13. Sus razones.

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Las estrellas se alinearon esa noche. Los dioses sonrieron también a Lucius esa noche y seguramente las venideras, cuando observó una última vez las estrellas antes de cerrar sus ojos lo notó estaban resplandecientes y hermosas como la Omega en su pecho.

El delicioso aroma le hizo cosquillas en la nariz esa mañana, sintió que jamás había dormido tan bien en toda su vida, la cama era más cómoda que la suya propia a pesar de las noches ser heladas en el desierto.

Las cómodas y deliciosas sábanas la hacían sentir como en una nube esponjosa, el delicioso y tóxico aroma del General Lucius la hacía sentir en un limbo que no sabía que existía.

Olía delicioso, se removió entre una sonrisa sin poder evitar sentirse dichosa y extrañamente a gusto, tan a gusto que no quería abrir los ojos. Se removió entre las sábanas otra vez y hasta entonces notó un brazo que estaba sujetó con fuerza a su cintura. Tragó tan fuerte que quiso toser, la nariz en su cuello hizo que su piel se erizara de inmediato.

Para Lucius la Omega se miraba preciosa sonriendo en las mañanas, sus mejillas abultadas rosas acompañadas de esa sonrisa le hacían querer cumplir todos sus caprichos, iba a mimarla tanto como pudiera y no le molestaría, no cuando observó que la Omega quería mantener sus ojos cerrados y disfrutar su mañana en cama. Le parecía tierna la forma en que quería ocultarse entre sábanas cuando sintió su cuerpo junto al suyo. No pudo evitar caer rendido ante su ternura y fundió directamente su nariz en aquel hueco exquisito de su cuello.

A pesar de que sabía que las especias invadían su sistema evitando sentir su verdadero aroma a gloria, él simplemente alcanzaba a sentirlo, alcanzaba a sentir su aroma a fertilidad y su celo controlado, pero sabía que eso duraría poco.

— ¿G-General? — Él casi sonríe.

— Lucius. —

— G-General Lucius. — Comentó la beta asustada de sí misma. — Lamento la intromisión creo que la beta, yo creo que se confundieron y... — Cuando la atrajo a su pecho rogó a su autocontrol que esperará, que tenía una eternidad para adorarla.

— ¿Tienes hambre? — Ella iba a negar, pero decidió ser sincera y asintió de inmediato. — Pediré por el desayuno. ¿Deseas comer aquí? — Ella se cubrió aún más con las sábanas al recordar que estaba en un camisón, se sentía avergonzada por haberse sentido tan cómoda en su cama. Si se enteraban sus padres la castigarían por dormir con un hombre como él. Y estaba por hacer un par de reverencias al estar en presencia de un Alpha sangre pura, pero se sentía avergonzada por su atuendo y el Alpha alcanzó a comprender.

— Esperaré en el comedor, no me hagas venir a buscarte. — Ella asintió con sus mejillas rosas.

Cuando el Alpha salió de la recámara soltó un pequeño gemido avergonzada, se sintió pecar por disfrutar tener el aroma del Alpha impregnado en su piel. Apuro a buscar sus vestidos que yacían casi al lado de la armadura del General Lucius, y su interior volvió a retorcerse al pensar en su presencia imponente con esa armadura bendecida por los dioses. Sentía que estaba deshonrando la presencia tan correcta del General.

Cuando alcanzó a vestirse y caminar al comedor, no podía levantar su rostro y verlo a los ojos se sentía demasiado avergonzada. Khalid estaba ahí desayunando también, así como un par de soldados de alto rango.

— ¿Durmió bien anoche General? — Le preguntó Khalid casi orgulloso de haber cumplido casi al pie de la letra su misión.

— Los dioses me sonrieron, sí. — Respondió luego de notar el rostro rojo de la pequeña Omega. — Te debo mi respeto y mi lealtad así como a tus hombres. — Volvió a asentir Lucius, pues le habían explicado lo que había sucedido con el Rey el día anterior.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now