Capítulo 57

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Madison.

Me alegraba ver a mi hija sonriendo, ahora con mayor razón, sabiendo y conociendo a la persona que la mantenía así de alegre la mayor parte de los días.

Sus visitas me alegraban, me hacían cambiar inmediatamente mi semblante apenas la miraba entrar a mi habitación pálida y con marcas de aburrimiento. Era verdad que las paredes de esos colores pálidos en los hospitales era lo peor que podía existir, si una persona no moría por su problema con el que llegaba al hospital, moriría de desesperación y horror al estar encerrado en una habitación de hospital. Peor aún si no tenías una persona que viniera a visitarte.

Pero, yo era afortunada. Tenía a personas que me visitaban regularmente, mi hija era quien me visitaba a diario —si no estaba tan ocupada— me traía pequeños presentes y me ayudaba a alimentarme cuando era mi hora de la comida.

Mi hija era increíble. Siempre lo ha sido, soy yo la que nunca fue una buena madre para ella, preferí sacarla adelante con los recursos necesarios que pasar más tiempo en casa, dándole lo más importante, amor.

El amor siempre era la clave secreta para salir adelante ante cualquier adversidad. No lo vi a tiempo, no me detuve a pensarlo bien.

Ahora, conociendo bien las circunstancias, estoy dispuesta a brindarle todo el amor que antes no pude, que no me permití.

Porque a un hijo siempre se le tiene que estar diciendo cuánto se le ama, que tan importante es para nosotros y lo afortunados que somos de haber tenido un hijo.

—Hola, mamá. —Entró a la habitación, con un postre entre sus manos— ¿Cómo te sientes hoy? —Besó mi frente y mejilla, acariciando mis cabellos.

La miré tan sonriente y alegre, dejando en la mesita lo que traía en manos.

Sin dejar de verla en un sólo momento, hablé.

—Hola, hija. Hoy estoy bien, aún mejor ahora que te miro y que has venido a visitarme.

Sonreí en todo momento, dejándole saber bien qué me encantaba verla, que me ponía bien el que ella me visitara a diario.

Tomo asiento en la silla, quedándose a mi lado, mantenía una bella sonrisa, una grande y tan brillante que no me contuve nada al preguntar.

—¿Y esa sonrisa? ¿Qué tiene a mi hija tan feliz? —Pregunté tranquila mente, riendo junto a ella.

Se acercó más a mi, casi como si lo que me fuera a decir sería un secreto, quizá lo sea.

—Estoy muy feliz mamá, porque cada vez falta poco para que vayas a casa conmigo. Prometo que te cuidaré muy bien.

Ella dijo, mis ojos llenándose de lágrimas, por un muy corto moennto creí que se trataba de algo más, algo así como de un chico, pero no. Me había tomado por sorpresa sus palabras, la sinceridad y el cariño con la que las dijo.

—¿Te ha dicho el doctor? —Asintió— ¿Qué te dijo exactamente?

—Claramente que ya estás mejor. Quizá sólo una o dos semanas más y podrás volver a casa, está todo bien, pero tienen que mantenerte en cuidados para que no vayas a tener una recaída, mamá. —Sonreí hacía mi hija, en verdad había tanto amor en sus ojos y en sus palabras— ¿Te imaginas? Volveremos a estar juntas en casa... Estaremos bien las dos, mamá.

Le hice pequeñas señas para que se acercará a mi, la abracé con fuerza, besando su mejilla y acariciando después la misma.

Tenía una hermosa hija, increíble y llena de energía y amor.

La Nerd Más Hermosa; Horan1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora