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〖𝓡𝓮𝓯𝓵𝓮𝓳𝓸〗

Llegó otro nuevo fin de semana. La clase con Rico temprano la tomábamos por breves descansos; de nueve y media a once, clase para calentar los músculos, y después de quince minutos de descanso; a las once quince iniciaba de nuevo la clase. Terminando íbamos a comer y hasta las tres a la siguiente clase. Sin duda la mañana era muy fácil de digerir.

Comí una manzana roja mientras me dirigía hacia el edificio A, quedamos de vernos en el salón. Salude a la señora Blause que siempre nos presta el salón, continúe con mi camino. Sin duda tenía la coreografía que había atrasado, un día anterior la había preparado y faltaba la última parte.

Divisé a Hanna sentada en el piso y tenía su cara hundida entre las rodillas. Mientras más me acercaba sus sollozos eran más fuertes.

—Oye —Dudé en llamar su atención, pero no podía pasar de largo. Me arrodillé frente a ella y saqué una barra de chocolate que tenía dentro de mi mochila.

Levantó su cabeza y respiró fuerte haciendo que su nariz hiciera un sonido. "Pero qué le ha pasado a esta mujer" pensé mientras volvía a meter mis manos en mi mochila, extendí un trozo de papel higiénico. Sus ojos se encontraban rojos y sus mejillas humedas.

—Toma —ella me hizo caso y después sonó su nariz con ese mismo. Volví a extender mi brazo para darle mi chocolate que guardaba para comerlo más tarde. Mi mamá siempre decía "un buen chocolate caliente lo arregla todo", era lo más parecido en ese momento.

Me agradeció y me senté a un lado de ella.

—No hay de qué —sonreí. No sabía si ella quería estar sola, o en compañía; decidí quedarme y recargarme por completo en la pared. Me quedé en silencio esperando a que me dijera un "quisiera estar sola", pero no fue así. Me sentí bien al darle compañía. Dejó caer su cabeza en mi hombro mientras lloraba.

En seguida hizo destapar el chocolate, oía el sonido de la envoltura siendo apachurrada por sus dedos y llevó la barra a su boca. Dejó de llorar.

Creo que el silencio era suficiente para consolarla, temía que en cuanto dijera algo, comenzará a sollozar de nuevo. No éramos amigas, no hablábamos mucho, pero quería que supiera que no estaba sola.

Franz y yo rompimos —me sorprendí al saber el porqué de su estado. Sabía el sentimiento por el cual pasaba y me puse en sus zapatos. Me hizo recordar el dolor que sentía y también quería llorar, pero no lo hice.

¿Qué era lo que hacía yo al terminar una relación? Salir y olvidarme de las desgracias, eso era lo que siempre hacía, pero realmente quería un abrazo.

Deslice mi mano por su espalda y lo hice, tal como me hubiera gustado que lo hicieran. Sentía sus lágrimas caer sobre mi hombro y sus manos hacían que me aferrara más a ella. unas palmadas a su espalda y aún escuchaba sus sollozos. Se separó de mí y limpió su rostro con su suéter.

—Lo siento, en serio ___ —Apenas podía entender las palabras, no dejaba de lloriquear.

—¿Qué? No te disculpes, somos compañeras y sabes que puedes confiar en mí —tenía un ligero color en sus mejillas.

—Tengo que ir a mi casa —rió nerviosa.

—No te dejaré ir en ese estado —mencioné mientras tomé su mano y la lleve al baño.

Llegamos al sanitario y antes de entrar tiré el corazón de la manzana. Saqué un poco de mi maquillaje.

—No es necesario —me miró con sus ojos llorosos y moviendo sus manos.

océan parfait | Levi Ackerman [editando]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt