[2] Una flor rota

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[2]

Una flor rota


Al concluir su horario de trabajo se puso en pie, arreglando las cosas que estaban sobre su escritorio, a modo de que quedara todo perfectamente organizado. Se colocó el abrió sobre los hombros y salió de su cubículo, para casi chocar con Pansy.

— Draco... — dijo ella, alzando las manos ante el casi golpe.

Draco la observó, y podía jurar que estaba nerviosa. Sin pensarlo miro a las personas que estaban detrás de Pansy, a unos diez pasos de distancia, para ver a Harry hablando con Hermione, que le regalaba miradas cada tanto.

— quería proponerte ir a un bar con nosotros. Van casi todos los sectores, para conmemorar el regreso de Hermione. — el nombre de ella hizo que centrara la mirada en su amiga. Pansy se había adaptado muy bien al trabajo, a la vida junto a su novio Potter, a estar rodeada de Gryffindor.

— Gracias. — respondió el rubio ya haciéndose a un lado para marcharse.

— Draco... — lo llamó ella, sosteniendo con delicadeza su brazo. — tienes que salir. No puedes pasar encerrado en la mansión. Solo serán algunas copas y podrás...

Draco había regresado la mirada hacía Granger. Ahora él la estaba evaluando a ella. Estaba más alta y más confiada. Su rostro era más serio, sus líneas más marcadas. Su pelo no se mostraba tan rebelde, pero todo lo que lograba ver cuándo la miraba era la muchacha gritando en el suelo de su mansión. La repugnancia y el dolor lo invadian en partes iguales. Ellos se habían encargado muy bien de que no lo olvidará.

— Granger no me querrá en su conmemoración. — sentenció devolviéndole la mirada a su amiga — Ahora si me disculpas, tengo que marcharme.

Sin darle tiempo a responder evadió a su vieja amiga y se deslizó por el lado contrario a donde estaban los Gryffindor. Caminó con pasos acelerados, entró en el baño y trató de controlar su respiración acelerada. Apretó las manos en puños, sintiendo las cicatrices de sus palmas palpitar. Cerró los ojos, tratando de concentrarse. 

Cuando estuvo seguro de que podría salir sin que nadie lo viera actuando raro, dejó el baño. Se encaminó con paso rápido al ascensor, que para su fortuna estaba vacío ya que la mayoría de los magos y brujas ya se habían retirado.

Entró en el ascensor y este se comenzó a cerrar. Justo cuando las puertas se estaban juntando una voz dijo su nombre. Draco alzó el rostro para ver a Hermione Granger caminar a paso apresurado hasta él, justo cuando las puertas de metal se cerraron y él bajo de golpe. 


***


Draco entró en la mansión y camino directo a la habitación de su madre. Ella estaba reclinada en su cama, con los ojos cerrados, pero los abrió en cuanto lo escuchó entrar.

— ¿Draco? ¿Eres tú mi dragón? — preguntó la mujer levantando el mentón.

Draco llegó hasta su madre y sostuvo sus manos entre las suyas, para darle el calor que nunca tenían.

— Si, madre. Soy yo. — respondió, llevando una de las manos de la bruja a su boca para depositar allí un tierno beso.

— ¿Cómo te ha ido en la escuela? — cuestionó, su semblante preocupado reemplazando el relajado y maternal de hace unos segundos.

— Bien, madre. Bien. — respondió Draco, cómo solía hacer siempre.

— Estás tan pálido estos días. ¿Estás seguro que estás comiendo bien? Se que son manjares, pero tienes que comer bien. Tienes que tener fuerza para hacer Quidditch. Slytherin tiene que ganar esta temporada, sabes cómo se pone tu padre cuando pierdes.

Draco asintió en silencio, pero sus ojos estaban tristes. Al menos este no era un mal recuerdo en el que vivir. Peor eran los tiempos en qué Narcissa se quedaba atascada por días en la época previa a la marca, o luego después. Antes de que lo arrastrarán. Verla suplicando para que huyera o rogando por piedad a alguien invisible lo rompía en formas inimaginables.

Cuando estaba en su tiempo de estudio, de Hogwarts, eran preguntas sencillas, momentos tranquilos. Ella mantenía la calma, y él podía responder a sus dudas inventando cualquier historia que la complaciera.

— Ganaremos, madre. Estamos practicando mucho para eso. Padre estará orgulloso. — devolvió acariciando el rostro de su madre.

— Bien. Bien. Bien. — Narcissa pareció perdida en sus pensamientos por un momento para luego centrar en su hijo sus ojos. — ¿No deberías estar en el colegio? — inquirió con tono de reproche.

— Nos han dado un fin de semana libre, madre. Y he venido a pasarlo contigo. ¿Estás contenta? — preguntó, mientras alcanzaba un peine y comenzaba a peinar el cabello de Narcissa, antes siempre prolijo, pero ahora, por lo general estaba enredado y descuidado. Cuando tenía algunos ataques solía tirar de sus mechones, y a veces hasta arrancar varios. Comenzó a peinarla con delicadeza, desenredando los nudos.

— Estoy muy contenta, mí dragón. Pero deberías aprovechar para salir, quizá con alguna muchacha de tu agrado...

Draco desvió el pensamiento.

— Claro, madre. Lo haré, pero no este fin de semana. — continuó con su tarea, cómo solía hacer cada fin de semana.

— ¿Por qué no invitas a Pansy? — preguntó su madre que siempre había tenido un aprecio por su vieja amiga.

— Está con su familia. — devolvió. Sabía muy bien que si la invitaba Pansy aparecía, pero no podía hacerle eso. Ella, al igual que todos, había avanzando en su vida, mientras él y su madre estaban atascados en el tiempo. Narcissa vivía en un mundo paralelo, variando de momentos, y él no formaba parte de ningún lugar. Cuidar a su madre era todo lo que tenía.

Cuando él y su padre fueron presos, el Ministerio había quitado más de la mitad de su fortuna. Narcissa había gastado casi todo lo que quedaba para intentar sacarlos de Azkaban, y un poco más se había ido a una clínica privada cuando sus ataques comenzaron. Estaban en la ruina. Draco había vendido casi todas los muebles, adornos, cuadros de la mansión. Y mismo así no había suficiente para pagar las pociones que precisaba a diario.

Por eso había vendido su alma al diablo, más una vez. De esta vez al Ministerio, haciendo el trabajo sucio que ellos no podían. Detectar magia negra en objetos y lugares lo consumía y destruía. Era casi como volver a Azkaban. Sentía su vitalidad ser contaminada cada vez que realizaba un diagnóstico. El Ministerio lo sabía, pero a nadie le importaba, y a él tampoco, con tal de darle unos años más de vida a su madre.

Pasó las próximas horas con su madre. Hablando de cualquier vanidad. Hasta que ella estaba demasiado cansada y se quedó dormida. Draco cerró la puerta y se dirigió a su habitación. Se dio un rápido baño, sin darse tiempo a mirar sus manos, volvió a enfundarse los guantes. Se acomodó en la cama y cerró los ojos. 



Bueno, aquí tienen un nuevo drama! Espero que les este gustando! En breve habrá más- Pero tengo curiosidad, ¿qué les parecio la actitud de Hermione? 

La luz que habita en ti [Dramione] TERMINADAWhere stories live. Discover now