4. Paraíso en medio del desierto.

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Cuando fueron por las especias y llegaron con su madre. Y las demás personas que ya habían terminado de llenar los barriles de agua. Su madre la vio alarmada por los dos soldados que acompañaban a ambas.

— ¿Qué han hecho? — Preguntó asustada.

— Nada señora. El general solo quería que regresaran a salvo. — Los soldados pusieron los sacos de especias en el suelo como un regalo también, porque la beta había ayudado a su general.

— Hablaremos cuando lleguemos con tu padre. — Decía su madre negando con disgusto. Todos emprendieron su camino.

El general se quedó en su asiento cenando aún pensativo, unos cuantos soldados de alto rango lo acompañaban en la cena. Y todos estaban pensando en que esperaban que estuviera recuperado para su cumpleaños que era dentro de una semana pues los dioses harían fiesta en toda la región.

— ¿A dónde fue? — El general preguntó de inmediato cuando vio a sus soldados regresar.

— Al parecer no son de por aquí, solo venían a traer agua. — El general asintió a la noticia.

— Quiero que la sigan y me avisen a donde va. — Ellos asintieron emprendiendo su camino y misión.

— ¿Puedo preguntar? —

— Ya has hablado. — Respondió el general, sin mucha paciencia.

— ¿Por qué el interés? —

— Te has respondido a ti mismo. — Contesto sin muchas ganas de seguir expuesto. Se levantó con calma regresando a su carpa.

— ¿Quiere que pida algunas damas de compañía para que cuiden de su herida? — El general negó de inmediato.

— No tengo interés. Cuando los soldados regresen con más noticias de la beta quiero que me despierten de inmediato. — Su segundo al mando asintió.

Todos estaban conmocionados porque por lo general él no tenía interés en pasar mucho tiempo con otras personas o estar interesado en ver el rostro de las betas si quiera. Pero había puesto sus dedos directamente en la vestimenta de la beta, dejando su propio aroma con ella. Eso solo quería decir que inconscientemente tenía mucho interés en ella.

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Habiendo aclarado con su madre lo que había sucedido las tres estuvieron de acuerdo en omitir lo que en realidad había pasado, y simplemente decirle que le habían ayudado a un soldado simple en la calle y él les había pagado con esa cantidad de monedas.

Ese día Nephthys estaba más que tensa, asustada de que su padre se enterara de lo que había pasado cerca de los pozos la noche anterior.

— ¿Fuiste a cambiar las sabanas? — Ella asintió al mandato de su padre.

— Yo iré a ver si desearan algo más antes de que se vayan, quédate aquí y cubre tu rostro. — Ella asintió otra vez a su padre que desaparecía de la entrada y una simple mesa que era donde los que pensaba hospedarse hacían tratos con su padre o su madre.

El mundo casi se le cae a los pies cuando uno de los soldados que estaba ahí la noche anterior venía entrando a la posada.

— Disculpe ¿Que deseaba? — El Alpha sonrió como si supiera que era ella.

— Mi General desea hablar con usted. — Ella negó de inmediato, no entendía.

— Yo no lo he ofendido. —

— No es por eso. Él solo quiere verla... — Ella volvió a negar y observó a su padre quién venía caminando hacia el lugar con más sabanas que cambiar, entregándoselas descuidadamente a su hija que estaban ocultando su mano lastimada bajo un vendaje bien puesto.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now