[61] Un dilema moral

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Un dilema moral


Hermione se acomodó en el sofá que llevaba horas sentada. Miró su taza de té vacía y se sintió tentada de tomar otro, pero terminó por rendirse y se concentró de nuevo en el libro que tenía ante los ojos. En las páginas abiertas hacia la silueta de dos personas y, lo que ahora sabía, un núcleo mágico en el centro de ambos. Franklin le había dado el libro, con la esperanza de que ellas pudieran hacer lo que él no había podido, mismo cuando sabía que eso era casi imposible.

Una persona mágica no podía vivir sin su núcleo mágico, por lo que sacar de alguien para dárselo a Draco era condenar a alguien más a la muerte. No había forma legal de hacer eso, y tampoco moral. Había leído ya esas páginas unas mil veces, pero siempre decían lo mismo y ella no le encontraba ninguna alternativa. La magia blanca alojada en el núcleo de una persona debía ser traspasada a otra con el núcleo mágico damnificado, a través de un poderoso ritual. La persona que cedía su núcleo lo tenía que hacer de buena voluntad. No decía nada sobre quien lo recibía. El hechizo era llevado por un tercero mago que debía seguir los pasos de indicados en el libro. La magia de una persona se pasaba a la otra. La persona que recibe retoma su vida, pero la que donaba, la perdería.

Por más que deseaba una solución, tenía que ser realista y reconocer que esa opción era inviable; no había forma de aplicar ese hechizo si con eso estaban condenando a alguien más. Draco nunca lo aceptaría, y ella tampoco. Hermione lanzó el libro a la otra punta del sofá, furiosa. Haber ido detrás de Franklin había sido un completo error. Ahora sabían una posible cura que no podía llevar adelante. Si salvaba a Draco matando a alguien más se sentiría culpable para el resto de su vida, y si lo dejaba morir mientras sabía de una forma para salvarlo jamás se perdonaría.

Dejó la cabeza caer entre las piernas y ahogó un fuerte grito. Pero fue interrumpida por la voz de Nott en medio de la sala. Cuando levantó la vista vio el patronus del medimago que solicitaba su presencia de forma inmediata en San Mungo.

Hermione no perdió tiempo. Se abrochó la capa que había dejado largada en el otro sofá y entró en la chimenea que la conectaba de forma directa con el escritorio de Theo en San Mungo. Su mente ya pensando en las posibilidades de por qué la había llamado tan tarde, y ninguna idea reconfortante acudió a ella.

Cuando entró en la sala fue sorprendida por la presencia de más personas. La pequeña habitación que era el escritorio de Nott estaba casi repleta de gente. Varios pares de ojos se pusieron en ella. Para el disgusto de Hermione, y casi su completo espanto, Astoria estaba sentada en el sofá mientras lloraba de forma silenciosa. Pansy estaba a su lado e intentaba calmarla sin éxito. Harry también estaba en la habitación y Hermione hizo todo lo que pudo para ignorarlo, por más que eso generó una mueca amarga del rostro de su amigo.

—¿Qué sucede? — la pregunta salió atropellada, temerosa de la respuesta pero completamente desesperada por saber qué estaba pasando. Tuvo que contener sus impulsos de salir corriendo hacia la habitación donde estaba Draco, su mente ya pensando lo peor.

— No te alarmes — Theo comenzó, acercándose con las manos extendidas en el aire — Draco está bien, por el momento. — afirmó él mago, pero cuando vio que sus palabras habían tenido el efecto deseado y que la bruja había logrado respirar de forma más o menos normal, procedió. — Por lo menos por ahora. Pero tengo malas noticias.

Hermione se preparó para lo peor, viendo la reacción de Astoria y la expresión de Pansy, que le dedicó una mirada significativa desde donde estaba. Ambas habían estado de acuerdo en no hablar del asunto de Franklin Hell con nadie por el momento.

La luz que habita en ti [Dramione] TERMINADAWhere stories live. Discover now