49. Coronas.

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El banquete iba a de maravilla lo decía la sonrisa de sus soldados e invitados, y aunque la familia Real estaba en el extremo con sus invitados a sus costados, eran capaces de ser testigos de la satisfacción de las personas, Lucius se hizo a la idea de agradecer después a sus servidores, pues estos habían hecho su deber de maravilla, no sólo cuidando de su Omega y sus cachorros en su ausencia sino haciendo su trabajo de con una sonrisa.

El Rey esperaba la aparición de su Omega porque había tenido que quedarse en la alcoba alimentando a sus cachorros y asegurándose que durmieran para que las doncellas que cuidarían de ellos no tuvieran problemas.

— Ahora entendemos la razón de tu cambio. — Decía el Rey Mosi, y Lucius asintió bebiendo una copa de vino, sin muchas ganas de entablar una conversación sincera.

— Su esposa es una maravillosa criatura Majestad. — Asintió Kaeem su hermano, sobre todo cuando la vieron entrar nuevamente al salón sus palabras cobraron sentido al observarla una vez más.

Llevaba puesto un vestido más ligero, pero igual de encantador, el aroma en el aire se había vuelto dulce otra vez por la presencia de la Reina. Los soldados que la veían no podían evitar hacerle reverencias y los que comían por poco atoraban el bocado en su garganta.

— Espero que el banquete este siendo de su agrado. — Comentó sentándose en la silla reservada junto a su Alpha, quién molesto por las miradas descaradas que recibía de los Alphas frente a ellos, decidió mover la silla y juntarla a la suya con poco esfuerzo, su esposa decidió no voltearlo a ver pues conocía la razón de su actuar.

— Nosotros somos los que deberíamos agradecer. —

— Está siendo una maravilla Alteza. — Decía el príncipe Kaeem en un doble sentido, clavando sus ojos en la Reina Nephthys, pero ella ignorante sólo sonrió.

— Muchas gracias. —

— Sería para nosotros un honor si nos acompañará a nuestro Reino también para poder ofrecerle nuestra hospitalidad. — Comentó el Rey Mosi, más la pequeña Reina volteó a ver a su Alpha.

— Lo tomaremos en cuenta en un futuro. — Habló Lucius. — Quizá luego de que mi Reina traiga al mundo a más herederos. — Los otros Reyes rieron.

— Eso sólo podría ser posible por milagros de los dioses. — Mencionó la beta.

Porque no era un secreto que concebir hijos fuera tan difícil después de todo las únicas relaciones que existían eran Betas y Alphas o entre ellos, porque las Omegas se entregaban al Rey y estás no tenían permitido dar hijos o emparejarse, y si esto ocurría lo que les esperaba era la muerte.

— Para gracia y honor mío tengo su favor, y también tengo el honor de escucharlos también. Así que no saldremos del Reino en un largo tiempo. — Negó Lucius, su Reina a su lado casi deja de comer al sentir como su Rey pasaba un brazo muy escurridizo alrededor de su cintura y cadera, haciendo su piel sensible rozarse.

El aroma que inundó el aire un pestañear fue tan dulce que a los Alphas les parecía divino, y casi excitante, su esposo volteo a verla, más ella intentó con todas sus fuerzas suprimirlo un poco asustada de que lo notarán.

— ¿Vendrán las Omegas para entretener? — Preguntó el Rey Mosi, y junto a su hermano voltearon a ver a su alrededor, no era un secreto que las Omegas más hermosas estaban en el Reino Dorado.

— Seguramente más tarde. — Se encogió de hombros el Comandante, dejando salir un poco de su aroma imponente para neutralizar el aroma de su esposa y relajarla, pues el hambre y apetito le habían desaparecido a la Omega que no soportaría más días atrasando su celo. Los Alphas le prestaron atención al sonrojado rostro de la Reina, y fue entonces que lograron percibir ese exquisito, candente y seductor aroma a Omega.

— ¿U-Usted es...? — Estaba por preguntar el príncipe Kaeem casi o aún más prendado de la Reina.

— Es mi Omega. Si, y la Reina de esta nación. — Asintió Lucius haciendo que los invitados soltaran suspiros de completo asombro.

— Creí que la Ley no permitía... — Habló el Rey Mosi, desconcertado.

— ¿Las Omegas que no eran sólo para ligera compañía en los aposentos? — Soltó mordaz la Reina Sacmis quién hasta el momento estaba escuchando. — ¿Es que el Rey olvidó que las Omegas no sirven para...? —

— ¿Ha olvidado que está en mi palacio, señora? — Preguntó Lucius. — Si su esposo no es capaz de disciplinarla, estoy seguro que uno de mis ejércitos podría hacer la labor. — La calló el Rey, las mejillas de Sacmis se tiñeron al igual que su rostro de un pálido como la luz de la Luna, avergonzada sí, pero aún más asustada.

— ¿Q-Qué dice? — Ella volteo a ver a su esposo. — Dile algo. —

— Disculpe la lengua de mi Reina, aún no sabe cómo hablar con la Realeza. — Negó el Rey Mosi.

Sabiendo que Lucius podía ser Rey hace muy poco, pero tenía más experiencia en batallas y guerras que cualquier otro Rey y regente, después de todo se había criado entre los ejércitos. Ejércitos que lo respetaban, los demás Reinos siempre le habían temido más al General Lucius que al Rey, y ahora que era Comandante sólo hacía más peligroso el hacerlo enojar, sobre todo si se había casado con una Omega aún contra la Ley, y ofenderla estaba seguro que era una ofensa que él no toleraría.

— ¿No estás...? — La Reina Sacmis iba a protestar.

— Entiendo que al Rey Lucius no le importará la Ley en estas circunstancias, después de todo la Reina de verdad está bendecida por los dioses. Es muy hermosa. — Asintió el príncipe Kaeem, casi excitado por el aroma que rondaba en el aire de la Omega, y es que aunque él ni siquiera pensará en marcar a una Omega porque no eran más que hermosos trofeos, si tenía curiosidad por la linda Reina.

— No sólo es bendecida por los dioses, ella fue el regalo que los dioses permitieron que yo tuviera el honor de proteger. — La Omega en su lugar agachó la mirada avergonzada, un poco asustada de que su celo se saliera de control si su Alpha le decía cosas tan lindas.

— Seguramente piensa eso Rey, porque en sus aposentos ella sabía cómo embelesarlo. — Habló Sacmis.

— Ella no era del Harem de nadie ni de ningún otro, y no creo que sea un interés para ustedes como es que ahora mi Omega lleva la corona. Una corona que estoy seguro es mucho más pesada que la suya, Alteza. — Habló Lucius molestó, con muchas ganas de hacerle la guerra a esa nación sólo para quitarle la corona a esa beta, pero su esposa leyó sus pensamientos y tomó su mano.

— No estamos aquí para hablar de coronas, sino para agradecer a los dioses por la misericordia que tuvieron al traerles de vuelta, sanos y salvos. Majestad. — Intervino la Reina más hermosa sonriendo, y haciendo que muchos Alphas no quitaran los ojos de su hermosa presencia.

— Como siempre tienes razón. Mi hermosa Reina. —

Los invitados callaron, y decidieron seguir comiendo, pero ahora los otros dos Alphas no le quitaban de encima la mirada a la Reina Nephthys, curiosidad sentían, pues era en extremo hermosa, y el ser Omega sólo explicaba esas anchas caderas seductoras, y el delicioso aroma relajante que rondaba el aire del palacio.

Mi Paraíso Contigo. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora