Capítulo 15: Catarina

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Marinette tomó su mano. Era la primera vez desde que se conocían, que sus manos hacían contacto. Tal como aquella vez que Adrien la había ayudado cuando se cayó de las escaleras del colegio y él había tocado su rostro, nuevamente su mano se sentía cálida, y eso le agradaba. Llegaron al centro del gran salón y Adrien colocó su mano en la cintura de ella y unieron sus manos. Comenzaron a bailar, rápidamente ganándose las miradas de todos los presentes. - ¿Cuándo fue que te invité? ¿Me lo puedes recordar? – preguntó divertido. Marinette frunció el ceño. – Alan no me agrada, me incomoda – admitió. La expresión de diversión de Adrien cambió. - ¿Te ha hecho algo? – preguntó. Ella negó. – No, pero sus miradas no me gustan. No son... sanas – trató de decir. Adrien asintió. – Por cierto, gracias por venir – dijo ella con una leve sonrisa. – No sabía que te habían invitado – admitió ella.

Adrien rio. – No me podía negar. Por cierto... Feliz cumpleaños, pecas – le dijo con una sonrisa. Ella se sonrojó y asintió. – Gracias Adrien – dijo con una leve sonrisa. Después de unos minutos bailando, más personas se incluyeron al baile sin despegar sus ojos de la heredera de los Dupain y el futuro duque. – Wow, ¿cuándo llegó toda esta gente? – preguntó ella mirando a su alrededor. Adrien rio. – Hay demasiada gente, tu casa es bastante grande – mencionó él. – Nunca había estado aquí – admitió con una leve sonrisa. - ¿Ah no? – preguntó el rubio sorprendido. - ¿Recuerdas el primer séptimo domingo cuando te vi en la colina y luego en el hipódromo? – preguntó ella. Adrien asintió. – Ese día... la abuela estaba aquí, se suponía que vendríamos todos, pero no me quiso ver y me dejó en el colegio sólo a mí – explicó.

Es una vieja un tanto dura, ¿no? – preguntó él, más admitiendo que preguntando. Marinette soltó una risa. – Si, es una mujer complicada, nunca se casó y – Adrien la interrumpió. – Le hacen falta muchas cosas que se hacen en los matrimonios para que se le quite esa amargura – Marinette se sonrojó a más no poder. – Adrien, cállate – El rubio soltó una risa que fue escuchada por muchas personas. – Siempre escuché que el hijo del duque era un muchacho amargado, pero está totalmente feliz con la hija de los Dupain – fueron las palabras que la abuela Marianne escuchó de una condesa invitada a la celebración. Se abanicó un poco y siguió atendiendo a sus amistades. - ¿Cómo dices eso? – preguntó Marinette con los nervios a flor de piel y aun colorada. – Mira, las cortinas combinan con tu cara – dijo Adrien riendo y señalando las cortinas de seda roja de las enormes ventanas.

No hables de esas cosas, es algo de lo que no se debe hablar – dijo en casi un susurro. – Marinette, no te exaltes, parece que tus pecas me van a atacar en cualquier momento – dijo con diversión. Ella negó. – No tienes remedio – dijo intentando reír. Adrien sonrió triunfante. La música se detuvo y los meseros entraron con aperitivos y bebidas. - ¿Quieres algo? – preguntó Marinette. Adrien estaba por decir algo cuando ella lo interrumpió. – Que no sea alcohol Agreste – dijo ella señalándolo con el dedo índice. Adrien bajó los hombros. – Por ser tu cumpleaños no te voy a contradecir, trae lo que quieras – dijo alzando los hombros. Ella sonrió y asintió y se perdió entre la gente. - ¿Es linda no? – preguntó Alan acercándose a Adrien. La sonrisa formada en Adrien se deshizo. – Intentaré cortejarla, será sencillo. Traerá muchos beneficios ¿sabes? Hermosa, amable y rica, todo en uno – mencionó el castaño con desdén. – Ella no es un trofeo – replicó el rubio. Alan alzó los hombros. – Muchos en Chicago están tras ella, no sólo yo. Escuché que arreglarán su matrimonio cuando cumpla los 18 y yo soy un buen partido – dijo alabándose a sí mismo. Adrien recordó la carta que William le envió días atrás. "Nunca la casaré con alguien a la fuerza o por conveniencia, tengo el sueño de que ella si se case por amor".

Adrien negó. – Ni lo intentes. Y te advierto, si vuelves a incomodarla o a mirarla de una manera inapropiada, te vas a arrepentir – amenazó con seguridad. - ¿Ella te interesa Agreste? – preguntó el castaño. – Eso es algo que a ti no te importa – respondió Adrien marchándose. Salió del salón en dirección al jardín y tomó asiento en una banca, justo al lado de los rosales que tanto habían llamado su atención mientras caminaba minutos atrás. Se sentía molesto y necesitaba respirar aire puro. Precisamente por cosas como esas, detestaba ese tipo de fiestas. Perdió la cuenta de cuántos minutos pasó afuera admirando la noche estrellada y pensando en mil cosas y en nada a la vez. – Adrien – esa voz lo sacó de sus pensamientos. – Marinette – mencionó. - ¿Qué haces aquí? – preguntaron al unísono y sonrieron.

