22. Los dioses han sido generosos.

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El olor de su Alpha en la mañana era magnífico, ella era la única que podía apreciar sus facciones tranquilas en su lecho porque siempre tenía el rostro serio, tanto que intimidaba. Decidió a atreverse a besar su frente antes que despertará, pero la sonrisa que surco el rostro del General Lucius decía que él como siempre estaba muy alerta de su alrededor.

Ella se volvió a cubrir entre sus sábanas otra vez por haber sido descubierta, pero un escalofrío fuerte la recorrió cuando su Alpha coló una de sus manos bajo sus prendas de seda sintiendo la exquisita piel de su Omega bajo sus dedos.

— Es el mejor despertar que he tenido en mucho tiempo. — Admitió olfateando su cabello con insistencia, asegurándose que su Omega estuviera bien.

— Pensé que dormía. — Murmuró Nephthys sobre un enorme almohadón.

— Sólo estaba alerta por los cachorros. — Ella fundió su rostro aún más en la almohada, aún no quería enfrentarse a ese hecho, no porque la molestará sino que no se hacía la idea de que era ella la que podría llevar los cachorros del Gran General Lucius en su vientre, él quien era posiblemente la encarnación de un dios, el favorecido de los dioses.

— ¿Y si aún no hay cachorros? — Él sonrió aún más.

— Entonces tendré que ponerlos ahí ¿Verdad? — Decía sujetándola de esa estrecha cintura. Ella río un poco al sentir sus besos en su cuello sintiéndose en el cielo.

— No me refería a eso, Majestad. — Alcanzó a decir con una sonrisa.

— ¿A qué entonces? —

— Los cachorros no crecen tan pronto, sólo han sido un par de días. — Murmuró no queriendo delatarse porque ahora que había probado los besos del General no iba a mentir eran todo un manjar de los dioses, ella era bendecida por poder recibirlos.

— Mi olfato no miente y sé que pronto escucharé sus latidos. — Decía besando ese lindo rostro. La Omega no podía ocultar su felicidad, o sus risas.

— ¿Puedo pedirle algo Majestad? — Él asintió. — ¿Puedo enviarles una carta a mis padres diciéndoles que estoy bien? Me temó que la preocupación podría nublar sus pensamientos y yo querría visitarlos también. —

Para las salidas de la Omega era un rotundo no, no pensaba arriesgar su vida así.

— Puedes enviarles las cartas que quieras les diré a mis mensajeros que las entreguen. — Ella sonrió. — Pero si quieres puedes invitarlos al palacio porque sería peligroso para ti que atravieses la región ahora. —

— ¿Porque? ¿Cree que querrían matarme? — Preguntó preocupada.

— Porque el viaje será aún más largo en tu estado. — Decía negando.

— Majestad yo aún no tengo ningún síntoma... — Fue interrumpida por sus besos.

— No me contradigas Nephthys. — Ella asintió porque de alguna manera su Alpha sabría que sería lo mejor para ella y que no.

— No puedo arriesgarme. — Ella alcanzó a abultar sus mejillas de alguna forma guardándose su verdadera respuesta, y viéndose adorable en el proceso.

— ¿Puedo ir al templo de los dioses entonces? — Quería decir que no, al menos no todavía.

— Cuando traigan tus atuendos reales. —

— Majestad yo puedo usar cualquier cosa. —

— Y verte hermosa lo sé. Considérame a mí, ¿Qué clase de Alpha tiene honor si su Omega no viste sus propias ropas? ¿Soy incapaz de proveerte acaso? ¿Soy tan vil como para negarte todo y más de lo que mereces? — Ella sólo se mordió un labio.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now