6

6K 382 90
                                    

EMMA

La luz entraba por el gran ventanal, dándonos una estupenda vista de la ciudad de Nueva York. Me pregunto por qué las habitaciones VIP de este hotel no están arriba del todo, sino abajo. Por lo que tengo entendido, esta cadena hotelera es la única en el mundo que tiene este tipo de habitaciones. El arquitecto que contrató el señor Caruso no debe tener mucho conocimiento sobre la arquitectura funcional...

—Emma...

Vi como una bola de pelo rubio se removía bajo la sábanas de la cama de matrimonio.

Buongiorno, Soph.

—Hola... —Se levantó de golpe y volvió a caer sentada en la cama, tocándose la cabeza con un gesto de dolor.

—¿Todo bien?

—Todo mal.

No dije nada más. Sabía que tenía una resaca de mil demonios y capaz de que terminase pillando un resfriado. Anoche se tiró a la piscina y se metió directamente en la cama. Típico de Soph, suerte que todavía no se ha matado haciendo cualquier locura.

—¿Tienes alguna pastilla para quitar este dolor de cabeza? —Dijo tapándose la cara con la almohada.

—No, pero seguro que Belinda tiene alguna. Iré a ver si ya está en las cocinas. No tardo.

Me puse un mono suelto corto y bajé a toda prisa, descalza, por los pasillos del hotel. No quería que nadie del trabajo me viera, excepto Belinda. Belinda era una mujer de unos sesenta años, con pelo canoso, regordeta y que cocina de maravilla. Era un amor, cuando Sophia y yo entramos a trabajar aquí nos ayudó muchísimo. Algún día deberíamos devolverla el favor.

Me metí en el ascensor de mi planta. Salí y me dirigí hacia la zona de restaurantes. Agradecí internamente que no hubiera nadie por los alrededores. Entre en las cocinas y ahí estaban todos, preparando desayunos a más no poder. Era de esperar, todos éramos huéspedes hoy.

—Belinda... —Dije en un susurro.

La mujer se giró y su cara en iluminó en cuanto me vio.

—¡Buenos días, Emma! —Sonreí mientras venía hacia mí—. ¿Qué te trae por aquí? Se supone que hoy eres una huésped.

—Sí. El problema lo tiene Soph. Bebió de más ayer. No tendrás algún remedio para la resaca, ¿verdad?

—Así que Sophia está con resaca eh...

—Sí... se tiró de golpe a la piscina y todo.

—¿¡Con el vestido tan bonito que llevaba?!

—Exacto.

—Qué voy a hacer con ella...

—Eso mismo digo yo, Belinda cara.

Fue un momento hacia el armario donde guardan algunas medicinas. Sacó unas pastillas y luego preparo un mejunje de color naranja.

—Toma, dale esto. —Me dijo entregándome la caja de pastillas y el batido—. Es un batido de frutas frescas, eso ayudará al dolor de cabeza junto con la pastilla. Le gustará. ¿Tú estás bien, querida?

—Sí, molte grazie Belinda.

Prego. —Dijo ella soltando una carcajada.

—¡Eh! ¡Ya sabes italiano!

—Lo justo para hablar contigo. —Dijo y solté otra carcajada.

Ciao, Belinda.

Arrivederci.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now