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LEONE

La seguridad de Emma era lo que más me preocupaba. Recordaba las últimas palabras de Carlo antes de desmayarme por la droga que me había metido. Mis hombres llegaron para rescatarnos y Rafaello y yo nos encontrábamos en el hospital privado que teníamos en Florencia, a las afueras de la ciudad. Lo mandé construir para las misiones. Mis hombres podían ir tras cualquier inconveniente en alguna misión, ya sea por herida de bala o cualquier otra arma blanca.

—Salva. —Llamé a mi amigo. Se encontraba conmigo en la habitación. Él levantó la mirada del portátil.

—Tío. ¿Cómo estás?

—Mejor... —Dije sentándome en la cama con las piernas colgando—. ¿Y Rafaello?

—En el quirófano. —Dijo Salva—. Le están sacando la bala del gemelo. Ha perdido mucha sangre.

—Joder...

—Ahora vas a tener un suegro cojo. —La broma de Salva no me hizo ninguna gracia, y se lo hice saber a través de mi rostro—. Oh, vamos. Era una broma. No te lo tomes así. Da gracias a que estáis los dos vivos y ese bastardo de Carlo no os a matado a ambos.

—Podría haberlo hecho. —Dije para mis adentros, aunque en voz alta. Quería que Salva escuchara mis teorías. Él me miró con el ceño fruncido—. Carlo es capaz de matar a alguien de un disparo en la frente porque haga algo que él no ha dicho. Me resulta extraño que no lo haya hecho con nosotros.

—Tiene un plan. —Dijo Salva, y desgraciadamente sabía cuál era—. Siento decirte esto, Leone, pero Carlo ya está de camino a Nueva York.

Cazzo. (Mierda).—Dije frotándome la cara—. Vámonos.

Me levanté tan rápido de la cama que mi cabeza dio vueltas y tuve que volver a sentarme. Salva corrió hacia mí, sosteniéndome de los hombros.

—Tranquilo, colega. No queremos que te desmayes a mitad de camino. —Dijo, haciendo que me tumbara de nuevo en la cama. Me sentía débil e inútil, y eso no era propio de mí. No me gustaba sentirme así—. Iré a buscar a un médico. No te muevas.

—Se supone que soy el macho alfa de esta mafia.

—Lo eres, Leone. Pero también necesitas ayuda. —Dijo Salva antes de salir por la puerta.

Me quedé pensando durante un rato en cómo había cambiado desde que conocí a Emma. Bueno, desde que la conocí por segunda vez. Antes no era vulnerable, ni siquiera con Adriana, pero he de reconocer que Emma es mi debilidad. Yo no debo tener debilidades, debo aprender a alejar mi vida personal del trabajo. Sí involucro a Emma más de lo que ya está en este mundo de mierda, entonces terminará ocurriendo lo que me llevo temiendo desde que la volví a ver en el hotel. La puerta se abrió de repente. Me incorpore pensando que era el doctor, pero un Alessandro agitado y preocupado entró en la habitación.

—¡Don! —Dijo besando ambas de mis mejillas. ¿Qué narices le pasaba a este?— ¡Me tenía muy preocupado! ¿ Cómo está?

—Mejor.

—Parece preocupado. —No dije nada más al respecto. Mi silencio solo aumentó su curiosidad—. ¿Quiere que le traiga algo? ¿Necesita agua? ¿Comida? Puedo ir a por...

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now