56. ¿Cómo es?

40.2K 3K 178
                                    

La Omega se sentía seducida por el aroma de su Alpha, uno que soltaba sin descaro alguno porque era suya, ella sin embargo intentaba mantenerse alejada todo lo que podía dentro del carruaje, camino al palacio.

— ¿Qué pasa Nephthys? —

— Nada. — Murmuró ella en su lugar, alegre de que sus cachorros estuvieran mimados en los brazos de su padre.

— ¿Segura? — Ella asintió, cruzando sus piernas en su lugar y sujetando más suavemente las cintas de su túnica avergonzada tenuemente, y su Alpha sabía que él era la razón así que su ego estaba a salvo.

— Si mi señor. — Asintió la Omega intentando ignorar las miradas tan dulces de su Alpha.

El carruaje se detuvo en la entrada al palacio, el Rey fue el primero en bajar y con cuidado espero a que su Reina también pudiera salir sin tropezarse. Sujetó su mano con cariño y firmeza al subir las enormes gradas que conducían a la entrada principal del palacio, la guardia Real hacía reverencias a los Reyes.

— ¿En dónde están tus padres? — Preguntó Lucius a su esposa cuando las puertas al salón principal eran abiertas.

— Por ahora están descansando en el ala norte. — Él asintió de acuerdo. Aquellos aposentos eran exquisitos.

— ¿Podemos tener un baño en las piscinas privadas? — Preguntó a sus servidoras amablemente. Pues desde que había llegado de su largo viaje no se había detenido a descansar, y el sol abrasador del desierto había sido sofocante en todo el camino.

— ¿A los cachorros y la Alteza también, Majestad? —

— No es necesario que les moleste con un capricho mío. — Negó el Rey. — Preparen un baño para mí. — Pidió sin más a lo que las servidoras asintieron.

— Iré a cambiarme, Majestad. — Reverenció la Omega. Avergonzada por la incómoda túnica que vestía, y por no recibir a su Alpha con la apariencia correcta como merecía. — Yo llevaré a los cachorros al... —

— Iré contigo. — Habló el Rey, haciendo que su esposa asintiera sonrojada. Fue seguida por su Rey quién con su mirada advertía a sus servidores que no se acercarán demasiado.

Tras las enormes puertas a su alcoba el Rey se encargó de hacer reír a sus cachorros, que casi lo hacían tropezar por sus pequeños pasos en el suelo.

— ¿Ah? ¿Así que esto es una espada? — El Rey río por como sus hijos querían mostrarle unos pequeños palos de madera que para los cachorros se parecían mucho a la espada de su padre.

— ¿Hace cuánto mostraron interés por las espadas? — Preguntó a su esposa cuando ella iba a los armarios del Rey y preparaba túnicas adecuadas para después de su baño así como para ella misma.

— Hace un par de soles. — Decía la Omega sonriente. Su esposo les mostró la postura adecuada a sus cachorros de sostener el palo de madera.

— ¡Pa! — Le mostraba Atsu como lo sostenía sin votarla sin querer y el Rey sonrió.

— Ahora sacas el pecho... — Le indicaba su postura, su hermano Jahi fue quien intentó darle un golpe, y el Rey se maravilló al ver los fuertes que sus cachorros crecían porque sabían cómo oponerse al otro. La Omega sonrió viendo como su esposo les indicaba y ayudaba a mantener un pequeño combate entre ellos.

— Creo que es hora de que dejen las armas fuertes Alphas. — Interrumpió su madre sosteniendo los pequeños palos que usaban. — Necesitan tener ropa adecuada. — Les cambiaría a unas pequeñas prendas ligeras para sentirse más cómodos el resto del día.

Lucius ayudó a su esposa con calma también entreteniendo con una sonrisa a sus cachorros que querían saltar en el colchón animados de sentir los deliciosos aromas de sus padres mezclados en el aire. Cuando se cambiaron ambos pequeños casi corrieron a su alrededor persiguiéndose.

El Alpha aprovechó el descuido de su Omega para acercarse a ella con calma. La pequeña Reina casi se derrite al sentir los dedos de su Rey soltando las cintas de esa túnica que apenas estaba sujetada a su cuerpo. Lucius llevo una de sus rodillas al suelo y al soltar la prenda de su grandiosa esposa casi gruñó al sentir el delicioso aroma en el aire.

El Alpha enterró la nariz en el exquisito vientre bajo que ahora llevaba a un cachorro suyo con posesividad y presionó sus muslos al verse desquiciado por el sublime aroma. La Omega avergonzada sintió su piel erizarse y tuvo que sostenerse de sus hombros pues casi iba a perder el equilibrio por la imponente presencia del Alpha.

— Es como sus hermanos... Un Alpha. — Habló el Rey Lucius con orgullo.

— Esperemos el honor y la honra persigan su vida todos los días de su vida como su padre. —

— Y tenga un corazón tan hermoso, lleno de gracia y bondades como su madre. — Ella sonrió tenuemente, pero su Alpha volvió a suspirar en ese lugar, su tierna Omega embarazada era increíblemente hermosa, no podría negarse a nada que ella pidiera en ese estado. Le daría el mundo si ella lo pidiera.

— E-El baño majestad. — Y el Rey río casi a carcajadas. Antes de levantarse dejó un par de besos húmedos en el lugar enviciándose en ese aroma. La Omega jadeó cuando sintió el aliento del Alpha, además de su lengua húmeda y caliente.

— ¿Tanto molesta mi aroma? — Ella se sintió torpe y tonta por ello.

— N-No dije eso M-Majestad... Su aroma... No es... Es decir su aroma. — Él se levantó viendo divertido a su Omega.

— ¿Cómo es mi aroma? — Preguntó a su linda esposa.

— Es... Es... — Intentó zafarse viendo como sus cachorros se convertían en su bestia interior corriendo al balcón. — Voy a... — Los ojos de su Alpha la vieron divertidos y amorosos otra vez.

— Apuraré mi paso entonces. — Murmuró el Rey, depositando un beso en sus labios comestibles de cereza y algodón.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now