44. Las estrellas están en sus ojos.

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La princesa Menwi molesta por su humillación pública regresó en su camino.

— Creí que sólo habrían unos cuantos servidores. — Admiró Nephthys, pues ella realmente no contaba con que el banquete como era tradición fuera asistido por invitados de todas clases así como de los servidores del antiguo palacio más modestos en el que vivían.

— No lo creerás, pero que clase de Rey sería sino muestro el respeto que se merecen a todos y toman mi ejemplo. —

— Muy acertado Majestad. — Asintió Nephthys, su esposo tomó su mano entre las suyas agradecido que el trono estuviera excluido por velos colocados para él, la Omega del Rey tragó fuerte cuando observó el asiento ostentoso y pensó en tomar asiento frente a este en mesas ubicadas en el suelo frente al Alpha, más no contaba con la astucia de su Rey quién la hizo sentar en su regazo como debía ser.

— Pensé que era algo formal. — Comentó Nephthys, y el Rey río un poco. Acomodándola en su regazo.

— Eres la Reina, así que tú eres algo formal aquí. — Ella alcanzó a reír.

La música y el entretenimiento llamaron la atención de la preciosa Omega quien admirada por el ingenio de las personas y su habilidad en la música, o la destreza de los hombres y mujeres en el baile no le prestaba mucha atención a los besos que el Rey dejaba en sus manos, y uno que otro que terminaba en su cuello, o esas manos que se paseaban tentadoramente alrededor de sus caderas y su pequeña cintura. Porque estaba en extremo seducido por ese atuendo que la hacía ver como una diosa.

— ¡Majestad! — Alcanzó a susurrar Nephthys con la mirada perdida a su Alpha cuando sintió su piel erizarse por el contacto con una de las manos del Alpha coladas en su estrecha cintura, este sonrió en su lugar muy tentado a acariciar sus tersos muslos, decidió apretarlos haciéndola soltar un gimoteo avergonzada, y se atrevió a besar sus labios de cereza para callarla, esos que lo tenían un poco desquiciado por el amor de su Reina.

— Nos están viendo. — Susurró con su voz quebrada la dulce Omega. Y el Rey alcanzó a reír aún más, sin importarle las miradas atrevidas de las personas a su alrededor, pero era casi imposible no posar los ojos en esa Omega sensual, tentadora e ingenua.

— ¿Debemos ir adentro entonces? — Ella avergonzada se escondió en el cuello de su Alpha, y sintió su pecho vibrar por la risa. — Me refiero sólo para verificar que los príncipes estén bien. —

Nephthys tragó fuerte en su lugar porque su Alpha había dado en el clavo, una Omega sólo podía estar pendiente de sus cachorros y su Alpha, y no los tenía juntos así que asintió en su lugar. Ella se levantó con calma y su Rey tomó su mano para ambos retirarse del banquete.

— Disfruten del resto de la noche. — Comentó el Rey, saliendo del salón con su Reina de la mano.

Su camino se hizo corto a la alcoba en la que un par de servidoras y una guardia real en la puerta cuidaban de la seguridad de los príncipes. Al entrar la Omega sonrió al ver como Jahi abrazaba cariñosamente a su hermano Atsu quién no dejaba de llorar en un intento de darle consuelo.

— No paraba de llorar Alteza. — Le comentó una servidora luego de hacer una reverencia.

— No se preocupen pueden salir un momento, cuidaremos de ellos. — El Rey les hizo saber y ellas se fueron luego de reverenciarles.

— ¿Qué pasa con mi príncipe? ¿Las estrellas no se ven tan hermosas está noche y quieres despertarlas con tu ruego y llanto? — Preguntó la Omega mientras mecía al pequeño príncipe entre sus brazos.

— Seguramente no querían mostrarse si no era con tu belleza mi Reina. — Y la Omega río un poco negando. Calmando con su aroma a su cachorro mientras su otro cachorro era mimado por el Rey.

— Las estrellas están en los ojos de las personas que las ven. —

— ¿Entonces porque no se ven tan hermosas como en tu compañía, mi señora? —

— Quizá ellas sólo quieren iluminarme por mi ausencia de gracia. —

— O por tu exceso de belleza. — El Rey se acercó a acariciar y empapar con un poco de su aroma a su pequeño cachorro con los ojos hinchados de tanto llorar, este tenía su pequeña manita en su boca y estaba gimoteando buscando consuelo en el acogedor pecho de su madre.

Ese aroma sobreprotector del Alpha fue más que suficiente para que el cachorro se sintiera del todo a gusto. La Omega sonrió cuando observó a sus cachorros comenzar a bostezar porque el aroma de seguridad les daba la libertad de hacerlo, el aroma del Alpha era picante, y los hacía someterse ante su padre el Alpha.

— ¿Los dejaremos en su cuna? — La Omega preguntó curiosa al ver como su hijo mayor que dormitaba en el hombro del Alpha era llevado por su padre a su cómoda cuna.

— Sus padres van a necesitar el nido ahora. — Asintió el Rey, ella apenas se dio cuenta de su torpeza.

— Ah S-Sí. — Decía la Omega avergonzada siendo ayudada por su Alpha para acomodar a Atsu también.

Él entonces pudo dejar su aroma a Alpha escapar y esparcirse en el aire, pues aunque tenía su derecho a hacerlo, poco le gustaba a Lucius aprovecharse de los regalos recibidos por los dioses como un Alpha sangre pura, pero sonrió al ver los resultados en su Omega pronta al celo, quién se sostenía de la pared abrumada por el tóxico aroma del Rey.

— ¿Estás bien Nephthys? — Ella sólo cerró fuerte sus ojos y abrió su boca en busca de aire porque estaba asfixiándose en el aroma candente de su Alpha.

— E-Eso creo. — Asintió intentando voltear a otro lado, pero su Alpha sabía que su linda y tierna Omega mentía, había olido el exquisito aroma de vida escurrir entre sus piernas desde que lo vio en el salón, era el instinto de su Omega complacerlo y satisfacerlo.

Y era una suerte o infortunio el que su Alpha también estuviera pronto al suyo, lo sabía en su sangre caliente, o en su pesado aroma que escapaba últimamente.

— ¿He de rogar por tu amor, mi hermosa y tierna Reina? — Preguntó el Rey Lucius. — Porque estoy dispuesto a hacerlo. — Una mirada perdida de su preciosa Omega fue suficiente, para que su Alpha tomará en serio su estado.

— Los dioses me castigarían si no le doy lo que quiere Majestad, así que no es necesario rogar. — Negó la Omega avergonzada, recostada en la pared intentando esconder sus manos que temblaban por su autocontrol a medida que el Alpha daba pasos hacía ella.

— ¿Es tu deseo dármelo? — Preguntó Lucius casi sobre los labios de la Omega.

— Es mi deseo satisfacerlo, majestad. — Tragó ella fuerte pasando los brazos alrededor del cuello de su Alpha cuando este apretó su cintura.

— Que bueno, porque es mi necesidad el darte todo también. — Ella sonrió de lado, avergonzada y tímida buscó los labios de su Alpha para disfrutar de ese paraíso.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now