62. ¿Cómo es que el fuego no puede quemarte?

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— ¿Es por el vientre? — Quizá era el bulto en su vientre que la hacía ver mal para llevar ese traslúcido traje de Omega, que dejaban ver a la perfección sus caderas anchas y su pequeño vientre.

— Al contrario parece que no hay otro adorno más hermoso. — Negó el Rey levantándose de su lugar para ir con su hermosa esposa. — Pero me temó mi Señora que voy a querer robar su presencia del resto si seguimos con grandioso regalo. — Habló con calma Lucius, pues podía ser que el siempre fuera paciente y muy correcto, pero habían ocasiones como esas donde no tenía deseos de compartir la presencia de su hermosa joya del desierto con nadie más y guardarla para sí mismo.

— ¿Q-Qué pasa si quiero uhm... quedarme aquí...? — El Alpha volteo a ver hacia los balcones, la pequeña Omega tuvo que tragar fuerte y contener su aliento cuando observó cómo su Alpha caminó con lentitud hacía los ventanales desde donde la observó con esos ojos más oscuros de los usual, como una bestia observando a su presa, también camino a la gran puerta, donde dio órdenes a los guardias del pasillo y volvió para cerrar las puertas.

— ¿Q-Qué pasa mi señor? — Él apenas sonrió.

— Poco tiempo para adorarte eso sucede... — Exclamó el Rey mientras contemplaba a su Omega temblar un poco por el escalofrío que la estaba recorriendo de pies a cabeza con sólo tener la mirada de su Alpha en ella.

— ¿E-Es...? —

— Te anudaré rápido sólo para regresar pronto con nuestros invitados ¿Eso está bien? — El rostro completo de la Omega junto a su cuello y sus pequeñas orejas se tiñeron de un rojo intenso por la declaración tan directa de su Rey.

— S-Si eso es lo que d-desea mi Alpha... — Lucius suspiró en su lugar soltándose un par de cintas de su túnica porque estorbaría.

— No lo digas como si lo odiaras Nephthys. — Negó el Rey reprendiéndola con la mirada, y hacerla estremecerse al recibir esa mirada de parte de su esposo. — Como si fuera una tortura. — La pequeña y tierna Omega en su lugar apenas acarició nerviosamente a su vientre.

— No es u-una tortura. No lo malentienda Majestad. Odiaría no tenerlo a mi lado, y una tortura sería no tenerle nunca más conmigo. —

— Desnúdate para mí, hermosa Reina. — Ella observó aquellos ojos oscuros en su esposo que la observaban con seriedad, pero también con mucha impaciencia. La tierna Omega en cinta asintió avergonzándose aún más. Tuvo que deshacerse de sus ropas ligeras de Omega, aquellas que poco cubrían en realidad.

Ver a su preciosa Omega sin nada más que sus ostentosos regalos de oro y otras joyas hacían que la entrepierna del Rey palpitar en deseo. Tuvo que acercarse con lentitud para no ser brusco con sus besos, o cuando invadió la pequeña cavidad de la boca caliente de la Omega con su lengua para no comerla lentamente a mordidas, la pequeña apenas podía derretirse entre los brazos de su Alpha, y suspirar entre aquellos bruscos besos húmedos.

— Voy a marcar con mi tacto cada poro de tu piel. — Aquella mordida en la mandíbula de su Omega fue suficiente para hacerla jadear anhelante. — ¿También lo quieres verdad? —

La hermosa Reina asintió repetidamente pérdida en sus besos y mordidas. Los fuertes brazos del Alpha la dirigieron con cuidado hasta sus aposentos donde la hizo sentar lentamente, sin despegarse de aquellos labios carnosos y encantadores de su esposa.

La mano del Rey se escabulló con lentitud hacía los pliegues exquisitos y escurrientes de dulce néctar de la preciosa Omega. Un par de dedos se introdujeron con lentitud en aquel apretado paraíso del Alpha.

— Eres tan preciosa. — La respuesta del Rey fue aquella mirada perdida, mezclada con aquellos deliciosos jadeos que escapaban de su boca que el Rey apenas alcanzaba a acallar con su lengua mientras movía estratégicamente sus dedos gruesos en aquel caliente lugar.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now