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LEONE

Gianni y yo éramos buenos amigos. Nos complementábamos a la perfección a la hora de realizar operaciones y siempre pretendíamos ayudarnos mutuamente. Pero en este caso Gianni se había vuelto completamente loco. Me encontraba sentado en la silla de mi despacho, con las manos formadas en puños y mis codos sobre la mesa. Gianni explicaba su plan frente a mí, con exactitud. Me gustaba. Era bueno.

—Es perfecto. —Dijo mi amigo, cruzando sus brazos sobre su pecho y dirigiéndome una sonrisa divertida. Sonreí de la misma forma.

—Lo es. Me gusta. Pero... me gustaría saber quién es ese infiltrado del que hablas.

—Debe ser de confianza. —Dijo. Negué con la cabeza—. Leone, esa persona va a tener que meterse en la boca del lobo.

—Lo sé, Gianni. Me ha quedado claro. Pero no puedo arriesgar a ninguno de mis hombres de confianza. Y sabes que no me fio de nadie.

—Yo no he dicho que tenga que ser un hombre.

Mi vista se quedó fija en el suelo. Intuía muy poco lo que mi amigo quería decir, hasta que di en el clavo en menos de dos minutos.

—Ni de coña. —Dije recostándome en la silla.

—¿Por qué? —Preguntó. Le miré con los ojos como platos mientras él avanzaba y se sentaba despreocupadamente en la silla de en frente—. Piénsalo. Ira de incógnito. Cambiaremos su físico y nadie se dará cuenta de que es ella.

—No, no y no. Emma no va a ir a la mansión Volkov. —Gianni echó la cabeza hacia atrás. —No me hagas esto, Gianni. Cualquiera menos ella. Además, la conocen. Volkov reconoce a cualquiera. No va a ir, con todos esos babosos apostando por llevarse la palma con una de esas chicas que subasta. Destacará como mujer entre todos ellos y la descubrirán.

—No, porque irá como una de las subastadas.

—¿¡Qué!? —Pregunté con un chillido—. ¿¡Pero tú te has vuelto loco!?

—Es brillante, Leone. No es loco.

—¡Está embarazada, joder! —Le grité a mi confidente mientras sacaba la pistola de mi pantalón.

Gianni no levantó los brazos cuando le apunté a la cabeza. Es más, se quedo en la misma posición y su expresión seguía siendo neutral. Tantos años conmigo hicieron que se acostumbrara a mis arrebatos de ira. Pero debía entenderlo. Sabía perfectamente lo mal que lo pasé cuando Adrianna murió, el hoyo en el que me metí yo solo por la depresión y la tristeza. No podía volver a pasar por eso porque no solo me hacía daño a mí, sino también a los míos.

Va bene (está bien). Buscaremos otra solución. —Dijo. Mi pecho aún subía y bajaba de rabia y coraje—. Ahora baja el arma antes de que se te vaya la olla y me pegues un tiro.

Bajé el arma de mala gana, dejándola sobre la mesa y sentándome con desparpajo en la silla. Froté mi barbilla con frustración intentando averiguar cómo hacerlo. Entonces, Gianni volvió a hablar.

—Yo iré con ella. —Le miré con el ceño fruncido. Cogí aire con lentitud y fuerza para no tener el impulso de volver a coger la pistola y matarlo.

—Gilipollez tras gilipollez, Gianni. ¿Qué parte de que mi prometida no va a entrar en la mansión Volkov no entiendes?

Se hizo el silencio en la oficina. No podría soportar de nuevo el dolor y la angustia de perder a la mujer que amo. Mi amor por Emma es tan inmenso que sabría perfectamente que en cualquier momento me hundiría en la miseria y quizás no pudiera volver a salir de ella. Con Adrianna lo hice, salí de la depresión y de la mala vida en la que me metí tras su muerte. Me culpé día tras día hasta que Salva y Gianni consiguieron sacarme a flote, con sesiones psicológicas en el hospital y mucha pero que mucha desintoxicación. Fui un Leone completamente diferente al que actualmente soy, y por eso no puedo volver a esos tiempos. No quiero volver a pasar por lo mismo, no ya por mi salud física, sino por la de mi corazón. Emma ha reconstruido algo que creía que fuera imposible de reconstruir, pero lo hizo.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now