27

2.8K 210 13
                                    

LEONE

—¿Está todo preparado? —Pregunté. Salva se encontraba frente a la puerta de mi mansión, viendo como mis hombres se subían a los todoterrenos con alguna que otra arma encima. Volvíamos a Nueva York ahora mismo.

—Está todo, solo faltas tú. ¿Algo en especial que quieras coger?

Revisé mi pistola dentro de la cazadora de cuero negra. Mis pantalones vaqueros oscuros y mis botas militares eran del mismo color.

—Lo tengo todo.

Salva asintió.

—Estás guapo. —Dijo con picardía. Negué con la cabeza y me puse las gafas de sol de aviador mientras bajaba las escaleras de entrada. Salva se dio cuenta de que ya era hora de irnos—. Avanti, uomini! (¡Adelante, señores!)

Alessandro me esperaba, abriendo la puerta del todoterreno para mí. Había otros cinco como este a nuestro alrededor. Todos mis hombres irían en un avión, mientras que Salvatore, Alessandro y Federico irían conmigo en mi avión privado. Federico era la mano derecha de Alessandro, era su ídolo. Subí al todoterreno mirando a Alessandro, pero sin que él se diera cuenta. Salvatore venía detrás de mí.

Buongiorno, Don (Buenos días, Don). Nueva York le espera.

Escuché como Salva lo repetía con burla. Reí por lo bajo subiendo al coche y Alessandro fulminaba con la mirada a mi amigo.

Andiamo. (Vámonos)

Mi orden bastó para ponernos en marcha enseguida. Me despedí previamente de Carina, prometiéndola llevar a Emma pronto. Tenía muchísimas ganas de casarme con ella, que fuera mi esposa, mi amante, mi mujer. La persona con la que quiero pasar el resto de mi vida. Pero primero debíamos dejar las cosas claras con los rusos, y sobre todo con Carlo. No pararían hasta arrebatarme a lo que más quería en el mundo. No pensaba permitirlo, no otra vez.

—¿No puedes ir más rápido? —le pregunté a Alessandro.

—Voy lo más rápido que puedo, Don.

Miré hacia atrás y vi los otros coches que nos seguían, además del que teníamos delante. Me incorporé, quitándome el cinturón de seguridad, para pitar al todoterreno guía. En cuanto lo hice, Salvatore me cogió del cinturón de mi pantalón y me echó hacia atrás.

—¿¡Quieres que nos matemos por tu culpa!?

Se hizo un silencio sepulcral. Alessandro sonrió de medio lado mientras tenía la boca abierta por el arrebato de mi amigo.

—¿Cuestionas al jefe, Salvatore? —preguntó Alessandro.

En ese momento me harté de la conversación y pulsé un botón con el puño. Una mampara insonorizada y tintada subió, dejándonos solos a Salvatore y a mí.

—Número uno, no vuelvas a hablarme así. —Dije cabreado—. Y número dos, tenemos que llegar ya a Nueva York.

—Sí. Ya lo sé. Y lo más importante, vivos.

Me recosté hacia atrás. Cerré los ojos por el agotamiento.

—Salva tengo que protegerla.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now