Capítulo 80: Rosas

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Tres semanas. 

Tres semanas habían transcurrido ya desde que Marinette había dejado la ciudad para ir a Europa. Y la investigación seguía con ímpetu para dar con ella. Y desafortunadamente, no había certeza del campamento en el que se encontraba en París. 

Debido a la situación bélica, las líneas de correo estaban casi muertas. Cualquier carta podía tardar meses en llegar. Y podía tardar aun más en ser respondida. 

Cada día parecía incrementar más la ansiedad en Adrien. No podía dormir, no comía lo suficiente y no hacía otra cosa más que estar al pendiente de cualquier noticia respecto a Marinette. Su prioridad era ella en ese momento. 

Ni siquiera le importaba que Nathaniel siguiera bajo la lupa de la policía desde hace días. Ni siquiera le importaba no tener noticias de Kagami, quien aun, parecía haber sido tragada por la misma tierra. 

- Adrien, debes dejar de culparte - dijo Thomas a su lado, con expresión comprensiva. Adrien no había dicho una sola palabra, pero decía mucho con la mirada. Su expresión era vacía desde que se habían llevado a Marinette. El rubio no parecía identificar la emoción en su alma. Si era la culpa, la desesperación, la tristeza, el enojo o la frustración lo que lo llenaba. 

Ambos estaban en el jardín detrás de la mansión de los Dupain, sentados bajo un frondoso árbol. 

- No sé lo que siento en realidad, Thomas. No sé si es culpa por no cuidarla lo suficiente o enojo por haber podido llevármela de aquí y no haberlo hecho. Si no hubiera sido un cobarde... - Adrien resopló pasándose las manos por el rostro. 

- Todo sería diferente. Quizás estaríamos lejos, iniciando una nueva vida. Sólo ella y yo - 

- Ella no te culpa de nada, estoy seguro. Las circunstancias les jugaron al contrario. Marinette sabe cuanto la amas, jamás te culparía por esto - 

- Lo sé - murmuró Adrien. - Aún así, siento que pude haber hecho más. Pero te juro que... - Adrien clavó la mirada al frente, con seguridad. - Que cuando Marinette vuelva, no perderé tiempo en nada, Thomas. Te pediré su mano de inmediato y nos iremos a vivir a otra ciudad - 

Thomas no evitó sonreír. - Vaya, te habías tardado en hablar de matrimonio - bromeó, haciendo que Adrien sonriera con suavidad. - Cuando tenías dieciséis, pensé que se lo pedirías y que la hermana Nathalie oficiaría la misa en la capilla del colegio- 

Adrien comenzó a reír. Y quizás era la primera risa honesta que salía de él en tres semanas. 

- Bueno, Marinette y yo aun no éramos novios. Y no sabía lo que ella sentía por mí. Así que hubiera sido algo tétrico llegar y proponerle matrimonio así nada más - 

- A lo mejor ni ella misma lo sabía - comentó Thomas. 

Ambos se quedaron en silencio un par de minutos, disfrutando el fresco aire de octubre de esa tarde. La naturaleza era algo que tanto Thomas como Adrien, compartían. 

- Lamento interrumpir - ambos voltearon ante la formal interrupción de Félix. Se levantaron de inmediato y Thomas fue el primero en extenderle la mano. 

- Coronel, que bueno verlo - habló, con un leve asentimiento de cabeza. Félix le brindó una cálida sonrisa. 

- Lo mismo digo, pero puede llamarme Félix, señor Dupain - 

- De ser así, sólo dime Thomas y prefiero que me tuteen, me siento viejo si no lo hacen - 

- Si, si bueno. Que amigables son, cuando quieran pueden tomar el té, señoritas - intervino Adrien con impaciencia. - ¿Qué noticias hay? - preguntó esperanzado. 

Todo Comenzó en un Barco (Miraculous AU)Where stories live. Discover now