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EMMA

Los hombres de Volkov entraron en el bar, uno por uno. Todos era altos, fuertes, rubios... alguno de ellos era castaño y tenían bastantes cicatrices. Estaba claro que los de esta nación tenían una fijación por las cicatrices. En cuanto bajé la guardia Volkov me dio un golpe en el brazo, haciendo que la pistola que tenía en la mano cayera al suelo. Me cogió del pelo para susurrarme al oído.

—¿Crees que puedes vencerme, piojo? No tienes ni puta idea de nada. No sabes usar un arma. No creas que puedes matarme tan fácilmente.

Me tiró hacia los hombres y uno de ellos me cogió por la cintura. Intentó taparme la boca con un pañuelo, así que le mordí la mano. Iba a pegarle un rodillazo en sus partes más nobles, pero fallé y caí al suelo. El hombre me cogió y acto seguido lo hizo Volkov del otro lado.

—¡Suéltame! —Grité.

Nadie me hizo ni caso. Todos los hombres salieron del local, yo salí la última con Volkov y el otro al que intenté dejar estéril. Patalee y grité como si me fuera la vida en ello. Quería salir de ahí, pero estaba acorralada. En cuanto me sacaron pude ver a Leone gritando. Grite su nombre para que me ayudase y vi como Volkov le tiraba el arma que le había quitado a Leone.

Me metieron en un coche blanco bastante alto y me tiraron a la parte de atrás. Mi garganta se cansó de gritar, así que decidí quedarme callada. Era lo mejor, no tenía ningún arma con la que atacar o defenderme. Me di cuenta de que conocía la persona que iba de copiloto. Mierda, otra vez no...

—Hola, princesa. —No respondí al supuesto alago que me había hecho el rubio. No pensaba responder a semejante espécimen—. ¿No vas a hablarme?

No le dije nada, me quedé mirando el techo del coche. Me habían tirado al asiento trasero como si fuera una muñeca de trapo. El ruso no paraba de molestarme.

—Alek, déjala. —Dijo Volkov.

—Venga, Vitali. Sabes que me quedé con las ganas.

Su jefe no dijo nada, por lo que el gilipollas de Alek puso su mano en uno de mis pechos. Me removí para que me dejara en paz. También pegué un chillido con la única finalidad de que su jefe volviera a decirle algo y me tapó la boca. Aproveché la situación para morderle la mano, haciendo que volviera su asiento de un salto. Le mordí tan fuerte que no me sorprendería ver una herida. Efectivamente la había. La vi de reojo, pero también vi como me cruzó la cara de un solo golpe.

Volkov pegó un volantazo haciendo que mi cabeza chocase contra la puerta del coche. Mi cuello se dobló y acto seguido sentí un dolor atroz por el golpe. Alek me llamó de todo lo malo que os podríais llegar a imaginar, incluso levantó la mano otra vez y me dio de nuevo en la misma mejilla. Me ardía la cara de una forma impresionante, aunque en el mal sentido de la palabra. Volkov frenó el coche con fuerza de la velocidad que llevábamos. No sabía ni cómo no había muerto por no llevar el cinturón de seguridad e ir simplemente tumbada. El jefe de la mafia rusa gritó a Alek algo en su idioma. Salió del coche y me sacaron de ahí, o más bien me tiraron al suelo. Estaba todo sucio y húmedo. Vi a mi alrededor un entorno sombrío, y además estaba rodeada de todos los coches de los hombres de Volkov. Le miré, y vi un arma en sus manos. No era una pistola, eso lo tenía claro.

—¿Necesitas un arma contra mí, Volkov? —Pregunté con una sonrisa burlona y algo dolorida. El enemigo de Leone soltó una risa sarcástica, a la que se unieron todos los demás hombres como si fueran máquinas—. ¿De qué cojones os reís, putos frikis?

Me arrepentí en el mismo instante en el que lo dije. Mis labios se metieron hacia dentro en mi boca, miedosos y arrepentidos de lo que habían dicho.

—¿Cómo osas haberle dicho eso al jefe? —Alek se acercaba cada vez más a mí. Levantó la mano con el puño cerrado, dispuesto a darme de nuevo. No sé si para mi suerte o desgracia, Volkov le sujetó la muñeca antes de que pudiera alcanzarme. El joven le miró incrédulo.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now