthys, y ella apuró a elevar las plegarias a los dioses.

— Cuan generosos han sido conmigo, quién realmente no merecía mucho, pero ahora tengo todo y más con el Alpha de mis pensamientos. — Decía con sinceridad. — Él está ansioso por su heredero, y yo no sé si he pecado y mi castigo es no saber de ellos. — Murmuró con la voz quebrada.

— Solo quiero escuchar sus latidos si están ahí, si no soy digna de traerlos al mundo está bien sólo quiero hacerle feliz en esta tierra porque él lo merece. —

Los dioses conocían el sencillo y sincero corazón de Nephthys, no era solo la hermosura de su persona sino su interno y resplandeciente ser lo que la habían llevado a ser escogida para el favorito de los dioses.

(•••)

Un muy orgulloso Alpha llegaba en su caballo a su palacio, quería ir a ver a su Omega y enterrar su nariz en su cuello hasta la cena, tal vez anudarla antes de ir a dormir y hablarle a su vientre porque sus cachorros no mostraban signo alguno, pero él sabía que estaban ahí, lo sabía porque sus sentidos lo decían y sus aromas estaban mezclados en ese perfecto lugar para venir al mundo.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now