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EMMA

Fue un tanto bochornoso el momento de la gasolinera, pero conseguí sacar a Leone de ahí antes de que matara al pobre hombre que solo hacía su trabajo. Me preguntaba por qué tenía que usar el móvil con tanta urgencia, a quién tendría que llamar, pero decidí dejarlo pasar. Me gustaría disfrutar de las vacaciones, aunque solo fueran diez minutos. No quería preocuparme por algo insignificante. El día era bastante soleado a través de la ventana del coche y esperaba poder ir directa a darme un baño en el mar. Dicen que las aguas de estas tierras son cristalinas y, teniendo en cuenta que no me gustaba el mar, este tipo de agua me trasmitía confianza. En otros casos en los que haya ido a la playa con mi madre y mi hermano, el solo hecho de no ver el fondo y tocar algas o piedras con los pies me daba mucha inseguridad.

Estaba tan sumida en mis pensamientos marítimos que me sobresalté cuando noté una mano sobre mi muslo. Leone conducía con una mano y el codo sobre la ventana. Su mano derecha descansaba sobre mi piel y me provocaba un hormigueo placentero, aunque debía estar atento a la carretera.

—Deberías dormir. —Dijo. Una media sonrisa apareció en la comisura de sus labios.

—¿Por qué lo dices?

—Porque no dejaré que lo hagas esta noche.

Me sonrojé al instante y me atraganté con mi propia saliva. Leone soltó una leve carcajada sabiendo que teníamos personas detrás nuestro, aunque todos estaban dormidos.

—¿Qué te crees que soy? ¿Un búho? Las noches son para dormir. —Dije cruzándome de brazos.

—Mis noches no, cara (querida).

—Tú siempre pensando en el sexo, Leone.

—¿Quién ha hablado de sexo? —Preguntó burlón—. Tienes una mente muy sucia, amore (amor).

—Dios, eres insufrible. —Dije con diversión, aparentando estar enfadada. Sí debía ser sincera, su lado pícaro no me disgustaba—. Y estás loco.

—Loco por ti, nena. —Está vez su voz cambió a una más grave, algo que me puso los pelos de punta—. Créeme, principessa (princesa). Te recomiendo que duermas.

Puse los ojos en blanco girándome a mirarlo de nuevo. Su ceño estaba fruncido, sabía que estaba concentrado en la carretera. Pero algo me decía que lo preocupaba... o quizás estaba pensando demasiado en los planes de esta noche.

—Relájate ya, primero debemos llegar vivos a vuestra casa. —Su cara formó una mueca divertida y molesta a la vez.

—¿Estás diciendo que conduzco mal, bambina (niña)?

—No. Pero no quiero tener un accidente por tus repentinas insinuaciones. Sé perfectamente lo que estás pensando y en lo que pensarás durante todo el trayecto.

—¿En qué crees que estoy pensando? —Preguntó con interés.

Me giré para cerciorarme de que todos tenían los ojos cerrados, y así era. Riccardo estaba roncando como un oso, con la boca abierta y las manos cruzadas sobre su barriga. Antonella también estaba dormida, pero esta tenía la cabeza apoyada en el hombro de su marido. Lorenzo, por otra parte, tenía la cabeza caída y los cascos puestos, por lo que no escucharía nada de nada. Y Vittoria también parecía descansar plácidamente, roncando igual que su hijo.

—Repito, siempre piensas en lo mismo. —Dije.

—¿Podrías decirme a qué te refieres? —Preguntó como si fuera un adolescente perdido en una clase de álgebra.

Por Dio (Por Dios), Leone. No te hagas el tonto. Tengo a tu familia detrás.

Non ti preoccupare (No te preocupes), seguramente no despierten hasta llegar a la casa.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now