Capítulo 95

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Es ahora cuando de verdad me gustaría demasiado estar en completa soledad.

Me pongo a pensar en aquellos tiempos, hace unos meses atrás, en donde siempre me encontraba sola en casa, comía sola, me dolía levantar por mi misma los fines de semana a prepararme el desayuno o el almuerzo, tener que hacerme cargo de la mayoría de las cosas de casa y aún así, con todo eso encima, tenía que asistir a clases, al colegio en donde constantemente era molestada por personas que ni siquiera sabían lo suficiente de mi como para estar ahí, jodiéndome la existencia.

Fue tanto cansancio para mi, tanto dolor y soledad; esta última la terminé soportando tanto como pude, casi logrando volverme su mejor amiga.

Las largas noches en las que me encontraba tumbada en la cama, con los ánimos hasta el suelo, el cansancio en mi cuerpo y mi mente, recuerdo las veces en las que me repetía que no valía nada, que si para las personas del colegio no era absolutamente nada, solo un estorbo, para mi madre lo era igual. Jamás estaba en casa, apenas la veía y las veces en las que la encontraba en casa estaba durmiendo en el sofá o su habitación, incluso otras veces la encontraba corriendo de un lado para otro porque de último momento tenía una reunión pendiente.

En pocas palabras, nunca estuvo la mayor parte de mi vida. Pero es así que después de mucho tiempo entendí porqué nunca estaba presente en casa, solo que mi mente quería de alguna manera hacerme creer lo contrario.

Mamá solo estaba trabajando para poder mantenernos, logró todo lo que quería —aquello que siempre quiso— pero que tardó en obtenerlo por haber estado conmigo, lo hizo. Ya no únicamente para ella, sino también para mi, para que estuviera bien, para estar estudiando en un buen colegio, que se me diera todo lo que necesitaba, alimento, techo, vestido y estudio. Mas que para ella, lo hizo para mi.

Lastimosamente, me di cuenta bien de las cosas que ella hacía cuando cayó en aquella camilla de hospital, todo su esfuerzo, noches en vela, yendo de un lado a otro y atendiendo problemas que no le correspondían del todo pero que aún así se encargaba de ello.

El tener que enterarte que tu madre, la única persona que siempre ha estado para ti a su manera, a la única familia que tenías, estaba tirada en una cama, grave y con heridas múltiples fue algo aterrador y tan desgarrador. Podría jurar que el odio en mi pecho aumentó al saberlo, un odio tan inmenso que me empezó a hacer daño.

Con tantas fuerzas odiaba al destino.

Podía sentirlo en mi pecho todo el tiempo, a cada segundo de mi vida, con el transcurrir del tiempo y al recordar que mi madre se encontraba en un sueño profundo en el que podría estar sufriendo demasiado y en el que yo, no podía entrar y ayudarla.

Una tortura. Eso fue para mi y me imagino —pero nunca lo entenderé— el dolor por el que mamá pasó todos esos días sobre una camilla, conectada a tantos aparatos, tratando de sobrevivir, de mantenerse viva un día más.

Trago saliva, sintiendo algo de ardor en mi garganta, se sentía tan reseca. En todo momento, trato de no parecer afectada o a punto de caerme —lo que era imposible— una vez más.

Estaba a nada de volver a caer y estoy segura de que esta caída sería muchísimo peor que la anterior, lo cual me causaba algo de pánico, porque debía de cuidarme. No podía tener otro ataque de ansiedad, había que mantener todo en orden. Debía de estar bien.

Por ahora, había un par de personas que aunque fuese poco, lograban levantarme el ánimo y estaría agradecida infinitamente con ellos por todo lo que me han dado, por la manera en la que se han comportado conmigo, es algo de lo que siempre estaré agradecida con ellos.

Al bajar del auto de mi mejor amiga sentí la helada brisa del clima que azotaba fuertemente a la ciudad. No había dudas de que el invierno venía mucho más fuerte que veces anteriores.

La Nerd Más Hermosa; Horan1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora