10. Viaje.

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La caminata seguía siendo larga y a cada paso que daba, más miedo tenía del enfado de los dioses, pero para ella no tenía sentido o explicación

Nephthys cubría su rostro como si su vida dependiera de ello. Kyla la acompañaba a paso rápido también con el rostro cubierto, y unas de sus primas lejanas se le habían unido, se le unieron cuando supieron de su situación, y quisieron ayudarla, pero ninguna sabía la razón por la que Nephthys tenía miedo, ellas no sabían que era el General Lucius el que la quería en su palacio.

La presencia de los soldados cerca del mercado por donde Nephthys aún caminaba hizo que la gente se alarmara porque aunque no conocían su rostro sus padres describieron bien su velo que había sido especialmente bordado a mano.

Kyla se alarmó cuando los vio al final de la calle, y le hizo señas a Nephthys para que apurara aún más su paso. Mal no saber que el General Khalid las sorprendió adelante, la beta hubiera huido de no ser porque el general Khalid la sostuvo del vestido. Tuvo que sujetarla fuerte y sabía que tendría que expresarle al General la razón por la cual trato a la beta así.

— Suéltala. — Kyla salto a punto de golpearlo, pero Nephthys la detuvo porque sería peor.

— Fue decisión de los dioses no mía. — Se defendió Khalid. — Sólo déjeme llevarla a donde pertenece señorita. — Decía con respeto, pero sin soltarla aún.

— Está bien iré. — Decía Nephthys asustada por sus amigas y primas. Kyla se negaba a que la llevarán así como así.

— Ella puede hacerle compañía si así lo prefiere, pero debemos partir ya. — Kyla asintió, la acompañaría después de todo se sentía culpable, su amiga no estaría en ese problema si no fuera porque la arrastro a donde se supone que no deberían haber ido.

Nephthys se resignó, pero Kyla le susurraba que se tranquilizará, que ella iba a ayudarle a escapar cuando pudieran. Ambas betas se quedaron de piedra cuando Khalid les señaló el carruaje en el que ambas viajarían.

— Nosotras podemos en un camello o caballo o incluso podemos caminar. — Le decía Nephthys. Pero Khalid no estaba dispuesto a correr riesgos, no iba a llevarle el regalo al General con magulladuras o lastimada.

— Suban señoritas. — Pidió y las hizo subir al carruaje, la mañana estaba fría aún. Y a pesar de parecer una carreta descuidada por dentro Nephthys y Kyla viajarían cómodas entre sábanas y almohadones. En realidad Khalid lo que menos quería era que la chica se quejará con el General por su trato.

El sol pareció querer guiar su camino, y a pesar del sol abrasador al medio día las nubes los cubrieron para que apuraran su paso los dioses parecían estar de su lado.

Cuando escucharon de una tormenta de arena, Khalid pensó en ir a un rocoso refugio y cuidar de los animales. La tormenta de arena los alcanzó pero lograron cubrir la entrada con tiempo. Al ser noche decidieron descansar en el lugar y de paso alimentar a los caballos y un par de camellos.

Los soldados hicieron una hoguera para pasar la noche con el tibio calor de la fogata. Todos se miraban entre sí sonrientes y asustados por su misión al mismo tiempo. Khalid tocó la carpa de la carreta donde viajaban ambas mujeres.

— Creo que tiene que alimentarse para que no pierda fuerzas durante el viaje. — Decía Khalid tocando la puerta. Nephthys fue la que cubrió su rostro y asintió. Después de todo tenía mucha hambre. — ¿Desea comer dentro o quiere comer fuera? — Khalid sólo era amable, y de hecho sus hombres eran los que se sentían incómodos porque no querían hacer nada contra los dioses.

— ¿Podríamos comer fuera? — El general asintió de inmediato. Ambas mujeres salieron de su lugar y los hombres agacharon sus cabezas un poco temerosos de la ira de los dioses.

— Gracias. — Dijeron ambas cuando les dieron de un guiso de lentejas.

Kyla fue la que se quitó el velo de inmediato y nadie podía negar belleza, pero la hermosura de Nephthys casi hace cegar los ojos de Khalid porque entendía que su General no merecía menos.

Los soldados ni siquiera sé atrevieron a verla a los ojos, sus manos delicadas parecían exudar gracia y ternura al mismo tiempo. Luego de beber y comer lo necesario Nephthys volvió a ponerse su velo y los soldados estaban más tranquilos así porque podían verla siquiera sin intentar pecar.

A la noche ambas regresaron al carruaje y decidieron intentarlo mañana al ver la tormenta de arena, porque tenían pensado escapar esa noche o las venideras. Pero luego los dioses se filtraron en el corazón de Nephthys, haciéndole recordar el extraño y delicioso aroma del General Lucius. Sus ojos zafiro azul, tan profundos como la noche misma y no le habían vuelto a parecer tan bonitas las estrellas como cuando estaba en su presencia. Así que se resignó y se lo hizo saber a Kyla.

— No intentemos escapar solo quiero saber qué es lo que desea el General. — Confesó con sinceridad. — Luego nos regresamos a casa, cuando podamos o sea necesario. — Kyla asintió.

En el viaje ambas tenían el corazón en la boca, y sus suspiros se hacían más frecuentes a medida avanzaba el viaje y los días.

Por otra parte en la ciudadela central donde se encontraba en el enorme palacio del Rey llegaron hasta sus oídos que Khalid la mano derecha del General Lucius estaba entrando a la ciudad con un carruaje.

El Rey se sintió tentado porque quería saber de qué se trataba aquello que hacía que el General Lucius perdiera la compostura y decidió aprovechar la ausencia del General Lucius en la ciudad.

Mandó a la guardia Real a interceptar al carruaje de Khalid y quería que lo trajeran a su palacio. Por un momento el Rey Ishap lo pensó, si eran mujeres hermosas las que traía para el nuevo Harem de su primo, entonces las traería y vería si eran dignas de estar en su Harem mejor. Para el Rey aquello no era egoísta sino que simplemente su primo no le pondría tanta atención a las mujeres como él le ponía a las suyas.

Mi Paraíso Contigo. © Where stories live. Discover now