Necesitaba aire puro un momento, ¿y tú? – Ella se sentó a su lado. – El aroma de las rosas me ayuda cuando tengo un enfrentamiento con alguno de la familia – respondió intentando reír. - ¿Qué pasó? – preguntó. – Una conversación con la abuela Marianne que... no llegó a ningún lado – explicó. - ¿Algo en especial? – Ella asintió. – Matrimonio – respondió mirando las rosas en los arbustos. Adrien se tensó. Pues recordó su pequeña batalla con Alan minutos antes. – Dijo que... tenía que ser amable con todos los caballeros si quería conseguir un esposo, por el bien de la familia – ella se levantó y se acercó a las rosas. – Pero no la pienso obedecer – continuó. Adrien la miró con asombro. – Si un día me caso, será con quien yo quiera – dijo determinada. Adrien rio. – El matrimonio es más que sólo querer a alguien Marinette, son muchas responsabilidades, inclusive hijos – explicó él.

Ella asintió. – A mí me encantan los niños. Yo cuidé a la mayoría de los niños del orfanato. Sé que no tuve padres que me apoyaran, pero sé que sería buena madre – finalizó tocando los pétalos de las rosas.

Adrien sonrió de lado. Quizás ella tenía razón y no era tan malo u horrible como su padre y su madrastra lo hacían ver. - ¿Y tú? ¿Has pensado en eso? – preguntó ella poniéndose de pie y sentándose junto a él otra vez. – La esposa de mi padre dice que es tiempo de ir buscando "prospectos" – dijo haciendo énfasis en esa palabra. Marinette arqueó una ceja. - ¿Prospectos? ¿Algo así como opciones de chicas? – preguntó. El rubio asintió. – Alguien de buena familia, no podría ser cualquier chica. Esa sería la futura duquesa de los Agreste y es quien daría herederos – explicó. – La sociedad que nos rodea es demasiado exigente – soltó ella. Adrien asintió. – Me encantaría poder escapar de ese deber, ¿sabes? – admitió él y ella lo observó fijamente. – Te entiendo – dijo ella. – Esperan demasiado de ti y apenas tienes 17, toda una vida por delante – El rubio asintió con pesar.

Deberíamos volver a la fiesta, nos buscarán – dijo ella poniendo una mano el hombro del chico. Él negó. – Me iré ya – dijo decidido y poniéndose de pie. Por alguna razón, ella se desilusionó. – Cla-claro, gracias por venir – sonrió. – Antes de eso – dijo el rubio buscando algo en el interior de su traje. Le extendió una pequeña cajita de terciopelo color rojo. – Tu obsequio de cumpleaños – ella se sorprendió y lo tomó con timidez. Abrió la caja y sonrió de lado. Eran unos preciosos pendientes color rojo con incrustaciones de zafiros color negro, dando la apariencia o representando a las catarinas. – Parecen catarinas – dijo ella sonriendo y tocando los aretes con dulzura y sumo cuidado. – Son perfectos – admitió ella mirándolo. – Muchas gracias – El rubio asintió. - ¿Dónde los conseguiste? Nunca había visto unos así – dijo ella. Adrien rio. – Me alegra que te gusten y... no los has visto porque... yo los mandé a hacer exclusivamente para ti – ante esas palabras sus ojos azules miraron los verdes del chico.

¿Qué decir ante tal gesto? - ¿E-enserio? – preguntó nerviosa. El rubio asintió. - Las catarinas representan la buena suerte y toda la pureza... es lo que mi padre dice – dijo con una pequeña risa. – Me encantan, gracias Adrien – dijo una vez más. – Vuelve a la fiesta, te están esperando – la animó él y se dio la vuelta para irse. Ella lo detuvo. – Adrien – el rubio volteó. Ella realizó el acto más atrevido para una joven de esa edad en esa época que, si alguien más lo hubiera visto, sería obligada a casarse. Le besó la mejilla. El rubio se sorprendió y ligeramente se sonrojó, pero le sonrió. – Gracias otra vez – Adrien negó. – De nada Marinette. Te veo en el colegio, pecas – se despidió y se marchó.

Su corazón latía fuertemente y una sensación que tenía mucho sin sentir la inundó. La pregunta que ocupó su mente el resto de la noche, fue la siguiente: ¿Siento algo por Adrien? 

Todo Comenzó en un Barco (Miraculous AU)Where stories live. Discover now